Gallardón prepara su futuro.
Después de muchos retrasos y el mismo número de excusas, el viernes se evidenció su fracaso: la polémica y retrograda reforma de la actual ley del aborto no verá la luz; de momento. Se ha aparcado, no porque el Gobierno haya desarrollado una inusual sensibilidad ante las protestas ciudadanas; se dejará en vía muerta porque las encuestas muestran que el retroceso en las libertades, que con tanto ardor defendió Gallardón, no gusta ni a los suyos.