Porque yo lo valgo
Es posible imaginar que alguien que aspira, no ya a ser alcaldesa de Madrid, sino presidenta del Gobierno, se pueda saltar las normas de circulación, llevarse una moto de los agentes por delante y acusarles de machistas por la cara. Sí, eso lo puede hacer Esperanza Aguirre y, además, sin despeinarse.
Es posible imaginar que alguien que aspira, no ya a ser alcaldesa de Madrid, sino presidenta del Gobierno, se pueda saltar las normas de circulación, llevarse una moto de los agentes por delante y acusarles de machistas por la cara. Sí, eso lo puede hacer Esperanza Aguirre y, además, sin despeinarse.
Las risas ante lo ocurrido, lo grotesco de la situación, la pérdida de papeles de la marquesa consorte, salían de las ventanas de Moncloa y se oían hasta los confines del Manzanares. Tantas lecciones de urbanidad y la pillan dejando el coche en el carril del autobús, en plena Gran Vía, porque sí; porque yo lo valgo.
Lo malo no es el estupor de los ciudadanos, acostumbrados ya a todos los desmanes posibles de esta mediocre clase política que se cree con derecho de pernada, si no el espectáculo posterior de los "suyos", que le tienen tantas ganas. El viernes fue un bullir de declaraciones de dirigentes populares, tan callados con la prensa de manera habitual, que no se recataban en criticar las formas y maneras de la "lideresa" en su percance con los municipales.
Desde Ana Botella hasta la vicepresidenta, que nunca suele comentar nada que afecte al partido o sus dirigentes (no se le ha oído ni una sola opinión sobre el tema Bárcenas/PP por poner un ejemplo) se apresuraron a valorar el incidente.
Lo más curioso es la desconocida vena feminista de la ultra liberal presidenta del PP madrileño. Resulta que Esperanza Aguirre a quien no se le conoce ni una declaración en defensa de los derechos de las mujeres, ni una protesta por la restrictiva reforma del derecho al aborto de su "amigo" Gallardón, tilda de machistas a dos agentes que "osaron" multarla por soltar el coche en mitad de la calle.
No contenta con darse a la fuga, se encerró en su casa y se negó a abrir la puerta a los agentes que le iban a entregar la multa. Eso sí, utilizó a los guardias civiles de vigilancia en el palacete, unos servidores públicos que pagamos entre todos, para hacer de intermediarios. Como quien manda al mayordomo.
El percance no tiene un pase y ha demostrado, una vez más, como Esperanza Aguirre y algunos dirigentes del PP interpretan que las leyes y las normas que rigen la convivencia del populacho no están hechas para la gente de orden como ella y sus amigos. Si no fuera porque dentro de su partido tiene tantos enemigos, este incidente chusco quedaría en el olvido como todos los desmanes de los dirigentes populares. Como pasó, por ejemplo, con su protegido Carromero, ese luchador por la libertad que, sin puntos en el carnet de conducir, se fue a Cuba y, en un trágico accidente, se llevó por delante la vida de dos opositores al castrismo. Así son las cosas, seguro que a doña Esperanza hasta le perdonan la multa.
Total, se puso nerviosa, siempre en el coche oficial, no está acostumbrada a que lleguen dos agentes y le pidan los papeles. ¡A ver si se han creído que es una inmigrante sin seguro obligatorio!
Menos mal que Botella, que últimamente lanza dardos envenenados contra todo el que se mueve, sea éste el presidente de la Comunidad Ignacio González, la delegada del Gobierno, y ahora Aguirre, no va a dejar que se olvide esta falta de respeto a las normas, impropio de un aspirante a tan altos menesteres.
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