Shock de modernidad.
En esta sociedad líquida, donde las ideas se venden como detergentes, tal vez pueda calar la frase que el candidato a dirigir el PSOE, Eduardo Madina, convirtió en el eje de su presentación. Pero, en realidad, ¿qué quiere decir un "shock de modernidad"?.
En esta sociedad líquida, donde las ideas se venden como detergentes, tal vez pueda calar la frase que el candidato a dirigir el PSOE, Eduardo Madina, convirtió en el eje de su presentación. Pero, en realidad, ¿qué quiere decir un "shock de modernidad"?. En medicina, que es la aplicación más usual del término "shock", se asocia con un fallo en el aporte de sangre a los tejidos y, al no llegar el oxigeno, se produce un fallo multiorgánico.
Parece evidente que el diputado socialista no pretende llevar a la sociedad española a este estado tan cercano al colapso, pero las frases cortas y contundentes pueden tener muchas interpretaciones y algunas, además de vacías, alarmantes.
Posiblemente lo que necesita este país, en estos tiempos de turbación y zozobra, es que el principal partido de la oposición ofrezca un proyecto de futuro que no pase por las desigualdades sociales que la crisis ha instalado con vocación de quedarse, que la merma en los derechos sociales no sea una pérdida definitiva para las nuevas generaciones. ¿Eso es la modernidad? Porque esas conquistas ya las logró el pueblo español en la denostada transición.
Lo que no es moderno, ni siquiera presentable, es la corrupción, el uso partidista de las instituciones del Estado, los diez mil aforados, los cargos políticos que con una condena en firme no entran en la cárcel, la desigualdad ante la Justicia.
La principal oferta que espera la sociedad es un proyecto de Estado sostenible, un relato creíble de cómo se va a salir de la crisis, en que precariedad va a quedar el mercado laboral, y como se puede, si es que se puede, romper con la desigualdad que se ha instalado como consecuencia de los recortes.
Ya no valen frases hechas para competir con el mantra del Gobierno de que esto mejora. Incluso los populismos más brillantes son efímeros y la falta de contenidos se lleva por el sumidero lo que no responda a la realidad que la gente ve en su difícil vivir de cada día.
Para dirigir un partido como el PSOE ya no bastan las frases ingeniosas, abstractas o contundentes, ni la juventud como único reclamo. Esa fue la propuesta de Zapatero y dejó al socialismo en su desconcierto actual. Está bien vender la juventud pero no como medida excluyente. El candidato necesita, además, contenido, ideas, carisma, convicción, entusiasmo, fuerza. Los mimbres que construyen un liderazgo.
Si los socialistas no aciertan en el Congreso con la elección de su nuevo responsable corren el riesgo de llevar unas siglas centenarias a la irrelevancia política. No es la primera vez que ha pasado en Europa. Italia es un ejemplo de la desaparición de socialistas y comunistas fagocitados por sus errores.
Dice Madina que el congreso será un hecho histórico. Efectivamente, nunca el PSOE había estado en una encrucijada semejante, con unos candidatos inéditos en su proyecto de país y con una ciudadanía sabia y harta de todos.
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