31-10-2011 10:40
Falsos profetas de ETA
No se puede creer a quien se esconde tras una máscara que simboliza el asesinato, la amenaza y la extorsión.
No han tardado en salir a la palestra los falsos profetas. Ha sido terminar la Conferencia de San Sebastián y al coordinador del colectivo independentista Lokarri, Paul Ríos, le ha faltado tiempo para dar lecciones o creer al menos que le hacen caso. “Lo humillante es lo de obligarles a pedir perdón. Es humillante para ETA, pero también para las víctimas. Es durísimo", ha dicho sin titubear y sin entender nada de lo sucedido.
Seguramente no se ha parado a pensar que lo de pedir perdón entra dentro de una actitud ampliamente deseada por la sociedad española y, además, lógica por otra parte. No es suficiente con reconocer los daños causados. Hay que cumplir las penas en su integridad, pedir perdón y reconocer que se han desestructurado cientos de familias, asesinado y mutilado niños, además de haber sembrado el odio y el miedo durante cincuenta y dos años. ¿Y no hay que pedir perdón? ¡Ya está bien de profetas putrefactos y entregados a la violencia por la violencia! ETA es lo que es y nadie piensa que sea una ONG, aunque en su momento sí pretendieron pasar por ello.
La disolución se impone y, en caso contrario, no hay necesidad de creer en sus planteamientos. Descúbranse la cara, reconozcan su daño durante décadas, pidan perdón, entreguen las armas y cumplan las penas. No se puede creer a quien se esconde tras una máscara que simboliza el asesinato, la amenaza y la extorsión. Exigir la rendición de ETA no es una venganza institucionalizada, como tampoco lo es que cumplan las penas. En un Estado de Derecho hay una Justicia y unas reglas de juego. Quienes no las cumplan deben ser perseguidos o expulsados del campo de juego. Y ETA las ha incumplido permanentemente. Que no vengan ahora Lokarri y su coordinador diciendo estupideces de grueso calibre.
Hay que derrotar a ETA y a la violencia que, en este caso, son lo mismo. Tenemos muy claro que sí debe haber vencedores y vencidos. Los primeros han de ser quienes viven en democracia y, a pesar del daño recibido, han sabido convivir con la ley, en vez de atropellar la convivencia y lanzarse en tromba contra los asesinos; razones y ganas no han faltado. Los segundos han de ser quienes han matado y extorsionado, quienes han apoyado a ETA y han formado parte de ella.
Quede claro que en el seno de la banda no hay víctimas, tienen lo que ellos han elegido, ni más ni menos. ¿Acaso han elegido ser víctimas quienes perdieron a su padre, su hermano, su esposa o sus hijos por la mala cabeza de la banda asesina vasca? ¡Ya está bien de escuchar las barbaridades de quienes dicen sentirse víctimas perteneciendo a la banda criminal!
No se ofende a ETA cuando se le dice que debe pedir perdón, como no se pone a la banda “en una situación muy difícil, complicada y ofensiva”, como dice Paul Ríos. No podemos seguir dando cancha a gente que tergiversa la realidad y hace filosofía barata para que se deje de cuestionar a ETA. La organización violenta es lo que es y, por abandonar la actividad armada, no deja de ser violenta. No hay más que ver a sus miembros y simpatizantes riéndose del Estado democrático y vapuleando a la democracia o riéndose de la violencia que ellos mismos provocan. ETA debe ser perseguida hasta sus últimas consecuencias; es inadmisible que pueda tener trato preferente como el que le ha dado Rodríguez Zapatero, quien empezó ‘amamantándola’ y acabó ‘encamado’ con ella.
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