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Actos y Exposiciones 09-01-2020 19:30

Antinógenes Menéndez, un apasionado hasta la chifladura por los barcos

D. Pedro Arce Díez, ha hecho un recorrido sobre la historia de un torrelaveguense llamado Antinógenes Menéndez Pintado, y sobre su importante vida en la que demostró grandes proezas como "apasionado que era hasta la chifladura por los barcos".

 

¿Y se preguntarán ustedes lectores de Cantabria Liberal, quien es Antinógenes Menéndez Pintado?

 

El ponente, D. Pedro Arce Díez ha recordado a esta cántabro torrelaveguense que nació en el año 1827, de padres asturianos, y que no pasó desapercibido en su recorrido, y que incluso en el día de hoy, su orador tuvo unas palabras de elogio para este intrépido y trabajador, enamorado del mar y de los negocios, que forjó todo un imperio lejos de la tierra que le vio nacer.

 

 

    El cabeza de familia era administrador de Correos que había ejercido en Castropol, trasladándose a Torrelavega en  1824 y donde nacieron los cinco últimos hijos, entre ellos Antinógenes, pues los seis anteriores habían venido al mundo en la citada localidad asturiana, ya cerca de Galicia, entre ellos su hermano Marcelino Menéndez Pintado, que contaba a la sazón un año y que de mayor sería catedrático del Instituto de Santander, alcalde de la ciudad y padre del sabio Marcelino Menéndez Pelayo.


      Antinógenes estudió Naútica en Santander y se embarcó, hasta que naufragó en las costas de Cuba y allí se quedó, fundando una compañía naviera que realizaba todo el cabotaje en el sur de la isla y que llegó a tener más de una docena de barcos de distinto tipo, especialmente los correos que recorrían todo el sur de la isla caribeña, uno de ellos el "Purísima Concepción" cuyo capitán fue Fernando Gutiérrez Cueto, importante personaje de Cabezón de la Sal.


     Cuando se produjo la guerra de Cuba, a finales del siglo XIX, Antinógenes puso toda su flota a disposición del gobierno español, perdiendo casi toda ella, a excepción de dos buques,y otro que se reflotó. Después de la guerra, rehace su flota y continúa operando en la isla.


  Murió en La Habana en 1906, ciudad en la que siempre tenía reservada una habitación donde ponía "Camarote de Antinógenes Menéndez". Su único hijo, le precedió en la muerte, pues falleció en Santander donde estudiaba Náutica a los 18 años, y de su padre, después de los grandes servicios prestados a la Patria, nadie se acordó de él, ni le agradecieron nada a este torrelaveguense y cántabro, "apasionado hasta la chifladura por los barcos".

 


 
 
 

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