Sin interés por la educación
Hace unos días, leyendo la LOMCE, comprobé cómo se puede crear un pastiche bajo el nombre de reforma educativa o reforma del sistema educativo.
En los tiempos que corren ningún sector educativo es capaz de afirmar que al Ministerio de Educación le interesa ésta. Ni al citado Ministerio ni al Gobierno actual. La educación no está de moda y, por lo tanto, no genera propaganda en los medios de comunicación ni se pueden recoger frutos de ella a corto plazo, sino que es una inversión a plazo medio y largo. En ningún caso debe entenderse como un gasto.
Por lo que parece solo está de moda la economía desde hace tiempo. Y por si la oposición se hace ilusiones con esta crítica constructiva, justo es decir que lo que le sucede a este Gobierno de la derecha no está nada alejado de lo que hemos visto en Gobiernos precedentes de la presunta izquierda que parece representar el PSOE.
Es evidente la falta de interés, el nulo compromiso y la dejadez ministerial. Cualquier medida deja entrever ideología y a veces sectarismo. Es algo así como si los sucesivos ministerios del ramo no se hubieran dado cuenta de que de la crisis se sale por la educación, por el fomento y potenciación de la formación profesional, por el impulso de la educación de adultos y teniendo siempre presente el concepto y el valor de la educación permanente, o lo que ahora se conoce como la educación a lo largo de la vida; una concepción, ésta, muy europea, pero en la que apenas cree nuestro actual Ministerio de Educación, su titular y buena parte de las comunidades autónomas de corte conservador. Aún recuerdo a un director general de Castilla y León que se mofaba de la educación permanente y de las recomendaciones del Parlamento Europeo y del Consejo cuando se empezó a hablar de competencias clave para el aprendizaje permanente, allá por el año 2006.
El ministro de educación lleva dos años pidiendo compromiso al profesorado, sacrificios, interés permanente y muchos otros valores en los que ni el propio Ministerio cree. Hace unos días, leyendo la LOMCE, comprobé cómo se puede crear un pastiche bajo el nombre de reforma educativa o reforma del sistema educativo. Lo no confesado es que, mientras los recortes eran insoportables en el profesorado y en los centros educativos, el propio ministro, sus asesores y los altos cargos de las comunidades autónomas gobernadas por el PP gastaban su tiempo y nuestro dinero en una vulgaridad que han bautizado como Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa. Y se han quedado tan panchos, como si hubieran tenido un gran parto, cuando en realidad ese ni siquiera llega a la categoría de ratoncillo.
Han aprobado una ley en la que dudo que crean ellos mismos. Sin contar los sectores próximos al partido conservador, no hay sector de la comunidad educativa al que le parezca adecuada esa ley. Más de lo mismo significa más sacrificio, más recortes, más supresiones de plantillas y menos formación del profesorado, menos negociación colectiva, menos compromisos y peores condiciones laborales.
Y si alguien piensa que no es así, yo lo vivo a diario y estoy esperando a que me lo demuestren por el conducto que estimen oportuno
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