No iré a la huelga
No voy a hacer huelga el día 29 de septiembre. Ese día voy a ir a trabajar, como todos los días del año. Esta reforma laboral se paralizará en cuanto haya cambio de Gobierno; además, es simplemente un real decreto-ley, lo que quiere decir que el meollo debe tratarse en el desarrollo normativo. Recuerden lo que decía el Conde Romanones: “hagan ustedes las leyes y déjenme hacer los reglamentos”.
Tengo muchas razones para NO ir a la ‘juerga’ general que convocan los clasistas y desvergonzados sindicatos. No se hubiera llegado a esta situación si esas mismas organizaciones no se hubieran ‘encamado’ con el Gobierno socialista durante ocho años. Hoy son la risión y, sin duda, se han ganado a pulso el rechazo y el desprecio de los trabajadores, parados y jubilados. Alguien debería decir a UGT y CCOO que España se levanta trabajando y no vagueando. Tampoco se levanta el país comiendo en la mano del Gobierno y mucho menos ‘poniendo el cazo’ o besando por donde pisa el indigente intelectual de Moncloa.
No iré a la huelga porque no creo en este tipo de anticuados sindicatos que han convertido la convocatoria en una farsa. Es una huelga pactada; ahí tienen los servicios mínimos del Gobierno que son un brindis al sol. De nuevo, Esperanza Aguirre ha dado una lección de señorío y seriedad. Tampoco al bachiller, ‘Pepiño’ Blanco, le interesa que esos sindicatos se estrellen. Tanto el sindicato socialista como el comunista han demostrado que son unos oportunistas e hipócritas de grueso calibre.
No iré a la huelga porque está pactada y arreglada con el cadáver de Gobierno que tenemos y, además, no va contra el mismo ni su reforma laboral: va contra el mundo empresarial, que es quien realmente puede generar empleo para esos 5.000.000 de parados que ha provocado el Gobierno socialista, y a quienes desprecian los mal llamados sindicatos obreros, si bien se benefician jugosamente de su existencia.
No iré a la huelga del 29-S porque estaría dando legitimidad y razón a la permanencia de casi 350.000 ociosos liberados sindicales que cobran sin trabajar, desaparecen de su empresa y abandonan a sus propios compañeros. En muchos casos los venden a cambio de favores y prebendas para ellos o sus familiares.
No iré a la huelga porque este tipo de sindicatos nos cuestan un ojo de la cara. No sirven para nada, viven como ricos y llevan años aburguesados, partiendo el mismo piñón que las clases pudientes; ahí tienen el caso de Fernández Toxo, donde no se ha atrevido aún a meter mano la Fiscalía Anticorrupción. Por otra parte, la sustitución y el coste de sus liberados sobrepasa los 23,6 millones €/año y pretenden perpetuar su derecho de ‘pernada’ sindical en los ‘burdeles’ que llaman Patrimonio sindical; otra patraña más, que pagamos todos y el Gobierno consiente.
No iré a la huelga porque llega tarde. Muy tarde. Debió convocarse al final de la legislatura anterior, cuando Zapatero se empeñaba en negar la crisis, mentir a los españoles y ‘encamarse’ con la culebra etarra. Todo ello, y mucho más, ha hecho que el Gobierno de Rodríguez Zapatero sea un auténtico desgobierno, así como el hazmerreír de los demás países de la UE y el entretenimiento gótico del entorno.
No iré a la huelga porque creo en las posibilidades de España y en su locomotora de generar empleo, siempre que se reconviertan los sindicatos obreros o desaparezcan. La LOGSE hizo tanto daño que aún quedan adocenados individuos que votan a este tipo de organizaciones con olor a naftalina, a cambio de palabras podridas y raídos ‘vendajes’ de empleo. Nunca entenderán que su desidia y daño social frenan el futuro y cercenan las perspectivas de la ciudadanía en edad de trabajar. Jamás unos sindicatos habían podrido tanto unas estructuras que han acabado por enriquecerlos.
No iré a la huelga porque conozco mis derechos. Y el derecho al trabajo es anterior y más antiguo que el derecho de huelga, algarada y manifestación. No solo no va a servir para nada sino que los trabajadores que la secunden recibirán un fuerte rebaje en la nómina de octubre, mientras que los liberados cobrarán como siempre y, a la vez, se mofarán del currante que madruga a las seis de la mañana o antes durante todo el año.
No iré a la huelga porque esta gente de UGT y CCOO no me representa en nada ni lo ha hecho ni lo hará. No quiero a mi alrededor ni vagos ni aprovechados ni desvergonzados. Quiero a mi país, creo en sus posibilidades, en su ciudadanía, en el valor de la solidaridad y en su futuro. Por eso voy a ir a trabajar el día 29-S. Los vagos irán a la huelga, pues están en su derecho. No consentiré que nadie me insinúe que no vaya al trabajo, porque iré de frente y con la ley en la mano.
Los piquetes son innecesarios como innecesarios son los servicios mínimos. El Gobierno y las comunidades autónomas están obligados a mantener el cien por cien de los servicios, porque la ciudadanía tiene derecho a hacer uso de ellos. No debemos de consentir que con nuestros impuestos reduzcan ese día los servicios ni hay motivo para que sean mínimos. Hemos de exigir que sean los mismos servicios que un día normal, porque pretendemos que sea eso, un día normal.
Mientras el sindicalismo de caverna y poltrona dedica su tiempo a la holganza, millones de ciudadanos iremos a trabajar ese día porque lo necesitamos y nos lo exige nuestra propia responsabilidad. Y lo haremos para que la desidia y el despendole sindical puedan seguir existiendo, para desgracia del mundo laboral, económico, político y social.
Hay que dar a los sindicatos clasistas una lección de responsabilidad, porque fracasando esta huelga los fraudulentos líderes obreros deberán dar explicaciones muy serias y replantearse su continuidad. Por cierto, el camino se les ha acabado y la clase trabajadora está obligada a hacerles andar por el pedregal de la indiferencia.
Jesús Salamanca Alonso
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