LOMCE: caduca y descentrada
No tengo dudas: en el Gobierno de Mariano Rajoy hay demasiados indigentes intelectuales por metro cuadrado y excesivos asesores con demasiadas prebendas. Nos quejábamos del Gobierno de Rodríguez Zapatero pero éste de Mariano se le iguala por todas partes
También destruye puestos de trabajo, elimina profesores, cierra centros, actúa con represalia a quien le planta cara, engorda el paro, elimina becas y ayudas,… En definitiva, igual de sinvergüenza que el Gobierno anterior. Eso sí, en corrupción lleva la delantera el Gobierno de Mariano y más aún cuando se destape todo lo de Castilla y León (de momento ya han empezado por las Cortes regionales y por algunos cargos dudosos).
Pero a lo que íbamos: tampoco tengo dudas respecto a que la LOMCE es una ley fruto de enfrentamientos políticos y de cuotas de poder y retención del mayor error de la democracia española: las comunidades autónomas. A estas alturas es un error seguir pensando que las comunidades son parte de la solución. Hasta ahora solo sabemos que son parte del fracaso organizativo del país, de la deuda, de la corrupción y del sin sentido. Por eso me duele escuchar a Juan Vicente Herrera — presidente de mi comunidad autónoma– la sarta de barbaridades y estupideces que suele decir para defender a capa y espada el modelo autonómico. Y lo más curioso es que no se le cae la cara de vergüenza. Hasta él mismo se lo cree por la sonrisa que muestra.
Además de lo que pienso sobre la LOMCE, he de decir que también es una ley improvisada. Muy improvisada y muy deficiente por el retraso que supone para el sistema educativo. Solo en el seno de la Iglesia aplauden con las orejas las medidas impuestas por el desorientado, José Ignacio Wert. Si sale adelante se producirá un tremendo desequilibrio entre lo público y lo privado. ¿Se va a eliminar lo concertado?
La LOMCE lleva ya cinco borradores y en ninguno se han tenido en cuenta las aportaciones del profesorado. La comunidad educativa ha reaccionado inmediatamente y ahí está la respuesta contundente: José Ignacio Wert es el ministro peor valorado del ‘Gobierno mariano’. Y todo porque ese anteproyecto de ley introduce aspectos de dudoso calado para el éxito escolar. Puede acabar siendo una ‘ley de cangrejos’, con la que solo estén conformes los obispos y la Conferencia episcopal.
Hay datos curiosos en la LOMCE como las evaluaciones externas. Las menciona y las enrevesa pero no las explica ni las sitúa con precisión. Demasiada paja para no concretar nada y demasiado moho en el arranque del intento de reforma. La ‘gloria’ que alcance Wert será tan miserable como la que alcanzó el caduco e informal José María Maravall Herrero.
Tampoco me convence la eliminación de carga horaria de algunas materias. Descienden los contenidos, bajará el nivel del sistema educativo, se suprimirán muchas plazas de profesores y mucho más daño, como podrán comprobar si sale adelante ese bodrio de reforma. Esto último hará que algunas especialidades vayan a parar al baúl de los recuerdos y los profesores de las mismas al paro; así, sin más, lo que demuestra el desfase de la Universidad en España y el desastre que ésta ha ocasionado desde hace años. No hay más que ver cómo respiran los rectores de las cuatro universidades públicas de Castilla y León ante el desastre organizativo de la Junta que preside Herrera Campo.
La LOMCE no ofrece soluciones reales. No se escucha al profesorado y las Direcciones Provinciales ni hablan ni saben ni están ni se las espera. ¿Y las Consejerías de Educación? Peor me lo ponen, pues su demostrada indigencia intelectual las sitúa en el albañal de la política y de la esperanza ciudadana.
Por si no entienden bien el último párrafo, les diré que el profesorado ha aportado infinidad de salidas y soluciones como la disminución de ratios, el aumento de desdobles, la reorganización de la educación de adultos (eliminando y desoyendo algunas órdenes inoportunas y caducas), ampliación del bachillerato a tres ámbitos, supresión del 40% del personal destinado en la función inspectora, la consideración de la función docente, el reconocimiento de las enfermedades profesionales, la revisión íntegra de la formación profesional,… Pero el señor ministro es sordo, mudo, torpe, caduco y ansioso. ¡Así nos cubre el pelo! Al tiempo.
Jesús Salamanca Alonso
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