¡Humillación al profesorado!
Este fin de semana he coincidido con dos procuradores en Cortes del PSOE. Según ellos, las cosas no van mal en nuestra comunidad, o por lo menos no tan mal como en otras.
Con ello reconocen que el Gobierno de Herrera está haciendo las cosas correctamente. Y yo me pregunto: si tan bien va todo, no entiendo por qué leches cada día le ‘zurra la badana’ la portavoz de ese partido en las Cortes. Una de dos: o dicen verdad o es que están en el bando contrario de Ana Redondo. Sin duda, no hay quien entienda a los políticos y, menos aún, a la pandilla de ‘correveidile’ que pululan por los aledaños de las Cortes y del Gobierno de la Junta que preside Herrera Campo, mi presidente.
También estuve reunido el sábado pasado con un grupo de profesores de instituto, porque quieren que la información se extienda por los digitales y que la ciudadanía conozca la ruina a la que nos ha llevado el Gobierno regional de Castilla y León, así como la mala gestión que le caracteriza. Me limité a darles teléfonos, correos electrónicos, nombres y apellidos de directores, redactores y gabinetes de prensa de órganos, organismos e instituciones; es decir, me pedían que hiciera tráfico de influencias y, conocida la situación y el motivo, eso hice.
“Mira, Jesús — me decía uno de ellos– no aguantamos más en los institutos. La Junta nos está sometiendo a una economía de guerra y miseria. No podemos hacer fotocopias ni encender las luces ni arreglar los ordenadores que se estropean. Cuando llegue el momento de encender la calefacción no sé qué va a pasar, pero vamos a hacer un pacto entre todos los institutos para enviar a los muchachos a casa. Estamos tocando fondo, pero lo más grave de todo es que la Consejería de Educación está atentando contra nuestra dignidad… ¡ya sabes, qué te voy a contar y que no conozcas!”
Al preguntarle si eso del “atentado a la dignidad” iba por lo de la supresión de la paga extraordinaria de Navidad, el aumento de horas de trabajo, la eliminación de puestos, la reducción de plantillas y el endurecimiento de las condiciones de trabajo, me contestó: “no solo por eso, sino porque no podemos escribir en las pizarras al no disponer tizas en muchos casos, ni tenemos respuestas cuando un alumno o alumna nos pide papel higiénico porque en los WC solo hay papel troceado de periódico. Sí, como lo oyes: igual que hace cuarenta años. ¿No es indigno cuanto te estoy contando?”
Lo más curioso de todo es lo que me ha sucedido hoy. Es la traca final de la situación en que se encuentra parte del profesorado de Castilla y León y ejemplo de la represión que se ejerce desde arriba. Lo duro es pensar que pueda saberlo Herrera Campo, mi presidente, y no ponga solución a semejante desaguisado. De lo que sí estoy seguro es que, si yo fuera consejero de Educación y me enterase de cosas como las que me cuenta el profesorado, prometo que ‘correría a gorrazos’ a todos los que estuvieran a diario a mi alrededor y acabaría echando excrementos verbales sobre sus progenitores.
Mejor os lo cuento y que cada uno piense lo que prefiera: “hoy por la mañana – me decía mi interlocutor-- un padre de un alumno me ha entregado dos paquetes de folios y dos cajas de tizas, al leer ayer en “El Norte de Castilla” la situación tan humillante en que se encuentran los centros de enseñanza. Al entregármelo, no supe qué cara poner ni qué postura adoptar: no sabía si estrecharle la mano, rechazarlo, ponerme de rodillas o pagar dos misas por sus buenas intenciones. La Consejería de Educación nos humilla hasta la indignación, nos toma por trastos viejos y despreciables; algo parecido a lo que intentaron hacer contigo por realizar propuestas de trabajo y ahorro a Juan Vicente Herrera. Entre el profesorado, estamos convencidos que lo mejor que podían hacer era devolver las competencias de educación al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Lo que estamos pasando todo el profesorado es una indignidad y un insufrible calvario. No aguantamos más. Somos profesores, no somos animales y, muchos menos, ‘perros políticos”.
¿Saben una cosa? Me quedé de piedra al escuchar tantas barbaridades. Lo primero que pensé fue que me costaba creer que sucediera eso en la comunidad donde tanto presumen del informe PISA, como si fuese la panacea de éxito del sistema educativo. Alguien ha extendido la mentira hasta la saciedad y muchos lo creen como si fuera una verdad. ¡Qué buenos vasallos los profesores de Castilla y León, sobre todo si tuvieran un buen señor!
Jesús Salamanca Alonso
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