CAMÁNDULA
Una ola de optimismo ha cubierto, como si de un manto protector se tratara, a la política sanitaria cuando, tras analizar las crudas cifras de los profesionales, la tan ansiada pretensión de limitar su continuidad en el servicio activo, gracias al nuevo sistema de jubilaciones, una vez cumplidos los 65 años.
Tan convencidos están de ello que, en el camino emprendido, considerado como correcto, cómo no, se olvidan de algo que, en cualquier país del primer mundo, a partir de esta edad, retienen con orgullo la experiencia y veteranía que les hace alcanzar la hegemonía que respiran, en tanto que España ha dejado de serlo en cuanto sus presupuestos generales, después de haber sido aprobados, han recortado, y varios años seguidos.
Viniendo de quienes viene este optimismo se puede dudar, sin ningún temor alguno a equivocarse, que el relevo generacional difícilmente se va a realizar con garantías suficientes por tratarse de algo realmente forzado y antinatural, por muy progresiva que se quiera implantar esta manera de actuar. Los actuales profesionales, que realizan su preparación para lanzarse a ejercer, de golpe, perderán el contacto con sus mayores, sus enseñanzas, sus vivencias, sus anécdotas, su día a día, algo tremendamente necesario como la acción de respirar a pleno pulmón al aire libre. Con esto parece insuficiente creerse el análisis de unas estadísticas confeccionadas y configuradas a gusto de quien quiere leer/oír aquello que necesita poner en práctica en contra del sentir de los profesionales, únicos técnicos que saben y conocen los entresijos que manejan.
Esta decisión arbitral, con mucho, esta nueva jugada políticamente correcta, que ahora se ve como un ahorro institucional en un futuro no muy lejano, es posible que, más de uno, derramará lágrimas de impotencia por haber permitido esta barbaridad, por ser la peor inversión que se puede realizar, porque perjudica a la salud, porque juega alegremente con el lujo de disponer de las habilidades conseguidas con la experiencia insustituible que otorgan los años, algo que en nada beneficia a la sociedad española, reparadora con creces de todos los desaciertos políticos, de consecuencias sociales y sanitarias de gran alcance, y que tardará muchos años en recuperarse, si antes alguien no se remedia.
Concretamente, en cirugía, como en muchos órdenes de la vida, desde un primer momento, se sabe quién es quién, quién es técnicamente habilidoso y quién no, independientemente de sus conocimientos, que en la mayor parte de las ocasiones deben seguir una preparación continuada, diaria y concienzuda, en este caso, por la forma de utilizar el bisturí en las disecciones de los planos anatómicos, porque todas las técnicas quirúrgicas necesitan de una curva de aprendizaje, más o menos larga, no todas son iguales y algunas necesitan de toda una vida profesional para dominarlas.
Sería una ilusión pensar que, con los tan breves cinco años de preparación que la ley exige para ser especialistas en cirugía, se está listo para hacer de todo. Craso error político, como muchos. El que haya un número que supla no significa que sea eficiente y suficiente si le falta experiencia y veteranía, tan echada por tierra en los tiempos que vivimos. Y, mientras tanto, es posible que asistamos a un retroceso de varios lustros, resintiéndose la calidad, gracias a los recortes indiscriminados que sufrirá la ciudadanía, que es la que al fin y al cabo paga, sin recibir lo que corresponde a sus impuestos.
El equilibrio residirá en no rebasar la línea roja, entre ser esencial o ser demasiado diligente, a fin de que el doliente sufra lo mínimo y no las consecuencias de una deficiente praxis al hacer más caso a notas clínicas que al uso común de sus estudios en la olvidada Facultad de Medicina.
Ante todo esto se tiene la impresión de que interesara jubilar todo aquello que lleva el membrete de público para que, a falta de recursos, se opte por la subcontratación de servicios privados. Es asombroso observar como, en el día a día, se está asistiendo impertérrito, sin remedio por ahora, a la demolición del no tan clásico Estado de Bienestar, que tantos años y esfuerzos ha costado conseguirlo, para que en un plis-plas, a base de restricciones y demás requiebros, siempre con la ayuda de alguna propaganda malintencionada que circula en las redes de comunicación, haciendo gala de que la función pública no funciona; se jubila a todo jubilable con veteranía y experiencia; se remodela la frase en cuestión para decir lo contrario, algo ya habitual; se justifica lo injustificable: faltan efectivos, ya jubilados, porque no hay dinero, a fin que la administración no pueda funcionar; desaparición de convocatorias de promoción interna; desaparición de convocatorias ofertando empleo público, con tasa de reposición de vacantes igual a cero y, una vez puesto que se ha puesto a parir a los profesionales para lograr que la opinión pública esté en contra, tras una larga campaña en los medios, por fin, campo libre para poder subcontratar a empresas privadas, amiguetes/amigotes, que hagan el trabajo de los funcionarios, prefiriendo contratar mano de obra temporal y sin cualificar, que bien ayuda a empobrecer intelectualmente, consiguiendo rizar el rizo una vez que, antes de organizar la plantilla definitiva, han destruido servicios médicos enteros, que nunca llegará o, si lo hace, llegará tardíamente.
Durante bastantes años, por una u otra causa, la política seguida ha conseguido que desaparezca la integridad, la motivación, el optimismo, la profesión, la nómina, etc. de la mesa de trabajo, por la emigración, entre los jóvenes más capacitados, abriéndose un período de desprotección médica por deterioro del nivel asistencial de los sistemas de salud y de los servicios sanitarios en las 17 Comunidades, que tantos años y sacrificios costaron a los profesionales. Los destrozos, en un momento de ira, cuando la responsabilidad/culpa es de aquellos que se esconden, han causado temeridad, porque se va hacia el reventón del sistema público, son difíciles de reponer, sobre todo cuando la legitimidad se plantea abreviadamente. Cuando aún, a fecha de hoy, ningún hospital público español sabe a ciencia cierta lo que cuestan cada una de las diferentes intervenciones quirúrgicas, porque ninguna operación es igual a otra, cada una tiene un coste, por muy parecida/semejante que sea, como muy bien todos los hospitales allende nuestras fronteras, tanto europeos como americanos, generosos con sus invitaciones de puesta al día, en largas e intensivas jornadas de quirófano, sin que la administración pública se diera por enterada ni siquiera pusiera un solo duro/euro. Es parte del karma que España arrastra desde tiempo inmemorial.
Y todo esto se programa y se acepta con tal de no hacer caso al eurogrupo, que tantas veces tira y tira de las orejas al gobierno de turno, por incumplimiento de cláusulas de Perogrullo, es decir jubilar a tanto pseudopolítico que sobra, más de trescientos mil, con lo que se convertirá en un país de jubilados a los que, pasado el tiempo, y no tardando mucho, nadie podrá sostener.
Sin embargo, gracias a ciertos funcionarios, se vislumbra un átomo de optimismo en el horizonte, a través de las redes de comunicación social, por medio de filtraciones, la sociedad está descubriendo la pasta de la que están hechos estos pseudopolíticos, que ni siquiera, por cobardía, por vergüenza, son capaces de rendir cuentas a sus votantes, a pesar de que afirman que realizan un servicio social por el que se sacrifican. Un sacrificio con beneficios que cuesta lo suyo a los demás.
Hace muchos años que la política sanitaria, en su evolución, se desnortó gracias a personas que no ven más allá del figurar y su bolsillo llenar, acaso ausencia de valores, sin preocuparle la salud del resto. Así que, tanto el gobierno central como los 17 autonómicos, con aire de no haber roto ni un sólo plato, están dispuestos a dar, aunque no haga falta, la bienvenida al club de la jota nada folclórica.
Corolario: ¿Por qué, desde hace más de veinte años, se mantiene como gastos de Atención Primaria las prescripciones de recetas de los facultativos médicos especialistas hospitalarios? ¿Acaso esta perversidad se hizo con ánimo de contener el gasto, génesis de su productividad, reduciendo al mínimo la continuación de los tratamientos prescriptos por los facultativos médicos especialistas hospitalarios? Ello ha contribuido, como una bola de nieve, a que desde Atención Primaria (primer escalón sanitario), ofuscada con esta responsabilidad añadida, se permite sugerir qué deben prescribir los facultativos médicos especialistas hospitalarios (segundo escalón sanitario), sobre todo medicación de primera elección, según las guías para ella confeccionadas, sin firma, sin rúbrica, sin sello, sin responsabilidad. Si considera que ya tiene conocimiento para tratar cualquier patología ¿qué hace enviando y colapsando a las consultas de facultativos médicos especialistas hospitalarios con personas atiborradas de medicación de primera elección? Ejemplo aberrante: Propone como tratamiento de primera elección para la osteoporosis unos fármacos genéricos que en vez de prevenir la osteoporosis producen fracturas atípicas. Item más: Propone la utilización de un protector gástrico genérico contraindicado en personas que utilizan Sintrom.
Fdo: Alfonso Campuzano
Médico Cirujano Traumatólogo
Hospital Clínico Universitario de Valladolid
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