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Opinión 27-03-2019 07:00

De la selección de políticos

Si nos encontramos hoy día con una pléyade de políticos medianos, no es por la falta de posibles buenos y competentes, sino porque tienen cerradas las vías para dedicarse a tan encomiable oficio. Mientras tengamos los actuales métodos de selección con primarias, no se puede pensar en buenos políticos.

 

Como hemos entrado en campaña electoral será bueno que pensemos algo sobre la selección y ejercicio de la función pública.

Si nos encontramos hoy día con una pléyade de políticos medianos, no es por la falta de posibles buenos y competentes, sino porque tienen cerradas las vías para dedicarse a tan encomiable oficio. Mientras tengamos los actuales métodos de selección con primarias, no se puede pensar en buenos políticos.

Vamos a relatar cómo en unos tiempos de malos políticos, con poco ruido se pasó a una selección, que llevó a España a la época de mayor gloría de su historia. La transformación de España con la venida de los Reyes Católicos no fue repentina, pero tampoco lenta. Se realizó en el seno de las generaciones que habían vivido la corrupción de los Trastámara, que describía así Gómez Manrique:   

«Los mejores valen menos.

¡Mirad que gobernación!

¡Ser gobernado los buenos

                               Por los que tales no son!»

 Ello quiere decir que en ese tiempo había personas de valor, pero había que descubrirlos y darles cauces para entrar a gobernar. Fue necesario exigir una depuración en el gobierno y una ética social. Y quien abrió el camino para el cambio fue la Reina Isabel la Católica.

Maquiavelo atribuye el triunfo de España al rey Fernando, diciendo que de ser un rey de un reino insignificante, llegó a ser el rey más poderoso. Pero personas que estaban más cerca, como Baltasar de Castiglione, en el libro III del Cortegiano, nos habla de «la divina manera de gobernar», que acostumbraba la Reina Católica. Y continúa que todo eso dependía «del maravilloso juicio que ella tuvo en conocer y escoger los hombres más aptos para los cargos que les confiaba».

Toda la vida de la reina fue una perpetua selección de personas. Frente a sus pretendientes: un inglés y otro francés, escogió al de Aragón, viendo ya desde lejos lo qué iba a ser el Estado español. Y pasando a la selección de personal de gobierno dice Galíndez de Carbajal: «que en las cosas de gobierno tuvieron más atención de poner personas prudentes y de habilidad para servir, aunque fueran medianas, que no personas grandes y de casas principales». Es decir que dejaron de lado los inveterados privilegios de la alta nobleza y eligieron aquellas personas de capacidad para el oficio de la gobernación. Para ello la reina tuvo sus enfrentamientos, como en el nombramiento de Cisneros para el arzobispado de Toledo, que el rey Fernando lo quería para su hijo natural Alfonso de Aragón Arzobispo de Zaragoza, y que además el cabildo catedral de Toledo se oponía, de modo que tardó más de un año en poder entrar en su sede, hasta que por fin se llegó a un acuerdo.

Un punto de gran sutileza y muy fructuoso fue el proponer la elección o rechazo en los servicios o deservicios recibidos. Así cuando alguien pedía un cargo por justicia alegando sus buenos servicios, o como se diría hoy por «su adhesión al régimen», la reina tenía una pronta respuesta: que para eso había otros tipos de remuneración, pues en el gobierno sólo había que atender al bien del negocio de gobernar y a la adecuada provisión de los cargos. En esta línea se puede recordar, cómo por el sagaz y arriesgado consejo de la reina, Fernando nombró para la empresa de Italia a Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, un segundón de una familia andaluza que no podía aspirar a grandes puestos, pero que ella había conocido su capacidad en la toma de Granada.

 

La grandeza de España se fraguó por la genial y persistente selección de la reina Isabel, de lo que es reveladora la frase de Castiglione: «En nuestro tiempo todos los hombres grandes de España, que son sobresalientes en cualquier causa, han sido creados por la reina Isabel».

 

El florecimiento del siglo de oro no fue fruto de las fuerzas naturales, sino de la selección humana llevada persistentemente y que causó una concatenación de hechos. Cada hombre escogido se convertía a su vez en agente de selección y su acción cundía en la transformación de la sociedad.

La reina actuaba con un sistema seleccionador. No improvisaba los nombramientos, sino que los preparaba con toda anticipación. Cómo era su modo de proceder nos lo describe Antonio Agustín, humanista y polígrafo: «La reina doña Isabel tenía un libro en un cofre del que tenía siempre la llave, en este libro escribía los nombres de las personas que merecían Obispados, Consejos, Audiencias, Corregimientos y otras cosas tales, y antes de que estuvieran vacantes recibía información para cuando vacaran». Y en este libro tenía memoria de los hombres más hábiles y de mérito para los cargos que vacasen.

La eficacia de ese libro se vino a declarar en las Cortes de Valladolid de 1537, cuando pidieron a Carlos V que, a imitación de sus abuelos continuase practicando esa información secreta sobre las cualidades y actitudes de los futuros cargos. El emperador tuvo en cuenta esta advertencia, pues Juan Ginés de Sepúlveda nos da noticia de la atención que el emperador ponía en la selección de las personas.

Aplicando esto a nuestro tiempo, es una advertencia de que es necesaria la selección de las personas que se dediquen a la política. Pero en los actuales sistemas de primarias que se usa, son más bien propios para espontáneos, sin más aspiración que encontrar un puesto de trabajo, que les asegure una pensión vitalicia. Con estos políticos no se resuelve la necesidad que tenemos de una política coherente y adecuada.

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Comentarios(1):

PAD - 27-03-2019

Mi sincera felicitación a Juan por este clarividente artículo que no va a gustar a muchos, pues la mediocridad prima sobre la excelencia en este país que cada vez se regodea más en lo mediocre, en el aprobao general, en la chapuza.... Y quien saca la cabeza, se la intentarán cortar. Así, pues, muchos excelentes profesionales y bien preparados se abstendrán de intentar penetrar en el proceloso mundo de la política, que se ha convertido en el pesebre de los oportunistas....