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Opinión 14-04-2019 15:00

Un libro de lectura para políticos, por Juan Goti Ordeñana

En estos tiempos en los que tantos se dedican a la política y que tan disconforme está el pueblo con su actuación, vamos a hacer referencia a un libro de Jerónimo Castillo de Bobadilla: «Política para Corregidores», escrito en 1597.

 

Fue un best seller en su tiempo, tuvo cuatro ediciones en el siglo XVII y otras cuatro en el siglo XVIII, y un facsímil en 1978 por el Instituto de Estudios de la Administración Local.

 

La llegada del liberalismo con la supresión de los Corregidores, lo llevó al olvido. Hoy es conocido sólo por curiosos ensayistas de la historia jurídica de nuestro País. Pero fue un manual para los políticos que se dedicaron a los servicios públicos, y que podría llevar a una reflexión a tantos políticos de hoy día.

El autor de esta obra fue un hidalgo nacido en Medina de Campo en 1547, que eligió labrarse el porvenir por la carrera de las letras y entrar en el servicio al Estado. Estudió Derecho en la Universidad de Salamanca, y ejerció la función de Teniente Corregidor y Corregidor en Badajoz, Soria y Guadalajara, después de lo cual ejerció de abogado, letrado de las Cortes y por fin Fiscal General en la Chancillería de Valladolid. Por lo que tuvo una gran experiencia que supo plasmar en su manual para Corregidores, y que plantea todo un tratado de ética para los políticos, y debería ser conocido, como fue en otro tiempo, por todo los que se dedican a la función pública.

Es un tratado importante, detalla exhaustivamente el trabajo de los funcionarios, sus competencias y responsabilidades, pues describe y define, proporcionando, según su criterio, las comparecencias y incumbencias de los cargos públicos. El autor logra definir desde una vertiente política, legal y social las funciones de los funcionarios que trata. E ilustra sus aseveraciones con multitud de citas de autoridades, y con ejemplos de su propia experiencia durante el desempeño de sus diversos cargos públicos. Es innegable su utilidad didáctica y práctica, por sus estudios desde la vertiente política, legal y social de la función pública, con propuestas de su propia experiencia.

Aunque hayan transcurrido muchos años, y cambiado la forma de actuar en política, observamos que los problemas de la administración actual son de todos los tiempos, y que las soluciones dadas entonces sirven para hoy. Para el autor, siguiendo la tradición desde Aristóteles, la política es una ciencia, y debe ser ejercitada por personas que tienen sabiduría y estén dotadas de experiencia y prudencia. Y la principal virtud es saber escuchar el consejo de los sabios.

 

Ésta es la idea trascendente de toda la obra: la prudencia debe regir el comportamiento del político.

 

Su obra es una propuesta de profesionalización de las personas para el ejercicio del poder político, y administrar la función pública. Para Castillo de Bobadilla el trabajo es un compromiso personal, y ha de ejercer su función con plena responsabilidad, por lo que ha de constar con el asesoramiento de letrados, y únicamente así se logra un buen gobierno para la sociedad.

Su actuación ha de ser ajustada a la ley, para garantizar el buen gobierno. Ante todo, la idea directiva de todo buen gobierno ha de ser la defensa del orden político y el bien de la sociedad. Es enemigo de originalidades, tiene un gran valor la tradición y las costumbres de los pueblos, unido a la supeditación de la ley, la fidelidad por la razón de Estado y a la ideología cristiana que ha sabido modelar la ética de los comportamientos humanos.

Sin duda es una obra moralista que lejos del humanismo renacentista buscaba el orden en la ética y en las virtudes cristianas, como fuentes para fomentar el ejercicio moral del poder. Propone la obra muchos elementos de reflexión, sobre las cualidades personales y profesionales de los que se dedican a la política, sobre los consejos de cómo ejercer el poder, administrar la justicia, como implementar las políticas sociales y sobre la forma de dirigir los plenos municipales y otros muchos aspectos de cómo ejercer las funciones públicas. Advertencias muy útiles en tiempos en los que vemos tanta desviación de los políticos en el ejercicio de su trabajo.

Considerando la autoridad del jurisconsulto Gayo y de Aristóteles, dice que más de la mitad del éxito está en elegir las personas adecuadas para cada oficio, pues por los vicios o virtudes de los políticos se conserva el Estado, o gime y llega a perecer. Por esto el cuidado de elegir ministros del gobierno, es muy peligroso, y de ello depende todo bien o todo mal, y si se yerra o acierta. Y según Platón una mala elección acarrea grandísimas calamidades a la República.

Han de tener «sabiduría del derecho y de las leyes», pero además han de ser probos en el ejercicio. Y añade que «si el governalla y oficio de Piloto de la nao se diesse por amistad, o por dinero, o por otro respeto, sin tener consideracion à si la persona a quien se encomendava, sabia mover el timon, tomar el viento, y mandar à los marineros», ¿Se atrevería alguien a montar e ir en ese barco?

El gobernante no ha de ser arrogante, soberbio, jactancioso o ambicioso pues concurriendo estos defectos su ejercicio será muy pernicioso y contrario a la justicia. Sino que ha de ser «manso, justo y temeroso de Dios y de buena conciencia… porque con la mansedumbre agrada à los negociantes, y determina los negocios atentadamente, con la rectitud galardona los buenos, y castiga los malos, y guarda justicia à las partes; con el temor de Dios teme el ofender è injuriar por amor de Dios; con la equidad y benignidad administra justicia, por dar tan buena cuenta como la toma».

«El Reyno, o Provincia governada sin prudencia, o sabiduria, no puede mucho durar, porque no menos han menester prudencia los Governadores que las semillas el calor del sol, pues con ella todos los ímpetus del animo, y todas las declinaciones del se dirigen à bien, y con imprudencia à mal»

Dice de los colaboradores: «Suele el diestro Architecto poner firmes basas debaxo de las altas columnas, sobre las quales solida y seguramente estribe y consista el edificio: bien assi es cosa necessaria, que elijan y tengan consigo muy buenos consejeros y assessores, en cuyos juyzios y consejos, como sobre fundamentos estables y fuertes, se apoyen y afirmen sus hechos».

Ha de ser limitado su gobierno porque «de perpetuarse y durar mucho en los oficios, dan los ministros en insolencia y tirania, de que se causan injusticias, y dissensiones». Dos recomendaciones que «dio Platon en su Republica à los Principes, y Governadores: el uno fue, que cuydassen en universal de todo el cuerpo de la Republica, porque el respeto y consideracion particular para con unos, no causasse olvido y daño para con los demás: y el otro precepto era que todas sus obras y acciones endereçassen al bien publico, olvidados de sus comodidades».

De los vicios de los gobernantes: «Este amor de si mismo que hombre tiene (que los Griegos llaman Philantia) creyendo que merece mucho, y que por su casta, ingenio, letras, prudencia, y talento, deve ser antepuesto à los demas, y la incita à estimarse à si y menospreciar à los otros, es tan odioso à la Republica humana, que de Dios es esistido, y de los Angeles condenado, y de los hombres aborrecido».

Por tanto «Aunque la malicia y mala inclinacion, es natural à todos los hombres, porque toda edad es mas inclinada y proclive al mal que al bien: pero segun Euripides, el hombre que corrompido por interes es malo, este tal indigno es de perdon, y mucho mas que el que por ignorancia, o impericia peca, porque el dolo y la voluntad agravan la culpa: y por el contrario, como dizen Angelo, y otros, contra el juez que tiene limpias manos, no se deve hazer escrupulosa inquisición».

 

Hay que tener especial cuidado «Sobre lo tocante à recebir… dadivas, dones, ò dineros (porque pueden muchas vezes mas que la justicia, y que las espadas y lanças) segun lo que refiere Ciceron».

 

Y como en artículos anteriores he apuntado el interés que hubo en otro tiempo por la selección y ejercicio de la función pública, queremos recordar que nuestros políticos con tan arduas funciones de servicio público, no pueden ser cualquiera, sino que deberían ser, dejando sus intereses personales, con una formación propia para esa función, a imitación de la manera como se gobernaba cuando España llegó a ser la primera potencia. Aquello no fue por casualidad, sino porque había unas reglas de comportamiento, exigiendo una entrega total y con un ideal de servicio público. Castillo de Bobadilla en su manual, escrito en los últimos años del rey Felipe II, nos proporciona material para el estudio de lo que debe ser un buen político.

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Comentarios(1):

Carlos Magdalena. CMM - 14-04-2019

Un gran articulo Enhorabuena