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Opinión 25-02-2019 18:03

La arrogancia de esta sociedad

Vivimos en una sociedad arrogante, que se ha creído que puede fabricar ciudadanos a su voluntad. Estamos llegando a un punto en el que, o volvemos a considerar a los individuos como les ha creado la naturaleza, o caminamos a un futuro, en el que, como dice Huxley en `Un Mundo Feliz`, se nos va a dar todo hecho por «lo políticamente correcto», y vamos a ser robots de la programación de unos políticos.

 

Por lo que pensemos lo que nos advierte Huxley: que no nos dejemos embaucar por el sueño del mundo feliz que nos predican. Eso no es el progreso para la persona, que tiene que luchar para salir en la vida, sino un programa acomodado para el juego de los políticos.

Huxley escribió este libro al final de la segunda guerra mundial, cuando había gran perplejidad de qué orientación tomar en política. Se trataba de una reflexión ante los males que había dejado la sociedad pasada que dio lugar a dos guerras, y el desconcierto ante el futuro político que nacía en ese momento histórico. Ante los males de las grandes guerras que habían sido fruto de la época anterior, se estimaba la necesidad de construir una sociedad nueva, en la que todo debía ser organizado con previsión, donde toda persona había de tener trabajo y gozar de paz y «libertad», entendido a su manera.

Pasados los años podemos advertir, cómo la política actual toma al pie de la letra aquella idea, y ha pensado destruir la persona, que estaba formada según la tradición, para fabricarla según la ideología que ha forjado la progresía. Esto es, una persona artificial.

Se trata de una ideología en la que se ha desechado la naturaleza humana y los valores de otros tiempos: como era la libertad de pensamiento, la reflexión filosófica y en especial la religión, al objeto de conseguir un individuo prefabricado. Para llegar a este objetivo la primera labor que se ha propuesto esta política es destruir el matrimonio y la familia. Hoy día encontramos una gran acción de los políticos para que estas instituciones, que son las más antiguas y que han creado las formas de convivencia humana en todas las civilizaciones, sean rechazadas y se les deje sin ningún valor.

Al tiempo que se trata de llegar a un igualitarismo a la baja, dando por supuesto la igualdad que niega la naturaleza, por ello tratan de no reconocer la diferencia, la excepcionalidad y la excelencia, pero esto es un engaño, porque no advierten que cualquier sistema selecciona a los mejores, ya que automáticamente se valoran la capacidad y el trabajo, por tanto, quieran o no, la ley natural impone la eficacia como un valor.

Piensan que la solución de los problemas sociales está en trastrocar la naturaleza humana, supervalorar el feminismo y señalar al hombre como delincuente. Pero este feminismo no se ordena a la producción industrial, sino a la propaganda política, por lo que constituye elemento esencial de reclamo para los partidos de izquierda.

Se habla mucho de la promoción de la mujer, pero no se cuida de definir qué es eso. A través de la historia la madre ha tenido la labor más importante la de forjar a las personas, y éstas tenían una forma de ser, marcado por la familia. Nota que se ha llegado borrar, pues este progreso arrebata a los hijos desde la primera infancia y da la educación en centros definidos por la política. De este modo se trastorna el desarrollo de la sensibilidad del niño. Ciertamente quitan a la mujer un gran trabajo, pero produce una sociedad donde el hijo no tienen claro la función de los padres, y se les pierde todo respeto y consideración.

Este feminismo habla como si promocionase a la mujer en la sociedad, sin duda lo ha hecho en política por las grandes cantidades de dinero que se dan a las instituciones feministas, pero si se considera el trabajo industrial, ya no resulta igual. La mujer que quiera llegar a algo tiene que hacerlo a su costa, con su esfuerzo y mucho estudio, y luego unas oposiciones para alcanzar los objetivos que se proponga.

Reparemos cómo el discurso feminista se dirige al sector público y trabajadoras por cuenta ajena, cuando la realidad es mucho más variada y compleja. La mayor parte de las trabajadoras son autónomas, han creado sus PYMES, y laboran sin ayudas y sin limitación de horas de trabajo. Para el movimiento feminista este hecho como si no existiera, cuando en el sector femenino es mayoría, y supone el mayor aporte de riqueza, proyectos y empleo.

Además, este feminismo se ha propuesto crear una nueva biología, llevando hasta sus últimas consecuencias la ideología comunista. Para ello se ha descubierto la epigénetica conductual en la que las condiciones ambientales, la cultura y la experiencia influyen a posteriori en la formación de la persona, y pueden modificarla, al despertar y activar la función de genes que no se excitan naturalmente. Pero más fuerte que eso hay una determinación biológica, que el marxismo cultural dominante trata de ningunear, aunque es ir contra la naturaleza biológica de las personas. Basado en esa epigenética se ha llegado a legislar para que a los niños desde su más tierna infancia se les confunda en sus tendencias sexuales, y se les desoriente cuál va a ser su sexualidad, lo que constituye un crimen.

Es evidente que nuestro ordenamiento jurídico general garantiza los derechos de las personas. Pero ir contra la naturaleza humana, que ha dividido a las personas por mitades en dos sexos, y afirmar un igualitarismo (que no es igualdad) forzada entre los sexos, lesiona los derechos reconocidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, reduciendo las posibilidades del desarrollo de la persona.

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