07-12-2010 15:26
UPYD:La influencia de un gran partido
Román San Emeterio- candidato a la presidencia de Cantabria por Unión , Progreso Y Democracia.-Algo está pasando en España desde hace meses al son de la crisis economicopoliticosocial. Y algo está trastornando a nuestros parlamentarios en Cantabria que, perdidos ante una ciudadanía cada vez más escéptica y descontenta con su gestión y oposición, oyen campanas y tratan de reproducir su tañido.
Pero, lástima, no encuentran el tono.
Me decían hace unos días en una tertulia televisiva en la que participé que la crisis económica ha puesto de manifiesto la necesidad de reorganización de nuestras administraciones. Pues no, no es eso. Lo que esta crisis ha revelado es el desfase y los desmanes que los gobernantes que nos han tocado en desgracia han cometido, el abuso injustificable que supone el derroche del dinero público año tras año. Lo que esta crisis ha mostrado es que al dinero común no se le daba valor, y que si se hubiera gastado sensata y honestamente una de dos: o bien nos habría cundido mucho más multiplicando el efecto social de cada euro gastado, o bien nos habría permitido pagar muchos menos impuestos. Cualquier economía familiar entiende estos rudimentos básicos a los que me refiero y que no consisten en otra cosa que estirar cada euro de modo que dé el mayor y eficiente rendimiento. Pues tal era la obligación. Han sido lustros dilapidando vorazmente, algunas veces desde la administración propiamente dicha y muchas otras -es mucho más fácil- desde cualquier hilo de la extensa red de entes y empresas públicos paralelos a la propia administración (los valientes que se lean los primeros artículos de la Ley de Finanzas para calibrar las diferentes modalidades posibles), entes nutridos de dinero público y gastados con la nula transparencia (lacra de esta región en particular) que el funcionamiento mercantil curiosamente permite y que aboca a la pavorosa situación de tener que ganar las elecciones para acceder a los libros de cuentas. No sé cómo no tiemblan los cimientos de San Rafael.
Por supuesto que sobran eslabones en la cadena administrativa, sobran duplicidades, excesos y redundancias en una España con tres administraciones y más de ocho mil cien municipios. Invito a la lectura de un pequeño gran librito que, visto lo visto desde su publicación por la fundación Progreso y Democracia, se ha convertido en lectura inseparable de muchos: El coste del Estado autonómico.
Tras la entrada de UPyD en el Parlamento de España un leve runrún comenzó a oírse: eran las propuestas de un pequeño partido dichas con voz firme y convicción, propuestas que, entre otras, impelían Pactos de Estado, supresión de duplicidades y gasto autonómico superfluo, austeridad y racionalización de las administraciones, restauración del mercado interior, despolitización de las cajas de ahorro, independencia de la justicia, reforma de la ley electoral y del mercado de trabajo. Propuestas que poco a poco calaron, primero en los periodistas y politólogos. Propuestas de sentido común para el bien común que poco a poco impregnaron a buena parte de la clase política.
Efectivamente dicen unos y otros ahora, los mismos que a manos rotas dispendiaron, que toca apretarse el cinturón. El último en cacarear que es preciso adelgazar la administración fue esta semana el popular Ignacio Diego (semana por cierto en la que el equipo de gobierno popular del Ayuntamiento de Santander anuncia la creación de una nueva fundación por él participada, heredera de otra gastadora interfecta: la Santander-2016). Pero adelgazar la administración no consiste sólo en pasar a contar con ocho consejerías, no señor, consiste sobre todo en analizar el rendimiento social de las decenas de empresas públicas y asimilables y hacer una purga saludable (costará -en determinación y dinero- enviar a tanto estómago agradecido a nuestro precario y pobremente reformado mercado laboral y, por lo que veo, no hay arrestos).
También soltó el diputado Diego la prenda, no quiero ni en realidad puedo evitar mencionarlo, de que su partido es el verdadero partido regionalista de Cantabria, mucho más que el del Presidente Revilla. No nos faltaba nada más a los montañeses que tener no ya uno sino dos partidos regionalistas. El acabose. Aunque, en el fondo, en absoluto sorprende esta deriva popular, pues la falta de coherencia de su discurso hace tiempo que trocó un partido nacional en un partido elípticamente franquiciado que en el parlamento de Vitoria, por ejemplo, mantiene posiciones disonantes con las defendidas en Las Cortes, un partido que adapta su discurso calibrando el efecto electoral a costa de su propia coherencia. La sombra del ciudadano Rajoy es alargada y no da cobijo. Y el Presidente Revilla, afectado por vientos que desorientan y en un arranque de lo que considero ficticia sensatez, expone que hay que reconsiderar el límite del estado autonómico, con el único afán a mi juicio de reinventarse ante el precipicio y ver el efecto en las encuestas antes de dar otro triple mortal hacia atrás o bien aselarse. Y mientras, un derrotista y multidimensionalmente fragmentado partido socialista trata de ponerse de perfil (a imagen y semejanza del Presidente Zapatero, tapado por el locuaz Rubalcaba), consciente de que el descalabro electoral lo convertirá en magullado fiambre. Eso sí, impertérrito y continuista es capaz de avalar con su socio en el Gobierno de Cantabria unos presupuestos en los que cientos de miles de euros están asignados a fantasmagóricas y amenabarianas partidas bajo el epígrafe 'Otros'. Basta ya, por favor. Dejen paso a los que queremos cambiar lo que parece imposible: La alternativa existe.
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