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Opinión 23-02-2020 17:09

Una total falta de estética, por Juan Goti Ordeñana

 

 

Alcanzado el nivel cultural al que ha llegado Europa, se nos exige una estética en nuestras formas y actuaciones, que adquiere mayor exigencia en las maneras de los gobiernos. La estética se deriva de la palabra griega aisthetike que significa percepción, sensación, y se suele referir a la rama de la filosofía que estudia la aprehensión de la belleza, no sólo en el arte, sino, también, en las actitudes. Por lo que con frecuencia los autores tienden a definirla, como el estudio de las experiencias estéticas o referirla a los juicios estéticos en general. Cuando algo calificamos de estético, estamos haciendo referencia, desde el campo de la filosofía, al estudio de experiencias y juicios que van discurriendo todos los días en las actividades que realizamos, en cuanto que producen sensaciones y emociones, de una manera especial si afectan a la lógica marcha de la sociedad. Resultan estéticas si son positivas, y antiestéticas si son negativas.

La estética trata de enjuiciar los hechos buscando el por qué, y calificándolos de aceptables o rechazables. Los griegos lo pusieron en relación con kalos (lo bello), por lo que un clásico heleno lo refería tanto al arte como al comportamiento humano, en relación a valores plenamente aceptados. En este sentido los usa Platón en la República: «Decimos que hay algo Bello en sí y Bueno en sí y, análogamente, respecto a todas aquellas cosas que postulábamos como siendo una unidad, de acuerdo con la Idea única, y llamamos a cada una lo que es». Y puesto que lo bello debe tener una ordenación de partes, hace referencia tanto a la magnitud como a la calidad, porque la belleza se mide por la magnitud y el orden.

Ya Policleto escribió hacia el siglo V a.C. un celebre tratado de escultura, en el que basándose sobre los conocimientos matemáticos y geométricos de los pitagóricos señaló el canon de las proporciones del cuerpo humano, marcando el ideal de la belleza. En todas las materias hay un canon de la proporcionalidad, pero en el actual Gobierno de Pedro Sánchez, no se ha guardado tal medida en la formación del Gobierno, sino que se ha tratado de dar acomodo a todos los partidos que le podían favorecer, y acallar las voces discrepantes. Nos encontramos con un Gobierno desproporcionado, hecho para contentar ideologías que degeneran la convivencia social, y destruyen la idea de sociedad. Esta desproporción que afecta a varios ministerios, lo ha puesto de relieve Manuel Castells, nuevo Ministro de Universidades, cuando manifestó que no tenía sentido crear su ministerio partiendo el de Ciencia y Universidades, porque le han dejado sin funciones. En los casos que se da esta anomalía, además, se proyecta crear organismos de coordinación. No obstante, Manuel Castells se aferró al ministerio, pues un chollo, como éste, hay que aprovecharlo. Se muestra así la primera actuación contra la estética, la desproporción.

Además de la desproporcionalidad hay que advertir el orden en la organización. En primer lugar, hay que partir de las personas que van a formar el Gobierno, y a la vista de cualquier observador se caracteriza por la cantidad de personas profesionalmente incompetentes, aunque se dé alguna excepción. Lógicamente, hay que empezar por el presidente del Gobierno, quien dice que hizo una tesis doctoral en economía. Tesis que no se publicó y que se ha conocido por la rebusca de periodistas, y se ha advertido que es copiada. Llama la atención, que si es doctor en economía no haya sido capaz de publicar un artículo mediamente interesante, como es normal en los que alcanzan el doctorado. En realidad, no ha proporcionado a la ciencia de la economía ninguna idea destacable, ni aún en sus discursos y charlas se ha lucido con alguna exposición en esta materia. En consecuencia, no puede extrañar, que entre los miembros de su Gobierno no haya ministros que se distingan por sus curricula, más bien se encuentra un buen número de indocumentados y snob. No es que todos hayan de tener gran nivel cultural, pero habría que exigir un grado aceptable. Pero sí se ve una falta de estética en la composición del Gobierno.

Se trata de un gobierno formado con retales de muy diversos partidos, pero de izquierda, aunque no faltan partidos colaboradores de la derecha que luchan por premios económicos o el privilegio de la independencia. No vamos a describir la problemática de todos, pero, en especial, llama la atención el ministerio de Igualdad. El primer problema que plantea este ministerio es el del nombre, pues igualdad dice relación con todo tipo de personas, y sólo consta de mujeres, parece que han quedado un solo funcionario, no sé por qué motivo. La estética exige como primera nota un equilibrio.

Pero antes de empezar hay que decir algo sobre la titular del ministerio, Irene Montero. ¿Responde al principio de igualdad, el trato que ha dado a su ex-escolta, que desechó de mala manera, y que ante el temor de que le lleve a los tribunales le quiere comprar? Si admite para sí tal diferencia de señores y criados para todo. ¿Cómo va a ser el Ministerio de Igualdad? Si desde el principio nos encontramos con antiestéticas actitudes de la ministra, ¿cómo será la igualdad, que va a promocionar ese ministerio? Necesariamente falto de estética.

Miremos a lo que de la igualdad dice en su cuarta acepción del diccionario de la RAE: «Equivalencia de dos cantidades o expresiones». Deberíamos observar donde se encuentran las equivalencias en el funcionamiento de este ministerio. Si con algo deberían buscar la equivalencia es con el hombre. Pero por principio les han eliminado de la existencia, hasta negar que deba existir la heterosexualidad, y, en consecuencia, todo heterosexual es calificado homófobo. Expresión que se han inventado y trastocado su etimología, pues es compuesto de una palabra latina homo (hombre), y otra griega fobia (odio), por lo que etimológicamente es odio al hombre, quienquiera que lo manifieste hombre o mujer, pero ellas lo atribuyen a todo hombre heterosexual, y utilizan como un insulto, porque no les cabe en la cabeza que éste respete al homosexual.

El objetivo del ministerio de Igualdad lo muestra claramente la directora del Instituto de la Mujer, Beatriz Galindo, cuando dice: que nadie debería ser heterosexual, puesto que es el gran mal de la humanidad. Luego la sociedad perfecta para este ministerio es una república de mujeres y homosexuales. Si este es el objetivo de este ministerio, ¿está justificada su existencia?

Y dentro de los logros de este ministerio la responsable de la Dirección General de Diversidad Étnico Racial, Alba González San, renunció avergonzada a su puesto, por no estar «suficientemente racionalizada», esto es, únicamente por ser blanca. Para no molestar a los «colectivos antirracistas», se ha nombrado en su lugar a una socialista negra. ¡Vaya departamento! Con esta ideología, sin duda, han desterrado la estética por principio.

¿Cuál será el desaguisado que en la sociedad cause este ministerio de igualdad? De momento es imprevisible, pues parece que quiere romper con todos los prejuicios que ellas han creado en la sociedad de estos momentos. Con estos antecedentes, ¿cómo se justifica la tercera acepción de igualdad del diccionario de la RAE: «Principio que reconoce la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones»?

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