¿Traspasaron los Romanos Reinosa hacia la costa en las guerras Cántabras?
Paulino Laguillo García-Bárcena.- El historiador Floro recoge la llegada a Cantabria en el año 29 (a.C.) del mismísimo César Augusto, pero no pasa de ahí. Finalmente, procede dejar bien claro que la existencia en nuestro entorno de campamentos y calzadas romanos no significa inexorablemente su construcción y momento durante las famosas Guerras Cántabras.
De las tres principales invasiones padecidas por nuestra tierra que recogen las páginas de la Historia de España, ni el propio César Augusto en persona dirigiendo las operaciones bélicas del poderosísimo imperio romano, ni tampoco los agarenos introducidos en la península por el sur, fueron capaces por el inmenso bosque con que la naturaleza se prodigaba desde Reinosa hacia la costa, y de una muy peligrosa orografía que no se atrevieron a traspasar por encontrarse ocultos entre tales elementos naturales una población autóctona entre el muy denso arbolado y encaramada en los altos riscos para saludarles afectuosamente. Solamente las huestes del vil emperador de los franceses, Napoleón Bonaparte, consiguieron hacerlo en los comienzos del siglo XIX y Guerra de la Independencia. Pero tal osadía le costó bien cara en nuestra patria a quien se le llegó a considerar el dominador de Europa.
Según una información de los últimos días de este comienzo del verano, resulta muy plausible la iniciativa de organizar para el mes de octubre un ciclo de conferencias bajo el epígrafe “La Arqueología de las Guerras Cántabras”, conmemorando con ello el bimilenario de la muerte del emperador Augusto y también un acto de reconocimiento del fallecido Joaquín González Echegaray, escritor, historiador y arqueólogo, miembro del Centro de Estudios Montañeses.
Decididamente los ponentes elegidos para las distintas conferencias a impartir constituyen un cuadro de lujo en esta materia, todos ellos altamente cualificados y que a buen seguro aportarán datos de inestimable valor e interés en sus respectivas disertaciones. Sus amplios conocimientos y estudios exhaustivos, complementados con excelentes trabajos de campo aseguran de antemano unas charlas entre el 20 y el 31 de octubre en la Sala CASYC a cargo de Eduardo José Peralta Labrador, Mikel Unzueta Portilla, Jesús Francisco Torres Martínez, Lino Mantecón Callejo, Rafael Bolado del Castillo, Jorge Camino Mayor y Ramón Bohigas.
Precisamente una de las conferencias impartidas en las Juntas Académicas mensuales del Centro de Estudios Montañeses de Santander a cargo del versado Joaquín González Echegaray tuvo por eje central las Guerras Cántabras, abundando tanto en su estrategia bélica para conseguir dominar a astures y cántabros como en el contexto social de ambas partes en aquella tan convulsa ápoca de la Historia de España, el inmenso poderío del imperio romano, los diversos símbolos que empleaban y el significado de los mismos, etc. Pero en momento alguno se refirió a su campo de actuación fuera de la conocida vía entre Sasamón y Julióbriga.
Similar disertación tuvo el día 5 de marzo de 2012 en la citada institución santanderina otra autoridad muy competente en la materia, el P. Eutimio Martino Redondo, catedrático emérito de la Universidad Pontificia de Comillas al frente de la cátedra de historia, romanización y cristianización. Ambos posiblemente sean de las mayores autoridades en esta materia. Martino hizo mucho hincapié en las estancias y movimientos romanos en el Monte Vindio, Aracilum, Aradillos, Julióbriga…incidiendo en que desde allí las tropas romanas se habían dirigido hacia Liébana, Astorga, Asturias y Galicia. Preguntado acerca de la posibilidad de si habrían descendido de Reinosa al valle se mostró reticente ante ello, citando incluso el hecho de haberse perdido el diario en el que podrían estar este y otros casos inherentes a la conquista de Cantabria.
El historiador Floro recoge la llegada a Cantabria en el año 29 (a.C.) del mismísimo César Augusto, pero no pasa de ahí. Por su parte el también historiador y senador romano Dion Casio da cuenta del sistema defensivo de guerrillas que empleaban los feroces guerreros cántabros, algo de lo más temido por el invasor, siempre acostumbrados a guerrear en campo abierto, y que muchos siglos después nuestros antepasados volvieron a poner en práctica con los franceses, ocasionándoles la derrota.
Finalmente, procede dejar bien claro que la existencia en nuestro entorno de campamentos y calzadas romanos no significa inexorablemente su construcción y momento durante las famosas Guerras Cántabras. No constituyen otra cosa que la posterior romanización una vez sometida Cantabria al imperio romano. En ninguno de tales campamentos se han llevado a cabo excavaciones con la entidad y resultados suficientes para datarlos en las propias Guerras Cántabras.
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