Noticias de Cantabria
31-08-2013 10:49

LUIS MARIA DE LA SIERRA Y EL BOC.

José María Díez Prieto.-Se cumplen en estos días dos efemérides que me gustaría recordar a los lectores. Por una parte 180 años de la publicación de la Real Orden por la que se establece que cada provincia tiene que tener su propio boletín oficial de tirada periódica para publicar las órdenes, anuncios públicos y privados, subastas y demás disposiciones “que tengan que hacerse a las justicias y ayuntamientos de los pueblos por cualquier autoridad

 Se cumplen en estos días dos efemérides que me gustaría recordar a los lectores. Por una parte 180 años de la publicación de la Real Orden por la que se establece que cada provincia tiene que tener su propio boletín oficial de tirada periódica para publicar las órdenes, anuncios públicos y privados, subastas y demás disposiciones “que tengan que hacerse a las justicias y ayuntamientos de los pueblos por cualquier autoridad”.

El 23 de agosto de 1833 se adjudica en pública subasta la impresión, en calidad de editor, y por un periodo de un año, el Boletín Oficial de la provincia de Santander a Luis María de la Sierra. Saldrá el primer boletín a la calle el 1º de octubre desde la imprenta Martínez, al precio de 12 reales al trimestre para la ciudad y 20 reales para fuera.

En el mes de agosto de 1793 viene al mundo Luis María de la Sierra de la Peña en la localidad trasmerana de Secadura, en la Junta de Voto. Hace pues 220 años que fue bautizado en la parroquia de San Juan de Secadura por Francisco Richou, párroco de Joudon, de la diócesis de Angers, en el alto Loira francés. Era uno de tantos religiosos que huyendo de la moda de perder la cabeza, tan frecuente en Francia por aquellos años, viajaron desde el puerto de Nantes a la cornisa cantábrica y permanecieron por estas tierras hasta que se pasó la fiebre libertadora de los revolucionarios.

 

Luis María estudió leyes en Oviedo, Valladolid y Zaragoza patrocinado por D. Juan Madrazo, tío de su madre, y pasó el examen de abogado de los Reales Consejos en 1819, solicitando al rey Fernando VII una plaza de juez “tan necesaria en estos reinos”. El 21 de junio de 1821 es nombrado Juez interino de Primera Instancia de Ontaneda. El 7 de febrero de 1822 en nombrado Promotor fiscal en propiedad del Juzgado de Primera Instancia de Liérganes. No estará mucho tiempo en esa plaza ya que el 23 de junio de ese año es nombrado Juez de Primera Instancia en propiedad del partido de Torrelavega.

Esos años del final del absolutismo en Europa, con los continuos cambios de gobiernos, reyes, constituciones, etc., no son buenos para un declarado liberal que,  parece, no era muy proclive a callarse la boca o la pluma. Por esa razón se recluye o le recluyen en Hoznayo, desde donde se dedica a escribir y a la abogacía desde 1823 hasta 1833, en que muere Fernando VII y termina el antiguo régimen.

Participa en la desaparición del Consulado de Santander, ordenando y clasificando sus papeles y le encargan de la puesta en marcha de la nueva Junta de Comercio de la que le nombrarán Secretario-Contador. Sus conocimientos y experiencia le llevarán al gobernador civil a pedir su participación en la redacción del nuevo Código de Comercio, al que aportó “una larga explicación de los muchos defectos que contiene el Código de Comercio vigente”.


Su prestigio en la ciudad era tal que fue nombrado miembro del Consejo de disciplina del batallón de Urbanos de Santander y Fiscal del cuerpo por el mismo Consejo. Miembro de la Junta de Administración, Armamento y Defensa de la provincia, creada por R O de 6 de noviembre de 1833, que le lleva a participar en varias operaciones contra los facciosos en sus incursiones en la provincia, siendo la más destacada la celebre “acción de Vargas”, donde es condecorado. Desde principios de enero hasta fin de agosto de 1835 desempeñó gratuitamente la Asesoría de Guerra de la provincia. A propuesta del Ayuntamiento de Santander fue nombrado miembro de la comisión de Escuelas del partido para la instrucción primaria de Provincias. Así mismo, la Junta de Beneficencia, le nombró miembro de la Comisión Inspectora del Hospital de San Rafael. Este mismo año remitió al Ministerio de Gracia y Justicia un “Estado de las cárceles de la provincia de Santander” y un “plan para mejorarlas y aliviar la suerte de los presos cuanto exige la humanidad”.

El 4 de agosto de 1835 fue nombrado por S.M. la Reina Gobernadora, alcalde Mayor interino de la ciudad y del partido de Santander. El 19 de agosto tomó posesión del cargo ante el gobernador civil de la provincia y cesará por Real Orden el 12 de enero de 1836fecha en que es trasladado a la judicatura interina de 1ª Instancia de Cartagena, a donde se traslada en pleno invierno sufriendo una grave enfermedad que le retiene 33 días en Albacete, hasta su restablecimiento. Veinte días después de llegar a Cartagena se producen los sucesos de mayo de 1836, con asesinatos que causan gran consternación en la ciudad y un desorden que tiene que ayudar a calmar en compañía de otras autoridades. Tiene que instruir la causa que acumula más de 600 hojas desde mayo hasta el 2 de agosto.

Jurada la Constitución el 10 de agosto en compañía de todas las autoridades, tuvo que ausentarse del pueblo y refugiarse en un barco de guerra inglés que estaba en el puerto. Una comisión de la Guardia Nacional exigía la libertad de los presos por los asesinatos del mes de mayo; la pretensión de algunos oficiales de que los asesinos fueran mandados al ejército; otros que exigían un pronto y ejemplar castigo; las simpatías de una parte de la población con los presos y finalmente la evidencia de que la autoridad militar no tenía fuerza para auxiliar  al encargado de ejecutar las leyes. El barco inglés le llevaría a una primera escala en Almería y posteriormente a Cádiz, donde entregó el sumario instruido a la autoridad competente que se encargó de continuar la causa y castigar a los culpables.

Tras varios destinos posteriores, entre los que se encuentra el de Juez de Primera Instancia de Santander,  en 1843 se le nombra Ministro honorario con tratamiento de Ministro de la Justicia de Burgos y continúa con sus escritos sobre la política de la provincia. En 1845 ve la luz el título “Cuestión de harinas”. Imprenta Martínez. Santander. Una defensa del puerto de Santander, las harinas de Castilla y su agricultura, la marina mercante y el comercio de Santander. En este tiempo fue director en dos épocas distintas del “Vigilante cántabro”, publicación de carácter mercantil y liberal que trató temas como los abusos de los fueros vascos, el dragado de la bahía de Santander o las arenas arrastradas por el río Cubas. ¿Les suenan estos temas?.

Todo esto viene a cuento porque hace unos pocos años la memoria histérica de Zapatero trajo a colación el cambio de calles en la ciudad y yo pensé, como tataranieto de Luis María, que podía ser una buena ocasión para solicitar una calle cerca del puerto o del comercio de la ciudad para este personaje, con lo que me puse manos a la obra. Se por mi amigo y vecino de la calle del Sol José Ramón Saiz Viadero, que lo presentó en la comisión de Cultura del Ayuntamiento de Santander, que el tema quedó sobre la mesa sin tomar decisión alguna. La iniciativa del PRC proponiendo nombres para posibles cambios me animó a proponer yo el mío, por si cuela. Todos ellos tendrán méritos sobrados para tener su calle, plaza o rincón en la ciudad, pero creo que este ciudadano también, porque todos los que fueron alcaldes de la ciudad la tienen y por su trabajo y dedicación  a una ciudad a la que no dudó en entregarle sus mejores años y energías en la defensa de sus gentes y sus intereses comunitarios. Mario García Oliva, en su libro sobre la historia del Colegio de Abogados de Santander , hace una semblanza muy elogiosa de su persona y su vida.

Con las obras del frente marítimo seguro que van a surgir espacios, muelles, terminales y demás oportunidades de cumplir con el recuerdo a este ciudadano ejemplar, por lo que invito a la Autoridad portuaria de Santander a intentarlo y sumarse a la iniciativa que perpetúe su memoria en alguna actuación dentro del ámbito de sus competencias, pues Luis María de la Sierra de la Peña fue un gran defensor del puerto de Santander.

Murió en Santander el 24 de abril de 1848.

 

 

                                                         

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