Noticias de Cantabria
22-10-2014 09:32

Leyenda del Lago de Sanabria

El lago de Sanabria es el mayor lago de origen glaciar de la península ibérica con 318,7 ha, 3 klmts de largo por 1,5 klmts de ancho y con una profundidad máxima de 53 metros. Se encuentra en el extremo noroccidental de la provincia de Zamora, en las estribaciones de las sierras Segundera y Cabrera.

Cuenta la leyenda que antes de la existencia del Lago de Sanabria, en ese rico valle se asentaba una villa llamada Villa Verde de Lucerna, en la que sus moradores prosperaban en sus tierras gracias  a su carácter negociador, pues con sus mancebos vendían sus productos por todas las regiones, 

En aquella época de terrible tempestad, en la que ningún vecino salía de sus casas, protegiéndose del mal tiempo y en espera de mejoría, un rayo de sol se abrió paso entre las nubes y una figura encorvada renqueando por el camino que llevaba hacia la villa.

Cuentan que vestía una capa de color pardo, tenía unas largas melenas y barbas grises. El peregrino visitó esa noche, una por una todas las casas de la villa, solicitando refugio ente esa noche tan cruda, no consiguiendo asilo en ninguna de ellas, ni siquiera un plato de caldo le fue ofertado.

Cuando ya con pesadumbre casi abandonaba la villa, en el camino de la montaña, en una humilde choza, apenas una cabaña, le abrieron la puerta y le dieron posada: “Pasad, pasad, buen peregrino. Aunque somos pobres en tierra de ricos, compartid con nosotros siquiera un vino”. Y así le asentaron en su escaño, en el mejor sitio junto al fuego y en un momento le prepararon un ponche de vino y huevo.

Los dueños, cuenta la leyenda, eran un matrimonio ya viejo, el cual se notaba que pasaba penurias en su vestimenta y en su alimentación. En esos momentos estaban preparando hornear una hogaza de pan negro, pues al estar muy metido el invierno, escaseaba el centeno.

En el momento de sacar el bollo uno a otro se miran con maravilla: con tan poca harina había y el pan por la puerta no salía. Y ya no era negro, sino blanco de pureza celestial. 

El peregrino les mira y sonríe asintiendo: “Pobres sois, buenos abuelos, pero en vuestro pecho el corazón sincero tiene más valor que el dinero”. “Habéis de partir ahora y no paréis hasta más allá del alto la Viquiella. Está viniendo una gran agua que se ha de llevar esta tierra.” 

El peregrino, salió de la cabaña, se fue hasta una zona alta del valle y mirando hacia el pueblo dijo con voz desafiante:  “Aquí clavo mi bordón, aquí nazca un gargallón”.

 

Desde el fondo de la tierra se inicia un ronco rugido que las entrañas embelesa –bramaba la sierra, contaron después. Al punto, el cielo responde con un sonido como de trompetas. Rompe a llover como no se ha visto en esta era y allí donde el peregrino ha clavado el bastón brota un manantial de agua negra y horrible. Brota y brota agua del suelo, pero más aún cae desde el cielo. Los jabatos se tiran de sus jergones entre gritos de espanto. Los primeros mueren pronto, aplastados entre los sillares de sus casas que el agua derrumba como arena en la ribera. Otros corren hacia los campos, mas la riada asesina no deja ni uno sano. Los últimos, en fin, fueron los que buscaron socorro en los altos: vieron como el agua anegó toda su villa, sus huertas y sus haciendas. Murieron ahogados y el agua siguió subiendo hasta que de Villa Verde de Lucerna tan solo quedó el recuerdo.

Al cabo de unos años, vecinos que sobrevivieron de Villa Verde de Lucerna, intentaron sacar las campanas del fondo del lago, pues sabían que eran de buen bronce. 

Escogieron dos terneros para tirar de ellas, Bragado y Redondo. Para ellos y para que fueran fuertes, sería la leche de dos vacas. La señora de la casa, que tenía niños pequeños en casa, ordeñó a una de las vacas una noche, siendo sorprendida por los vecinos. Ësta enfadada tiró la leche por encima del ternero 

Cuando llegó el día para recatar las campanas y los terneros habían crecido y se habían hecho dos fuertes bueyes, unos mozos buenos nadadores, se sumergieron en el lago amarrando las campanas con cuerdas. Inmediatamente ponen a la pareja de terneros en la playa a tirar de las campanas. Pero uno de ellos, por más que intenta no puede y el peso de la campana le hace resbalar. Su hermano gira la testuz y dice: “Tira, tira, buey Bragado, que la leche que ordeñaron por el lomo te la echaron”. Mas no fue capaz y el peso de la campana lo arrastró hasta el fondo y allí se quedó.

Y allí, en lo más hondo del Lago, quedó también la campana Bamba, que hasta el final de los tiempos no será salva. Sólo aquellos que en gracia de Dios se acercan a las aguas en la noche de San Juan han podido volverla a escuchar.

Cuentan que así llegó al campanario de la iglesia de Sanabria la campana Verdosa, que es capaz de parar las tormentas, cuando acechan. Así mismo hay una escultura del buey Redondo, que sacó con su fuerza esta campana. Algunos conocedores de la leyenda, aseguran que el peregrino era el mismo Jesuscristo.

 

 

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Comentarios(1):

chema - 23-10-2014

Plena sabiduría. Adelante con tus escritos.