La impostura
Es habitual oír en nuestra partitocracia, que no democracia, que los representantes elegidos no tienen responsabilidad alguna sobre lo que manejan ya que, sin ningún rubor, la trasladan a los contribuyentes, lo cual es una falacia enarbolar esta bandera de irresponsabilidad, cuando no se respetan las mínimas normas de seriedad que exige tal compromiso, cuando lo que se dice no se hace.
Es habitual oír en nuestra partitocracia, que no democracia, que los representantes elegidos no tienen responsabilidad alguna sobre lo que manejan ya que, sin ningún rubor, la trasladan a los contribuyentes, lo cual es una falacia enarbolar esta bandera de irresponsabilidad, cuando no se respetan las mínimas normas de seriedad que exige tal compromiso, cuando lo que se dice no se hace. Si por lo menos se votaran listas abiertas es posible que se asumiera a la vez que se controlara, algo que no se puede hacer actualmente.
Europa está muy atenta, siempre lo estuvo, tanto que vigila qué pasa y qué va a pasar, con la generalizada corrupción política española, que rebasa todo lo comprensible para la inteligencia humana. Los europeos pueden expulsar a España de la Unión Europea, si el Gobierno continúa engañando, porque hay propuestas económicas que, cuando se leen, aparte de situarse lejos de la realidad cotidiana, parece como si los economistas estuvieran jugando al Monopoly, lo cual denota poca sensatez.
Un programa electoral que propone fórmulas políticas trasnochadas o no, sin que antes se cambien las leyes, es un como un espejismo en pleno desierto. Sin datos oficiales sobre economía, el "yo haré", "yo haría", ha sido desde siempre, y por excelencia, la canción política que, para los tiempos que corren, ya no sirve, pues es el distintivo del profano. Después de tantos años de fraudes, la sociedad española necesita ser seducida, sin olvidar que los que lo consigan es posible que vuelvan a embaucarla con un discurso nuevo.
A El Señor de los Recortes y de las Mentiras del partido gobernante hay que mirarle fijamente a los ojos, respirar profundamente, contar hasta diez, y creerle lo justo. Tiene que asumir de una vez por todas que no tiene más remedio que utilizar firmemente la guadaña para cortar la hierba corrompida bajo los pies y dejar de almacenarla bajo las alfombras. Una pena que no haya sido previsor. A estas alturas, teniendo lo que tiene en su partido, sin olvidar a los otros, es intolerable que levante el estandarte de adalid. Pensaba que tenía un muro de contención y lo que tiene es un muro de espuma. Nadie se fía de sus formulismos, huecos hasta decir basta, por no haber cumplido el programa electoral que defendía en la oposición, lo que exige un período de penitencia, incluso una travesía por el vacío sideral. Si emprende esta acción es posible que los demás le sigan, incluidos los sindicatos, que no se quedan muy atrás.
Los políticos, en general, se embarcan en proyectos faraónicos sin estudiar sus consecuencias, sin siquiera lograr un mínimo de empatía con sus votantes que, al fin y al cabo, son contribuyentes a los que exigen sacrificios sin venir a cuento. Unos políticos que pasaron por Barrio Sésamo sin que Barrio Sésamo pasara por ellos, de ahí su pésima interpretación, llegando hasta la distorsión de la realidad circundante. Hasta ahora nadie puede presumir de haber hecho más de lo posible por regenerar lo degenerado. Tanto que, quien lo presuma, puede ser considerado como fatuo.
Se cree que lo que se está viviendo en la región catalana es un sueño del que necesita que alguien le despierte si no ha puesto el despertador. Se ha visto que no le gusta ser responsable de nada más que de recortar y de mentir. No le gusta medirse con los suyos. No le gusta remangarse para limpiar la suciedad sino que se lo encarga a otros. Véase el requerimiento al TC cuando la responsabilidad de un gobierno central es gobernar, aplicando el estilo a las diecisiete fincas.
Tiene trescientos días para decretar unas leyes regeneradoras en las que desaparezca la dictadura de partidos; una reforma de la ley electoral en la que prevalezcan las listas abiertas para todos y cada uno de los cargos políticos, con elecciones primarias, sin avales, en las que participen militantes y simpatizantes; una inhabilitación política casi generalizada, justa y necesaria; además de elegir directamente al presidente del gobierno, y con posible segunda vuelta, y no uno elegido por un partido político, como hasta ahora; además de redactar frases que en la Constitución han sido superadas por el paso del tiempo.
Trescientos días de trabajo, que ya están suficientemente cobrados. No todos los partidos pueden disponer de una segunda etapa venida a tiempo para corregir desmanes. Si El Señor de los Recortes y de las Mentiras no sabe, no contesta, el camino de la dimisión lo tiene expedito. Desde que se inauguró aquel famoso: “Váyase señor…” no ha dejado de prodigarse a todos los demás y éste último no iba a ser menos. Así que, cuanto antes, mejor. No vaya a ser que se ponga en plan sastre y diga que se necesitan más recortes. Después, si quiere dimitir, con la cabeza muy alta, puede hacerlo según su antojo, pero sin dejar pufos.
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