Cirugía externalizada
En los hospitales de Suiza, Austria, Holanda, Ohio, Minnesota, Reino Unido, Alemania, Italia, Bélgica, Francia, que he visitado realizan jornadas de quirófano intensivo y finaliza con el último paciente del parte de quirófano y no cuando mira la hora de su reloj de muñeca como en España y aquellos cobran diez o treinta veces mas
Cada cierto tiempo, dependiendo de la época del año, como justificación injustificable, el consejero de sanidad de turno dedica una resignada rueda de prensa en la que divulga unos resultados, siempre muy halagüeños, procedentes de unas encuestas magníficamente maquilladas de la, ya tan famosa, lista de espera quirúrgica, como si endogámica y espontáneamente se reprodujera a sí misma, que nada tienen que ver con la realidad porque, de haber puesto en marcha la solución que la política sanitaria ha creado, algo habría adelantado. Pero no.
El recorrido cada año es calcado del anterior. Es como si no se diera cuenta de que es un problema rancio, que se arrastra desde siempre, que no ha habido propósito de enmienda, quizá porque a la vista de estas conclusiones encuentra en el camino emprendido más beneficio cuando se habla de la lista, porque sin lista no se puede hablar, se acaba el chollo de hacer publicidad de lo bien que lo hacen, es un decir, seguro que se refiere a su tuneado.
Parece ser que hay que remontarse hasta principios de los años ochenta para comenzar a oír insistentemente una cantinela que, hasta el momento, pese a que se dice que hay intención de solucionar, parece que los sesudos políticos no han dado con la fórmula mágica salvo la ocurrencia magistral de desviar a los pacientes de la lista de espera quirúrgica, que no de consultas porque no generan riqueza, un hecho que siempre ha existido, aunque sin tanta resonancia y propaganda, mucho antes de que la actual democracia saltara a la palestra, y aún continúa con el obstáculo imponderable del aumento colateral a base de repartir el gran roscón sanitario. Los métodos para externalizar, gobierne quien gobierne, son muy similares, aunque ahora cada vez más legalizados, aunque sin atrevimiento para llamarlos legales.
En el camino de las transacciones, sin dejarse asesorar por técnicos cualificados, en plan de choque, en plan de alivio para la administración, emergen tiburones intermediarios muy bien organizados en formalizar conciertos privados, consiguiendo desviar dinero público, en millones de euros, hacia la empresa privada, una vez creadas las estructuras empresariales muy bien concienciadas en tales lides, propias de una emulsión, pese a la diáfana ganga especulativa y al ajuste de asistencia con buenos resultados, ganadoras en este río revuelto que encizaña el entorno médico-quirúrgico.
Con todo este burdo montaje los garantes de la cosa pública y, a su vez, mentes pensantes, tratan de transmitir a la sociedad la idea de que los profesionales de la sanidad pública son ingobernables, teniendo que recurrir a la panacea de trasvasar los pacientes del sistema público hacia el sistema privado, que tanto denigran, con prestación de historiales médicos de ir, pero no volver, o hacerlo a medias, y tarde. Lo cuál demuestra una pésima gestión hospitalaria, pues dicho dinero se podría ofrecer a los propios profesionales en lugar de marear la caja, dilapidarlo y malversarlo. Si el dinero externalizado se empleara óptimamente no habría necesidad de pagar a los que trabajan fuera, sino a los que trabajan dentro. Cualquier profesional, ¿sería tan tonto de no aceptar trabajar más y mejor por este dinero que es enviado fuera, y no precisamente para hacerlo mejor que los de dentro? Por tanto, si no funciona la administración pública es que, la cabeza que rige, no está en sus cabales o bien está mal teledirigida y hay que actuar en ella para corregir, pero nunca para desviar lo público a lo privado,, y en beneficio de quienes dirigen este empalme.
El error que tratan de implantar a la sociedad es torticero cuando divulgan que se necesitan más cirujanos y que estos trabajan poco. Nada más lejos de la realidad. La necesidad apremiante que no se consigue dominar es la propia distribución del trabajo, que está pésimamente desarrollada. Mejor no recordar a los médicos y cirujanos jubilados en tromba, poco menos que con nocturnidad y alevosía, tras haber derogado convenientemente algún que otro artículo del Estatuto Médico, tanto el año pasado como el presente, sin visos de que se detenga esta locura que pasará a la historia de la mediocridad, y sin haber contratado a otros en su lugar, porque la experiencia es un error jubilarla.
Hasta ahora, y desde siempre, todas y cada una de las intervenciones quirúrgicas se han metido en el mismo saco de la cantidad sin hacer distinción en la calidad, aunque bien es cierto que las que se externalizan son sencillitas bajo la presunción de que no van a sufrir complicaciones, porque esto no interesa, no da beneficios, ya que de las complicadas se encargan los propios cirujanos públicos. Algo en el Ministerio de Sanidad, sino todo, está encorsetado. Y aquel desencorsetador que lo desencorsete buen desencorsetador será. Por tanto, hay que desencorsetar absolutamente las gerencias de las diecisiete consejerías de la sanidad española. En síntesis, por el bien de la salud del ciudadano español se aconseja y recomienda devolver las competencias de Sanidad al gobierno central, lo mismo que las competencias de Educación: dos pilares básicos en el desarrollo evolutivo de cualquier Estado del primer mundo. Para ello se necesita, aparte de un nuevo pacto nacional, un nuevo planteamiento de la Sanidad.
Aunque la urgencia quirúrgica está perfectamente definida es necesario redefinirla y separarla de todo aquello que no lo es. Implicarse en una verdadera educación sanitaria, explicando aquellos diagnósticos que pueden esperar para ser intervenidos quirúrgicamente y aquellos que no. Aunque los horarios de trabajo están perfectamente definidos es necesario redefinirlos sin llegar a la esclavitud. Fomentar la creación de equipos quirúrgicos, mediante empatía, con un plan definido de trabajo hospitalario, algo que, desde la pura y dura gestión, por medio de sus graciosas y zafias rotaciones, se ha evitado, incluso luchado contra ello. En política puede servir, pero no en Sanidad donde la rotación es la causa de grandes complicaciones preoperatorias, intraoperatorias y postoperatorias. Por último, a la sanidad española le falta dinero, inversión, horas, quirófanos.
En los hospitales de Suiza, Austria, Holanda, Ohio, Minnesota, Reino Unido, Alemania, Italia, Bélgica, Francia, que he visitado, no una vez, sino varias, durante mi ejercicio profesional para asimilar técnicas quirúrgicas inéditas, fundamentalmente de cirugía de raquis, realizadas en quirófanos de jornada intensiva, con una programación continuada de doce horas, también había lista de espera quirúrgica, sin que llegara al histerismo parlamentario de la autonomía castellano leonesa. La principal diferencia entre estos hospitales y los españoles estriba en que los cirujanos allende nuestras fronteras cobran entre diez y treinta veces más que los cirujanos españoles, y sin guardias, en tanto que su jornada finaliza con el último paciente del parte de quirófano y no cuando mira la hora de su reloj de muñeca. Y, mientras tanto, aquí, hablando del posible próximo recorte de la miseria repartida y compartida por parte del gremio marianista.
Dr.Don ALFONSO CAMPUZANO
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