Ciertos polvos vienen estos lodos...
El pasado sábado presencié en un centro comercial una escena que me hizo reflexionar

Una madre con un niño de unos dos años que quería, a todo trance que su progenitora le subiera a un artilugio o cochecito que daba vueltas y como ésta no le dio el capricho, lloró, pataleó e hizo un amago de pegarla, ¡Sí, si, pegarla!....
La madre miró a su alrededor, debió pensar, como yo y muchas otras personas, que esta rabieta sólo podía concluir con un oportuno azote que le hiciera reaccionar y guardar el debido respeto a esta madre; pero ello podría derivar en una denuncia de cualquiera de los que contemplábamos la escena y nunca falta un juez que podría llegar hasta desposeer a esta progenitora de la patria potestad por maltrato infantil.
¡Y lo que acabo de escribir es políticamente incorrecto!. En esta sociedad hipócrita y que está perdiendo el norte en muchas cuestiones, lo políticamente correcto es que a este niño hay que convencerlo, al escolar que no quiere estudiar ni deja que lo hagan sus compañeros, también hay que convencerle por las buenas y hasta al joven gamberro que cualquier noche de sábado, con algo de alcohol en el cuerpo y en grupo, se dedica a romper papeleras o espejos retrovisores, para demostrar su valentía. ¿Qué no están de acuerdo?
Pues mire: hoy leo en algún medio de comunicación que la llamada “violencia filio parental” (¡Vaya nombrecito!) esta en constante aumento, hasta el punto de que muchos padres se ven obligados a llevar a los tribunales a sus propios hijos, menores de edad, por acoso y agresiones. ¿No se lo creen?. Pues más de ocho mil en toda España han acabado en la vía judicial, algunos de ellos en Cantabria y la tendencia sigue al alza. Les aseguro que muchos padres están aguantando lo indecible para no dar este dolorosísimo paso de denunciar a un hijo.
Curiosamente, las madres, por ser más débiles y por ser quienes conviven más con sus hijos, son las que reciben la mayoría de estas agresiones; los hijos, por ser físicamente más fuertes, son los agresores mayoritarios, aunque cada vez en mayor medida, las niñas también se están subiendo al guindo. En muchas ocasiones, son los abuelos los que reciben este trato vejatorio y desconsiderado.
¡Claro! Después estos niños y niñas llegan a la Escuela y se creen también con el derecho de acosar y hasta agredir a sus propios compañeros y a los docentes, situación que ya ha generado múltiples incidencias, entre la que no es menor la disminución de la calidad de la educación, pues muchas veces el docente tiene que perder el tiempo en hacerse escuchar, mandar callar, etc., sintiéndose, en muchas ocasiones, inerme ante esta dura realidad.
¿Podemos seguir? Pues algunos de estos “muchachitos y muchachitas” (Como les gusta decir a los de la izquierda) deben cultivar la autoestima y que mejor que meterse en un grupo que cuanto más acose y agreda y destroce, más se verán satisfechas estas inquietudes personales, sociales y hasta ¡políticas!....
¿Me siguen? Pues ya ven cómo está el hogar, la escuela, la calle y los aprovechados que manipulan y utilizan en su favor todo esto para que ni los padres puedan actuar cómo pudieran desear para educar rectamente a sus hijos; ni los educadores, perdón enseñantes, sean capaces de mantener adecuadamente la atención, estimular el esfuerzo y el deseo de aprender y conseguir el adecuado aprendizaje y formación de nuestros alumnos.
No me extraña que cuando lleguemos a la calle, ni los poderes públicos, ni las fuerzas de seguridad ni mucho menos los poderes judiciales sean capaces de controlar el debido respeto de unos hacia los otros, sean éstos ciudadanos que pasean por la calle, políticos o propiedades públicas o privadas.
¿Debemos de seguir tolerando las pequeñas faltas de educación de la gente?
¿Deberemos de soportar el coste y la imagen de los destrozos vandálicos en el mobiliario urbano?
¿Vamos a seguir tolerando ciertos programas de televisión que nos muestran, como ejemplo a imitar, algunas de estas prácticas?
¿Debemos de dejar impune el derecho a manifestarnos dónde y cuándo nos convenga, incluso por sorpresa, presionar, coaccionar y amenazar a las Instituciones públicas o a sus representantes?
¿Será esta situación parte de la crisis en que nos hallamos inmersos los españoles, dónde la autoridad queda relegada y vituperada en todos sus ámbitos como propugna la “socialdemocracia”?
Al final, quizás muchos lleguen a pensar que “tenemos lo que nos merecemos” y así hemos callado cuando nos han quitados a nuestros padres y nos los han sustituido por unos “progenitores”, nos han confundido con los derechos y los deberes y ya podemos observar algunas escenas callejeras que eran historia lejana de otros tiempos. ¿Les suena?
¡Pues alimentemos a estos pequeños dictadorzuelos, a los que algunos llaman “el síndrome del emperador” y acabaremos en lo que algunos han dado en llamar “escraches”, por cierto muy aplaudidos por ciertos sectores sociales y políticos!. Y la izquierda más montaraz, agresiva y “progresista”, aprovechará todo ello en su propio beneficio, pues ya dice el refrán que “a río revuelto, ganancia de pescadores” y la sociedad no debiera olvidar que “se cosecha, lo que se siembra”.
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Comentarios(3):
Muy lúcido análisis de la deriva de nuestra sociedad , donde valores como el respeto o el esfuerzo desaparecen con la connivencia de nuestros políticos. Valla sociedad que eredarán nuestros descendientes...
Muy de acuerdo y dificil solución tiene el problemón
Un problema de respeto y educación en todos los ambientes,desde la calle,la familia y los centros docentes.Hemos peredido el norte y muchos jovenes tienen tomado el poder.