Noticias de Cantabria
24-10-2014 18:18

Carta a la ex tenista Gala León

Como un seguidor del deporte tenis, que en los comienzos de los años sesenta, quizá debido a que los torneos más conocidos eran los practicados por jugadores amateurs, sólo se daba publicidad, tanto en la prensa escrita como en las pocas horas que duraba la programación de televisión española

Como un seguidor del deporte tenis, que en los comienzos de los años sesenta, quizá debido a que los torneos más conocidos eran los practicados por jugadores amateurs, sólo se daba publicidad, tanto en la prensa escrita como en las pocas horas que duraba la programación de televisión española, de la Davis Cup y de los cuatro Grand Slam: cuando el actual Australian Open se llamaba Campeonato de Australia; Les internationaux de France de Roland Garros; Wimbledon; y cuando el actual US Open se llamaba Forest Hill. Una época en que España, siendo finalista en dos ocasiones en la Davis Cup, gracias a Manolo Santana, llegó a cruzar las bolas nada menos que en Australia, alarde que fue correspondido por televisión española con su retransmisión de madrugada, igual que cuando el primer hombre pisó la Luna. Ninguno de los tres eventos dejé pasar. Digo alarde, y lo digo bien, ya que el cierre de la programación televisiva era a medianoche con la reflexión diaria de El alma se serena.

La Davis Cup se mantiene, desde sus comienzos, como una competición entre naciones, eminentemente masculina, aunque con ciertas variaciones. Habría que analizar el por qué, aunque no es el momento. Ésa, y no otra, es la gran diferencia entre ella y los cuatro Grand Slam. Los tenistas que han hecho de este deporte su profesión dan preferencia, más que nada por las ganancias que les reporta, a los torneos disputados dentro del circuito A.T.P., es decir, los ya citados y los Master 1000, 500, 250, que ocupan la totalidad del calendario anual. La Davis Cup, aunque importante, ocupa en su planteamiento un segundo término, posiblemente porque su caché no se adapta a la competición, pudiéndose deducir que la Federación de Tenis Española no dispone de presupuesto adecuado a la singularidad de los tenistas, y menos aún a la de un capitán masculino.

Los acuerdos de la Federación de Tenis, en la búsqueda de un capitán del equipo, no habían llegado a buen pacto con las personas idóneas. En los últimos años, sin saberse las causas, el equipo ha cambiado varias veces de capitán, todos ellos de elite, grandes conocedores del circuito competitivo, y entre sí, algo importantísimo. El capitán junto al equipo, y así lo ha sido siempre, debe formar una piña, ser un sólo hombre, debe buscar y encontrar la empatía total y absoluta, si es que quiere triunfar.

A partir de este instante, sin buscar el consenso, siempre desde la distancia de la imposición, una mujer, antigua tenista, la directora deportiva de la federación tiene la ingeniosidad de que ella puede ser, por primera vez en la vida de la Davis Cup, el/la capitán/a del equipo español, siendo aceptada por el presidente, quizá como pago a servicios prestados, sin haber llegado a preguntar a los jugadores para consensuar su nombramiento y, por supuesto, sin conocer totalmente a los participantes. La práctica de este ascenso es una acción propia de suicidio, pues en el momento mismo en que, sin conocer el particular entramado del torneo tenístico, se tiró al vacío. La noticia, hace varias semanas, como un bombazo, saltó a los titulares deportivos.

En una de sus primeras declaraciones, tan inconsecuentes como desafortunadas, se le escapó una máxima lapidaria: aquellos jugadores que no compitieran en las rondas la Davis Cup, no podrían participar en los Juegos Olímpicos 2016. ¿Acaso quería explicitar de antemano que no entraba con buen pie y que no la aceptarían? Mal comienzo y mucha carnaza para el personal que escuchaba. La noticia es la noticia, y hay que cazarla al vuelo, como a todo pájaro, momento en que la prensa, comenzó a hacerse eco de diferentes entrevistas, dando pábulo a expresiones sacadas de contesto, tergiversando términos, considerándolas sexistas, llevándolas al terreno que alargara la noticia, hasta conseguir lo que se pretendía.

La Federación Española de Tenis, desde los años sesenta, no cabe duda que ha mejorado, aunque sigue mostrándose demasiado cicatera e insensible con los mejores jugadores. El curriculum deportivo de la ex tenista Gala León, aparte de ser una persona extraña y de mediocre valía profesional, nunca estuvo entre las top ten del ranking mundial femenino, y tampoco como entrenadora se conocen sus cualidades. La imposición de un/a capitán/a sin consenso, y más en tenis de elite masculino, juega malas pasadas, sobre todo cuando falta experiencia, veteranía y, sobre todo, empatía. España, como pentacampeona que es, necesita un capitán que haya estado entre los top ten de tenis, como hasta el actual incomprensible nombramiento. Que no se vea en estas palabras ni el más mínimo asomo de menosprecio ni acritud hacia esta designación. El equipo español de la Davis Cup se la juega con cada elección de un capitán, de ahí sus resultados. Se trata, sólo para quien lo quiere ver, y no está ciego, de aptitudes, habilidades, condiciones, pero nunca de género, como se ha pretendido maliciosamente exponer.

Para finalizar, el tenis mundial apostará por la igualdad de oportunidades cuando las mujeres decidan y exijan jugar en los Grand Slam a tres set ganados, como hacen los hombres, mientras tanto habrá torneos de género masculino y de género femenino.

 

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