Bolivia, Venezuela y Cuba
Tengo la mejor opinión de los venezolanos, cubanos y bolivianos, también de sus países en general, pero la peor de sus tres presidentes socialistas.
El rodillazo en los genitales de Evo Morales a Daniel Cartagena, dirigente de la oposición, es la perfecta metáfora del comportamiento del socialismo hispano. El cándido presidente boliviano agrede, y el arbitro expulsa ¡al agredido!, y tras el partido los escoltas de Evo intentan detener al opositor, a quién además de apaleado y expulsado querían ver entre rejas.
Ahora se explica que el partido de Daniel Cartagena se llame Movimiento Sin Miedo, como para no tenérselo al candoroso Morales, a quién Zapatero le perdona millones de euros de deuda, y le dona, al menos 420 ambulancias, a cambio de que no expropie las empresas españolas que allí se asientan.
Con todo Evo Morales, que nos previno a los europeos de que comer pollo producía calvicie y te convertía en homosexual, está lejos de alcanzar el socialismo real, el hereditario, el la Cuba de los Castro, que ha recibido recientemente el enésimo apoyo de sus correligionarias españolas Leire Pajín y Elena Valenciano. Una pena que la apretada agenda de nuestras revolucionarias de salón no les permitiera atender a la disidencia, a los demócratas allí represaliados.
Pero en esto de la amable sonrisa revolucionaria y el rodillazo en los cataplines opositores, el rey es Hugo Chávez, nuestro tercer aliado americano, el que tiene en su gobierno terroristas de ETA, el que les da formación criminal, el mismo que se burla de nuestra justicia y cuestiona el comportamiento de la policía española.
Ese es Hugo, cuya ley electoral permite que la oposición con el 52% de los votos obtenga solo un tercio de los diputados, y que va camino de convertir a uno de los países con más recursos naturales del planeta en la nueva Cuba.
Y mientras compadreamos con el socialismo Iberoamericano, Zapatero subvenciona el anexionismo marroquí ahora con 56.000 euros para que una ONG de aquel país que este mes celebra en Rabat la conferencia “Ceuta y Melilla y las islas ocupadas”.
Nada extraño cuando Gibraltar, que antes era solo un peñón, crece ocupando nuestras aguas, va, a través de las nuevas urbanizaciones de lujo, camino de convertirse en Las Vegas, pero esta vez hurtada a España.
La política exterior española es una extraña mezcla de sectarismo partidario y acomplejamiento indolente, eso sí, siempre con una buena sonrisa.
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