Noticias de Cantabria
02-06-2014 16:52

Abdicación Real

Es posible que S.M. Juan Carlos I, previendo el cambio constitucional que se avecina, haya decidido que no le cogiera con el paso cambiado después de tantas y variadas intervenciones quirúrgicas, dos de cuales, con prisas y deficitario asesoramiento, no debían haber sido realizadas.

El momento jamás se sabrá si es oportuno o no; de hecho, cualquier momento es bueno, salvo excepciones contadísimas, sobre todo en política; y qué mejor momento que aprovechar, después de treinta y ocho años y medio de reinado fructífero, una decisión inteligente que inicie algo tan transcendental como servir para otros tantos años, si la imaginación deja ver el bosque y elige la vía que tanto provecho, digno de estudio, aportó a la democracia parlamentaria que se ha disfrutado.

Gracias a la generosa abdicación de S.M. el rey Juan Carlos I, se abre una nueva era, se abre como un libro, con páginas en blanco y sin numerar, la Segunda Transición, esperemos que tan modélica como la anterior, aunque con políticos más honestos, más preocupados por la sociedad que dicen representar dentro y fuera de nuestras fronteras, y no por ellos y sus cargos. Si el fin es servir, como ellos pregonan, que sirvan sin meter mano en la caja.

Con la nueva era que se inaugura sería de agradecer que los políticos actuales, casi como una exigencia, para estar a la altura de las circunstancias, y en bien de la sociedad a la que dicen que aman tanto, tan sólo en período electoral, que se hagan el haraquiri político, lo mismo que lo hicieron las Cortes representantes del Directorio Militar de Franco, algo que pueden y deben hacer, porque son unos actores inigualables, cuyo papel de sí mismos lo conocen a la perfección. Sin embargo, en esta ocasión, este gesto llamémoslo generoso, no quiere decir que los políticos que emerjan en la siguiente Legislatura van a hacer de su capa un sayo, van a campar a sus anchas, van a tener el mismo aforamiento que actualmente. El borrón no va a existir porque hay memoria, pero sí va a existir cuenta nueva. Las instituciones, sobre todo autonómicas tienen que adelgazar, con una cámara con la mitad de diputados universitarios y trilingües, mejor que bilingües, que legisle y, lo que legisle, se cumpla es suficiente, no ya por la inoportuna crisis, sino porque es una exigencia ciudadana, no tan novata como en aquellos entonces, sino que actualmente, pese a los desastrosos planes de estudio posteriores a 1959, poseen un cierto nivel superior, y siempre mejorable, que vigilarán con  lupa para que nadie se desmande.

No valdrá jurar o prometer la Constitución y, al día siguiente, cometer alta traición, como se viene haciendo, engañando a los votantes, violando el compromiso de fidelidad y lealtad que se debe contra el Estado y su independencia; renegando con dichos, acciones voluntarias o involuntarias hacia una idea, asociación, o grupo de pertenencia; pensando o difundiendo ideas contrarias al orden establecido por el Estado. También, aconsejable sería que el Tribunal de Cuentas cumpliera con su compromiso social y no de partido. Aconsejable sería que una Oficina se dedicara a auditar las promesas electorales de cada partido política, comparara programas y elaborara informes para prevenir su incumplimiento y sancionar.

Es posible que S.M. Juan Carlos I, previendo el cambio constitucional que se avecina, haya decidido que no le cogiera con el paso cambiado después de tantas y variadas intervenciones quirúrgicas, dos de cuales, con prisas y deficitario asesoramiento, no debían haber sido realizadas. Ahora, su hijo el príncipe de Asturias, pronto S.M. Felipe VI, nada más ser coronado rey, al tomar las riendas de la Jefatura de Estado, por medio de una Ley Orgánica, y teniendo como ejemplo el buen hacer de su dignísimo y excelentísimo padre, debería reunir a los principales partidos, que son dos y medio, para conocer sus planes y trazar las líneas maestras y generales de una reforma de la Carta Magna. Nombrar una comisión que redacte aquellos artículos que, tras los años pasados, han quedado obsoletos, entre ellos la línea sucesoria que deberá recaer en la primogenitura, sea cual sea el género.

Es momento de reflexionar y echar en falta, ahora mismo, por necesidad, una segunda versión de la gran categoría política de don Afolfo Suarez (q.e.p.d.)

Es justo y necesario, cuanto antes, derogar ley electoral, y redactar una nueva, en la que los partidos políticos y sindicatos dejen de ser dictaduras en miniatura, donde sus líderes y el Presidente del Gobierno puedan ser nombrados mediante elecciones primarias abiertas y directas en las que un ciudadano o un militante de base sea igual a un voto. Con el cambio de la Jefatura del Estado es probable que resulte más sencillo que antes, aunque nada será igual, y menos una continuación.

Los llamados partidos nacionalistas no se beneficiarán hegemónicamente, como hasta ahora, con su particular voto, sino con los tantos por ciento iguales al resto de los partidos políticos no nacionalistas, utilizados como llaves que han abierto demasiadas y peligrosas puertas. Las singularidades de ciertas comunidades, si se analiza la historia con lupa y como es debido, han sido inventos de ciertos políticos con ansia de encontrar su ego frente al espejo. Aquellos que pensaron que la bicoca seguiría alargándose en el tiempo ya va siendo hora de que despierten. Hoy, mejor que ayer, se distinguen las aguas procelosas de las aguas serenas y limpias.

Un último apunte, como corolario, cuando el príncipe de Asturias sea proclamado rey, con el nombre de Felipe VI, sería bueno reconocer públicamente que su esposa Doña Letizia Ortiz, hasta ahora nombrada Princesa de Asturias, sin cuna real, famoso invento de los medios de comunicación, debería pasar a ser consorte, con todo respeto, si así se desea, otorgándose un título nobiliario pues, como ejemplo viviente, se tiene a Felipe, duque de Edinburgh, esposo de la reina Elizabeth II del Reino Unido.

Por tanto, hay momentos elocuentes que deben ser consecuentes y no distorsionar la realidad.

 

 

 

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Comentarios(1):

yomismo - 03-06-2014

Pues bien Alfonso, ya veremos donde para todo esto. Confío que no ocurra nada anormal. De todas formas no tengo especial aprecio a la corona, pero la respeto. Los políticos, como siempre, a lo suyo, a intentar beneficiarse de la situación y obtener pingues beneficios. José.