Noticias de Cantabria
12-05-2008 12:30

1808 y la Nación Enferma

Ahora que se cumple el doscientos aniversario de la Guerra de la Independencia se pone de manifiesto como en la era de la globalización, en España, el localismo y el nacionalismo están ganando sorprendentemente la batalla de las ideas.

     En Gerona, como en Bilbao, y en tantos otros sitios donde el separatismo se enseña en los colegios socialistas y nacionalistas, hace doscientos años y en ausencia de gobierno central, con vacío absoluto de poder, el pueblo se manifestó a través de las proclamas.

    “Españoles: el peligro es inminente…Fernando VII, nuestro único y legítimo Soberano, nos inspira amor y lealtad…Valencia, Aragón, Murcia, Mallorca, y demás Provincias de España: unid con nosotros tan cristianísimo voto: levantaos todos a una, y tomando unánimes las armas por una causa la más justa y sagrada,… y lograremos el común deseo de ver colocado en el trono de España a nuestro amado Fernando VII.” Gerona, 15 de Junio de 1808.

    En 1808 se puso de manifiesto un sentimiento preexistente de pertenencia a la Nación Española que desde tiempos remotos se venía dando, ¿qué ha cambiado en Gerona o en Vizcaya, para que recientemente una universidad pública prohibiera la entrada de los miembros de la Familia Real por la que sus tatarabuelos dieron la vida?

    Ha ocurrido sencillamente que el interés egoísta, el sentimiento localista, se ha impuesto sobre el general. El virus del nacionalismo ha prendido incluso en partidos de la izquierda supuestamente universalista e históricamente llamados “españoles” hasta el punto de hacer enfermar a nuestra a Nación.

    En el levantamiento contra el invasor francés, como en tantos otros lugares de España, en mi ciudad, Segorbe, se organizó el Batallón de Voluntarios del Campo Segorbino que llegó a alcanzar los 1.700 efectivos de lo que hoy es la provincia de Castellón.

    La sangre de este heroico grupo, con más voluntad que instrucción y que fue exterminado en la ciudad de Zaragoza durante el Segundo Sitio, se mezcló para siempre con el agua del río Ebro, el mismo río que ya no quiere ser español sino solo de alguna de sus regiones.

    Lo hemos debido hacer muy mal, entre todos, para que en estos 200 años nuestros sentimientos, nuestros afectos, se hayan resentido de tal manera que avergonzarían a los que entonces, hombro con hombro, supieron morir juntos.

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