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Opinión 04-01-2020 14:17

Vivir a lo loco y elogiar la locura, por Manuel Olmeda Carrasco

Sánchez, en su propuesta de gobierno para ser investido, ha prometido la construcción de un puente para atravesar el río y, cuando le han advertido que no hay río, ha ofrecido también un río. Es decir, su formulación es perfecta para EEUU. ¡Viva la locura y la bufonada que lleva implícita!

 

La vida, sus fenómenos y situaciones, son con frecuencia origen sutil de horizontes varios, cuando no variopintos. El arte, en sus diversos campos, surge necesariamente a la sombra de procesos vitales, llegando a interaccionar ser (hábitat, momento, perfil) y obra. Creo que todo está descubierto, a la vista de quienes consigan observar con ojos escrutadores nuestra realidad; es norma ahora y lo ha sido siempre. Surgen, no obstante, tiempos depurados por paradojas incomprensibles como ocurrió en el Siglo de Oro. Aquella época, desde una perspectiva social, tuvo como caldo de cultivo ininteligible la mayor miseria conocida durante siglos. Opuesto a tan pernicioso entorno, se desarrolló una actividad creativa, artística, inigualable: arquitectura, escultura, pintura, literatura, ocuparon un lugar magnífico. Después se han ido sucediendo casos notables, pero aislados, sin constituir conjunto nominativo.

Al ocaso de los años cincuenta, salvo error u omisión, surgió una célebre canción cuyo título era “a lo loco”. En fechas posteriores se realizaron sucesivas modificaciones, siendo Jarabe de Palo, si nadie me corrige, autores de la última. A lo loco, no significa adaptar vida y estado mental, qué va; a lo loco consiste en ratificar plenamente modas pasajeras, más o menos efímeras, que suelen dejar improntas con sabor agridulce. Constituye un estado de abandono, acomodaticio, impermeable, cuya traducción sirve a élites cínicas, farsantes, transgresoras, para lograr metas soñadas e imposibles en contextos estándar. El pueblo español, ahora, vive a lo loco. Ignoro si por propia voluntad o debido a estímulos groseros y externos que canalizan rumbos cismáticos, rupturistas, inseparables del embrollo ético criado al cobijo de aquella existencia tan poco sobria y jugosa. Necesitamos deponer modas tóxicas y acopiar usos nutricios, cuerdos, críticos.

“A lo loco es el sistema, mejor de todos, mejor de todos” musicalizaba una estrofa chapucera y lesiva. No me opongo al instante, pero considero aventura desmedida darle oportunidades sin plazo; es decir, renunciando a los límites razonables. Tampoco sería bueno constatar las palabras de Rick Yancey, novelista americano: “Locura es la nueva normalidad social”. Erasmo de Róterdam, principiando el siglo XVI, publicó su “Elogio de la locura”. Defiende que la estulticia supera la razón y de sus ventajas hipotéticas no escapa ningún personaje. Entre otros integrantes, le acompañan adulación, egocentrismo, demencia y voluptuosidad. Sus “beneficios” se reparten por igual vulgo, reyes y eclesiásticos. Pese a tan interesante tesis, no exenta de certidumbre extrema, prefiero a guías sensatos, lúcidos, con sentido común. Infiero, tras la carga empírica soportada por los españoles, que mi propensión abraza un sueño imposible. 

Sin Parlamente efectivo y dos contiendas electorales incitan las prisas de cualquiera, sobre todo si cualquiera es perdedor reincidente. No precisamos cálculos prolijos; los políticos llevan literalmente nueve meses de holganza. Meritxell Batet fija el pleno para los días cuatro, cinco y siete de enero, asunto que ha levantado ampollas en diferentes partidos. Ábalos, al pretender aplacarlas, manifiesta: ”El que quiera vacaciones puede dedicarse a otras actividades”. Deja muy claro, aparte su espectacular cinismo, un grado de estulticia alto, comparable al alborozo social de vivir a lo loco. Por este motivo, hacen buenas migas las necedades políticas con la negligencia ciudadana. Cuando se vive a salto de mata, lo grotesco nos hace perder el oriente y no solemos advertir que todo libertinaje presenta un costo con frecuencia ruinoso. Sí, nosotros también aclamamos la locura porque no hay mejor elogio que la preferencia y nuestras prelaciones, confusas y dirigidas por testimonios falsos, recayeron en sujetos huérfanos de escrúpulos.

Asimismo, al compás, ciertos políticos elogian la locura empeñados en componer un gobierno que, para más inri, llaman “progresista”. ¿Puede tildarse social al gobierno que quiere cargarse el statu quo a cuya tutela hemos vivido el mayor periodo de paz? ¿Puede llamarse español al gobierno apoyado por treinta diputados, al menos, que quieren destruir España? ¿Puede llamarse democrático un gobierno que se coaliga con la comunista extrema izquierda, cuya aversión y cruzada contra los sistemas democráticos evidencia? Ese elogio que contrasta con la realidad -aunque Erasmo se fundamente en argumentos elevados, pero folklóricos- tiene apologetas dentro de sectores mediáticos notorios, representativos, periodistas o no. Hoy, he oído decir a uno, presuntamente retribuido por Roures o Soros, “vamos a tener en España por vez primera, desde hace cuarenta años, un gobierno de izquierdas que se preocupe por los desamparados”. ¡Imbécil! (tómenlo como definición, jamás como insulto).

El ejecutivo en ciernes, si nadie lo remedia, tiene personajes, actores, como Iglesias que después de tormentoso tanteo es capaz de soltar: “Para nosotros va a ser un honor que Sánchez sea nuestro presidente”. Aunque parezca verdad, el honor en Pablo tiene las mismas connotaciones que los “principios” de Marx, Groucho; varía dependiendo de quien reparta los sillones. Sánchez debe tener un alma impía pues no correspondió con un: “Para mí será honroso compartir gobierno con Pablo y traer la calma al noventa y cinco por ciento de insomnes españoles”. ¡Vaya par! Tomás Fuller, canónigo inglés y coetáneo de Erasmo, aseveró: “Es una locura para las ovejas hablar de paz con un lobo”. Este sí estaba cuerdo, muy cuerdo. Paso por alto, porque son de dominio público, subidas de impuestos a todos, chiringuitos de género y cambio climático, desigualdades autonómicas, facturas impagadas con los independentistas, chanchullos con altas Instituciones del Estado hasta riesgo de independencia judicial buscando jueces ad hoc.

Dijo Nietzsche, y dijo verdad: “Hay que estar un poco loco para aguantar a tanto idiota”. Solo nos salva Puigdemont y los suyos, que ERC quiere dejar en el trastero catalán. Veamos. El plan de ERC es apoyar a Sánchez y Podemos para que estos, a su vez, compensen a ERC en Cataluña. Así, JxCat y CUP serían partidos testimoniales en breve tiempo. Únicamente un adelanto electoral por parte de Torra (Puigdemont) daría al traste con la falta de lealtad y nobleza con que se está exhibiendo ERC llevando las conversaciones con Sánchez de forma exclusiva. Ignoro qué nube afecta al candidato nacional cuando hace ascos a pactar con la derecha catalana, pero no siente ningún pudor de hacerlo con la vasca. ¿Querrá cargarse la derecha independentista catalana, una vez derrotada la nacional en Cataluña, y luego aguijonear al País Vasco para terminar con el PNV? Diría que, en España, hay un plan para acabar con la derecha y su centro. Al final se eternizaría una izquierda radical. No me gusta nada lo que vislumbro; ojo avizor.

Nota al margen.-  Sánchez, en su propuesta de gobierno para ser investido, ha prometido la construcción de un puente para atravesar el río y, cuando le han advertido que no hay río, ha ofrecido también un río. Es decir, su formulación es perfecta para EEUU. ¡Viva la locura y la bufonada que lleva implícita!

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