Noticias de Cantabria
Opinión 06-04-2020 13:58

La Semana Santa, por Francisco Glez-Riancho Colongues

Todos sabemos que La Semana Santa es la conmemoración cristiana de la Pasión de Cristo, su entrada en Jerusalén, la última cena, el Viacrucis, la muerte y la resurrección.             Este año ha comenzado el domingo 5 de abril con la entrada a Jerusalén, el llamado Domingo de Ramos, aunque en algunos lugares, su inicio es el viernes anterior, el Viernes de Dolores.

 

        

            Previamente a La Semana Santa, se celebra la Cuaresma, periodo de cuarenta días de preparación a la Pascua de Resurrección, que empieza el miércoles de Ceniza y finaliza el Jueves Santo. Es un tiempo de penitencia, en el que se pide el ayuno y la abstinencia. El ayuno consiste en una única comida diaria y la abstinencia en no comer carne en este periodo.

 

            Parece ser que el motivo de durar cuarenta días se puede deber al retiro que realizó Jesús en el desierto, o el que hizo Moisés también en el desierto de los mismos días, o la duración del diluvio bíblico, también de cuarenta días, o la marcha del pueblo judío a través del desierto que duró cuarenta años.

 

            El jueves y el viernes, son los días más importantes, pues se conmemora la muerte de Cristo, el sábado con su Sepultura y el domingo con su Resurrección.

 

            En el Concilio de Nicea, se fijan las normas y fechas para su celebración, de tal manera que la Pascua debe celebrarse en domingo y no debe coincidir con la Pascua Judía.

 

            La iglesia de Roma, nunca estuvo de acuerdo con los dictámenes de la iglesia de Alejandría, que era quien marcaba las fechas y Roma lo difundía a los cristianos.

 

            Por fin, Dionisio el Exiguo, en el 525 en Roma, estableció que el domingo en que se celebra la Pascua de Resurrección, debe ser el inmediatamente posterior a la primera luna llena astronómica después del equinoccio de marzo, nunca antes del 22 de marzo, ni después del 25 de abril.

 

            Ojalá podamos conmemorarla, según las creencias de cada uno, aunque sea en la intimidad de nuestras casas.

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