En una cabaña rehabilitada donde tienen su cuadra y su quesería
Elisa y Eduardo …, por Pedro Arce Díez
Si existe una quesería en Cantabria especial y singular, esta es la de “Riscos Pasiegos” a la que probablemente todo lector pensaría que se trataba de unos queseros de esta tierra pasiega; ¡Pues no! Y, además, llegar a ella no es tarea fácil, aunque desde Saro hasta el barrio de Lindota, puede el viajero extasiarse con unos parajes únicos.
¡Yo hice el viaje y aún me parece un sueño! Tras deambular por pequeñas carreteritas bien asfaltadas, en un auténtico tobogán, dimos con esta quesería; allí nos esperaban sus dueños y les pillamos con las manos en la masa, es decir, haciendo queso.
Eli en una de las cámaras de maduración, que deben tener una humedad del 80% y una temperatura constante de 12ºC; los quesos hay que darles diariamente la vuelta…
Elisa (Eli) Vaquero (Montemayor de Pililla, 1979) ha estudiado Hostelería y Cocina y Eduardo (Edu) García Sánchez (Matapozuelos, 1980) es técnico de explotaciones agropecuarias y de industrias alimenticias y ambos son de Valladolid, donde tenían un trabajo y formaron una familia
…Pero la vida tiene esas circunstancias que a veces no somos ni capaces de intuir. En un momento dieron un giro total a su vida; dejaron sus trabajos, su casa, su ciudad de Valladolid y llegaron a Cantabria, deseosos de iniciar un nuevo camino; y acabaron en Soba en el mundo de la hostelería. Y de Soba a la zona pasiega, donde se encuentran totalmente satisfechos en este barrio de Lindota, pequeño lugar del municipio de Saro, uno de los municipios más sugestivos y con más tradición pasiega de nuestra región, que es un municipio ubicado en la cuenca del río Llerana, contributivo del Pisueña, con poco más de medio millar de habitantes distribuidos en Saro y Llerana, con sus barrios, además del poblamiento disperso en las suaves laderas que verdean todo el año; tiene una arquitectura rural de carácter popular y algunas casonas de gran porte y la dedicación preferente de sus gentes es el campo y la atención al ganado, aunque también hay algunos con dedicación al sector servicios y a la industria e, incluso, parados que afecta a varias decenas de personas…
¡Y en este lugar establecieron su hogar! Y lo hicieron pensando en ellos, pero sobre todo en sus hijos, un niño de cinco años y una niña de nueve meses, para que crecieran sanos, en un ambiente rural y natural y en contacto con el entorno, que es gratificante. Ver cómo sus hijos están descubriendo este mundo natural que les rodea, observar la vegetación y sus ciclos, los animales, las personas de la zona, no muchas, pero sanas, amables y hospitalarias, les colman todas sus aspiraciones.
Han comenzado con una cabaña rehabilitada donde tienen su cuadra y su quesería y unas 70 cabras de raza alpina y malagueña y con la leche que obtienen producen yogures “Pasieguín del cielu”; quesos frescos, “Perlas del Pas” y quesos curados, “Velortá de yerba”; en verano también elaboran algunos quesos al estilo Camembert. La producción no es regular, pues depende del tipo de pasto según la época del año, de la cantidad de leche en cada época y de otras circunstancias. Ordeñan dos veces al día sus cabras y obtienen una media de poco más de 2 litros de leche, llegando en los mejores momentos a 4 litros diarios por animal y hay que tener en cuenta que se precisan unos 10 litros para obtener uno de queso. Cada tres o cuatro días toca hacer la cuajada, cortarla, meter en los moldes, prensar, salar, curar, etc., hasta conseguir un queso que es muy sabroso, como pudimos comprobar en la propia quesería. Son capaces de elaborar una media de 250 Kg. de queso al mes, es decir unas seiscientas unidades.
Y la venta de sus productos los hacen en las ferias, en tiendas, bares y restaurantes de la zona, así como en domicilios a los que llevan sus pedidos; también en una tienda, “La Cristina” del Mercado de México de Santander y, lo más curioso: utilizan el trueque, pues a cambio de su queso, obtienen otros productos para su vida diaria…
Están tremendamente ilusionados con su trabajo y son conscientes de que lo más importante es la alimentación de sus cabras, las cuales pastan libremente en la finca; después les aportan otros alimentos, especialmente cereales, para completar su dieta. Y ello es así porque de su alimentación va a depender la leche y ellos quieren una leche de calidad, para hacer un queso natural, artesano, sin ningún añadido industrial; por ello sus yogures y quesos artesanos no llevan ningún añadido, salvo la propia leche y el cuajo de sus cabritos.
La vida en este lugar natural, lejos de la contaminación y del bullicio, transcurre a su ritmo, sin la presión del tiempo ni del espacio, como saboreando la naturaleza y disfrutando de la armonía.
Llegado a este momento, cualquiera estará planteándose cómo esta joven pareja tuvo el valor y la determinación de dar un vuelco a sus vidas, abandonando las secas tierras castellanas, por los verdes prados de las montañas pasiegas. Pues ellos mismos definen su visión de la vida en la Pag. Web de los Valles Pasiegos: “Somos unos locos de la naturaleza que convivimos con un rebaño de cabras en libertad, al que tratamos con mimo; cuidamos con esmero su alimentación ya que aparte de los pastos naturales, que disfrutan por toda la finca, les damos distintos tipos de cereales para conseguir una leche con todos los nutrientes. De esta forma podemos elaborar Quesos y Yogures artesanos totalmente naturales, sin ningún añadido. Nuestros productos no tienen nada que no provenga de la propia leche o cuajo de los cabritos. Renunciamos a conseguir en nuestros productos un acabado final mejor si para ello hay que añadir algo que no sea natural”.
Y allí, en el bellísimo paraje de Lindota pretenden ir creciendo como queseros, montar una vivienda rural, ser felices y hacer que lo sean sus hijos, quienes algún día se lo agradecerán. ¡Solo hay que ver lo feliz que estaba su pequeñina!
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