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Opinión 24-11-2018 19:43

El Marqués de Villaviciosa, por Francisco Glez-Riancho Colongues

El 16 de diciembre de 1.892, el Rey Alfonso XIII recompensó a D. Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós con el título de Marqués de Villaviciosa por sus servicios y los de su padre D. Alejandro Pidal y Mon.

 

Nació en Somió el 2-11-1.870 y falleció en Gijón el 17-11-1.941, habiendo ganado el título de Marqués gracias a su trayectoria como político, periodista, escritor, cazador y deportista español. Fue el impulsor de la creación del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga y el primero en subir a la cima del Naranjo de Bulnes con Gregorio Pérez (El Cainejo).

Este aristócrata de gran estatura y de poblada barba, era un gran amante de Picos de Europa, cuentan que siempre iba armado, hablaba muy alto, su única protección al sol era un carmín rojo en sus labios y siempre llevaba ropa de colores que no pegaban nada entre ellos. Fue amigo personal del Rey Alfonso XIII, dado su origen aristocrático y su gran afición a la caza.

En lo deportivo, participó en 1.900 en París en el Gran Premio de tiro de pichón del Centenario, quedando segundo. Fue durante muchos años reconocido por ser la primera medalla olímpica para el deporte olímpico español. El COI se la retiró por haber sido una prueba con recompensa económica, algo contrario al espíritu olímpico, pero el COE no la considera como la primera de un español. Fue el primer miembro del Comité Olímpico Español, creado en 1.905.

Así mismo fue un gran tirador con arco y famoso cazador de osos.

Con 26 años fue elegido diputado en las Cortes Españolas donde participó decisivamente en la primera Ley de Parques Nacionales de España en 1.916. Ya con anterioridad en uno de sus viajes, había viajado a conocer los primeros parques del mundo, Yosemite y Yellowstone impulsados por el naturista John Muir, aportando a la Ley de Parques Nacionales sus conocimientos adquiridos en Estados Unidos.

En 1.905 impulsó la creación del Coto Real de la Sierra de Gredos.

Dijo para su creación: “Un castillo, una torre, una muralla, un templo, un edificio, se declara Monumento Nacional para salvarlo de las destrucciones. ¿Y por qué un monte excepcionalmente pintoresco con sus tocas de nieve, sus bosques seculares, su fauna nacional y sus valles paradisíacos, no ha de ser declarado Parque Nacional para salvarlo de la ruina? ¿No hay santuarios para el arte? ¿Porqué no ha de haber santuarios para la naturaleza?

Con estas palabras expuso su proyecto apoyando su pistola en el atril, incluso encañonando a la bancada azul como argumento para su tesis.

Su paraje favorito en los Picos, era la zona de los Lagos, por eso hoy descansa enterrado en el mirador de Ordiales, en el que está grabado su epitafio en la roca que se asoma al valle de Angón que así reza:

“Enamorado del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, en él desearíamos vivir, morir y reposar eternamente, pero, esto último, en Ordiales, en el reino encantado de los rebecos y las águilas, allí donde conocí la felicidad de los Cielos y de la Tierra, allí donde pasé horas de admiración, emoción, ensueño y transporte inolvidables, allí adoré a Dios en sus obras como Supremo Artífice, allí donde la Naturaleza se me apareció verdaderamente como un templo.”

Sigue el epitafio, aunque no grabado en la roca:

“Debajo de esos húmedos helechos, que reciben al agua de los Picos y arrimada a esa roca enmohecida por los vientos fríos, dejaré que mis huesos se deshagan a través de los siglos”

Pero quizás la proeza que más nos impresiona a los amantes de la montaña, fue su ascensión al Naranjo de Bulnes, junto al Cainejo (Gregorio Pérez), en el verano de 1.904, cima que se creía inexpugnable por aquel entonces.

Pidal preparó concienzudamente la escalada, entrenó y compró unas cuerdas y unas alpargatas en Chamonix para subir a la cumbre porque dijo que nunca se perdonaría que un extranjero pudiera poner su bandera en la cima virgen del Naranjo de Bulnes, en su cazadero favorito.

Cedió el protagonismo al Cainejo, quien subió descalzo, hasta un obstáculo que llamaron “panza de burra” y que después de muchas acometidas, no lograban pasar. El Cainejo se encaramó sobre los hombros del marqués y éste le empujó por encima del desplome, consiguiendo posteriormente hacer cima. Allí dejaron una botella de vino para los que les siguiesen y descendieron destrepando por la misma ruta, con un riesgo que hoy espanta.

Personajes que a unos gustan y a otros no, pero que han dejado huella en la historia.

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Comentarios(1):

Oriundoolimpico - 06-12-2018

El primer oro olimpico español fue el oriundo cántabro Francisco Villota, en los JJOO de Paris 1900.