Noticias de Cantabria
28-05-2025 05:25

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Una vida en manos del silencio. Roberto Diego Cuevas

El pasado 16 de enero sufrí un paro cardíaco en el gimnasio municipal de Requejada. Gracias a la rápida actuación del monitor, el personal del gimnasio y, en especial, a una enfermera que se encontraba entrenando como usuaria, hoy puedo contar esta historia. Durante varios minutos lucharon con valentía por reanimarme mientras llegaban los servicios de emergencia. A todos ellos, mi agradecimiento más sincero y profundo.

El pasado 16 de enero sufrí un paro cardíaco en el gimnasio municipal de Requejada. Gracias a la rápida actuación del monitor, el personal del gimnasio y, en especial, a una enfermera que se encontraba entrenando como usuaria, hoy puedo contar esta historia. Durante varios minutos lucharon con valentía por reanimarme mientras llegaban los servicios de emergencia. A todos ellos, mi agradecimiento más sincero y profundo.
Sin embargo, hubo un hecho muy grave: fallaron los dos desfibriladores del gimnasio, a pesar de que se suponía que estaban revisados y listos para ser utilizados. En una situación crítica como la que viví, estos dispositivos pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Quiero reconocer también que el Ayuntamiento de Polanco sí mostró preocupación desde el primer momento, solicitando información a la dirección del centro. Por desgracia, esa misma dirección no ha mostrado ni el más mínimo interés por mi estado de salud. En más de cuatro meses no he recibido ni una llamada, ni un correo, ni siquiera un simple mensaje informal. Sin embargo, el recibo del mes siguiente sí se pasó puntualmente, como si nada hubiera ocurrido.
A veces uno se pregunta si solo somos un número más en una base de datos, un usuario más que pagar y no molestar. ¿Qué tendría que haber pasado para merecer un gesto humano? ¿Me tendría que haber quedado allí?
No escribo esto por rencor, sino con la esperanza de que mi experiencia sirva para mejorar los protocolos de emergencia, garantizar el buen estado del material que puede salvar vidas y, sobre todo, para recordar que la empatía y el respeto por las personas no se pueden perder nunca.
Gracias de corazón a quienes me ayudaron aquel día. A vosotros os debo la vida.

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