Noticias de Cantabria
29-10-2017 17:00

Reflexión sobre la unidad de España

No se puede considerar como algo extraño la actitud de Cataluña, pues en las naciones juegan las fuerzas en dos direcciones: centrípeta y centrífuga

En la formación de las naciones, como nos enseña la historia de Europa, y en especial las naciones de influencia latina, son un amplio sistema de incorporaciones. No sólo España, que con el centro de Castilla se han ido incorporando, de distinto modo, las demás territorios. Pero también en Francia, el núcleo central de la Isla de París, con la guerra contra los cataros unió la Occitania, frente a las pretensiones del rey Pedro II de Aragón que aspiraba unir esta región, y con la guerra de los Cien Años atrajo la Gascuña y Aquitania que estaba bajo la corona Inglesa, y posteriormente otros territorios unos de lo que habían sido del imperio español y otros de Italia.

En España la unión de las regiones fue más pacífica, un matrimonio el de los reyes Católicos unificó todos los reinos, y ha durado hasta ahora. Pero aquella fuerza centrípeta que llegó a la unificación, ha tenido momentos de desgaste con pretensiones de separación. Hasta el día de hoy la relación no ha sido tan pacífica, las fuerzas centrífugas se han despertado en distintos ocasiones, y con gran fuerza en algunas regiones como Cataluña y el País Vasco. Llegando a situaciones de ilegalidad como la proclamación de hoy en Cataluña.

No se puede pensar que los pueblos sometidos, para formar la unidad del Estado dejen de existir como elementos diferenciados, por su cultura y su propio sentido de ser. Ninguno de los países que se han asociado para formar la unidad del Estado, ha perdido su cultural que la diferencia en su ser y en comprensión de la realidad política. La incorporación en esa unidad no significa el perder la personalidad como pueblo. Esa tendencia a diferenciarse perdura, aunque sometida a las líneas que ha marcado el derecho de la unificación, para ello se requiere que la autoridad unificadora esté en cierta altura mayor que las regiones, y que goce de autóritas y de potestas, dispuesto a ejercerlas en cada momento, y a veces con fuerza.

La historia de una nación es la historia de un ser vivo que tiene sus períodos de crecimiento y de agotamiento, y si su fuerza centrípeta se debilita las fuerzas desintegradoras renacen, pues el carácter distintivo de cada pueblo revive con fuerza en cada tiempo, y sus grupos secesionistas resurgen.

El poder organizador de las naciones es un quid divinum, genio peculiar de organización y poder de imposición, que no responde a la inteligencia. El pueblo con mayor inteligencia seguramente fue el Griego, y acaso por eso mismo, estuvo constituido por un sin número de reinos sin capacidad de formar una república unida, en cambio Roma y España, que no tuvieron ese brillo por su inteligencia, sí tuvieron ese quid organizativo para llegar a formar grandes imperios.

Es este tiempo estamos en un momento de reflexión sobre la unidad de la nación española, y se advierte la falta de personas con esa fuerza del político que arrastra hacía la unificación, e ilusiona con el futuro. Ante esta falta, no es extraño que haya surgido la voluntad de independencia de alguno de los pueblos. El problema es el planteamiento como se ha procedido. En Cataluña se ha partido de un gran nublado, que por no haber sabido ver el Gobierno, ha producido una tormenta con una gran riada de masas, y ahora vemos al presidente autonómico sobre las olas sin dominarlas, ni estar seguro de lo que tiene que hacer. La prudencia y el miedo de las fuerzas sociales y económicas, ante tal expectativa, han huido poniéndose a salvo, pero la masa sigue clamando por la independencia. Lo terrible es que los separatistas, ni tienen idea a donde van, ni inteligencia para descubrir su futuro. Al final están ante un enigma sin ninguna perspectiva de futuro y con un terror a la represalia.

Llegados a este momento de reflexión, si España quiere ser una nación en competencia con las que constituyen la Unión Europea, es necesario que se apodere de todos los elementos que la definen como tal nación, y haga vibrar a las masas con el hambre de ser una comunidad unida.

 

Hay una cosa en España que la ha definido durante grandes espacios de la historia, la falta de políticos, la medianía cuando no la poquedad de los que se dedican a la política es evidente. Faltan en España minorías egregias de políticos, y que las masas comprendan la gran función que tienen en exigir una recta línea de futuro. Una selección de políticos con ideas claras de lo que es el servicio a la sociedad es preciso, y para ello hay que aprender a elegir con cuidado en futuras elecciones.

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