Noticias de Cantabria
25-09-2016 07:00

La sonrisa del diablo

El diablo es un figurante rebelde, con gran margen de maniobra, que sirve indistintamente para un roto o para un descosido. Cuando queremos sugerir torpeza, apatía o indigencia, usamos ese aforismo tan recurrente de: “Cuando el diablo se aburre mata moscas con el rabo”. Proclama cierto grado de dejadez si no de disgusto.

Políticamente correcto en la forma, implica un mensaje sin apenas ribetes fecundos. Es un toma y daca afectado, suave, audible. Desde hace años, una vez abierta, detallada, esta crisis, pequeños y medianos ayuntamientos sufren la inercia inoperante, escasa, de fondos irrisorios. Tal vez la situación sea menos calamitosa en grandes urbes por el aumento desenfrenado de impuestos. Las suculentas viandas económicas que suponían aquellas obras de antaño, permitía a los regidores alegres derroches y alguna que otra abultada comisión. Hemos pasado del exceso, del abuso, a la miseria inactiva. Constituye una consecuencia lógica, inevitable, de tener vacías las arcas municipales. Sufro la experiencia valenciana y de mi pueblo conquense, sumergidos ambos en un sesteo ajeno a la tópica canícula veraniega.

Pese a la lamentable situación local que se agrava bajo las dentelladas de Cronos, ese dios inmisericorde, la coyuntura nacional viene preñada de negros nubarrones. Día a día brinda una realidad semejante a aquella que dibuja “La sonrisa del diablo” novela que presenta a Deborah -personificación de la crisis- joven bien parecida cuyo gesto visible deja un penoso rastro de efectos destructivos, fulminantes. Todas las desgracias se adosan a ella de forma aleatoria e inevitable; es un imán aterrador. Sin ser preciso argumentar, me quedo con el primero que hasta resulta entretenido. Este es perverso, letal, pues personifica el espanto, aquello que produce en el individuo inquietud, base de toda angustia vital. Semejante escenario se aprecia e intensifica cada jornada. No vislumbro, y a veces me corroen pensamientos dramáticos, la meta a que nos llevan nuestros políticos auxiliados por la actitud irresponsable de nosotros, del pueblo.

 

Siendo malo el marco político conformado, me parece peor la actitud personal adoptada por todos los líderes salvo, pese a las aparentes contradicciones, Albert Rivera quien demuestra ser una excepción gratificante. Podría considerarse el único oasis del desierto estéril en que ha convertido el país la caterva de impresentables raptados por ambiciones ilegítimas o tornadizos pruritos personales. Cierto que el ciudadano es cómplice necesario pero su responsabilidad queda minimizada por su falta de poder y convocatoria; en suma, por inhabilitación manifiesta. ¿Podríamos hacer algo, tomar alguna medida? Con nuestro individualismo anárquico poco, nada. Percibo solo una solución: abstención o voto en blanco de aquí en adelante. Sé que necesitamos de una heroicidad similar a la de aquellos ratones que no encontraban la forma de poner el cascabel al gato.

Rajoy me deja perplejo, maltrata mi sosiego. Ignoro a estas alturas si es adalid o villano. Me inclino por lo segundo a consecuencia de ciertos pasos y pleitos. Ha dejado un partido silente, vinculado a su persona, subyugado. Sin contraste no puede llegarse a la verdad. Desparecido el método de prueba y error, tenemos la necia visita del yerro y, por ende, del desastre. Cuatro años de legislatura han bastado para constatarlo. Encima, don Mariano, miente. Apenas deja salir una verdad pese al aspecto bonachón, fiable. En un país papista, sus colaboradores cercanos lo superan. Me divierte y asquea oír a Hernando, Maroto o la señorita Levy. Rechazo que me supongan imbécil aquellos a quienes costeo una vida edulcorada. Abuso que deberían satisfacer antes o después. El PP tiene parte de culpa en la problemática institucional, territorial, social y económica a la que hemos desembocado. El PSOE es su partenaire necesario. Basta de restregarse la corrupción y otros defectos como excusa idónea para acallar conciencias y engañar al potencial elector.

Pedro Sánchez, el terco y espiritoso señor no, convierte a Zapatero estadista español y europeo de gran talla pese a aquella trayectoria que sirvió de mofa y escarnio a medio mundo civilizado. Su conducta retrógrada, novecentista, lleva a España al desastre, sin recambio o, peor aún, con uno radicalizado, macabro. Desde luego, destaca como político inepto, indigente, nocivo. Pese a mi negativo concepto general, jamás pude imaginar que pudiéramos sufrir uno tan especialmente gravoso. Ya, en su época de tertuliano, dejaba ver un sectarismo ilimitado y nada fructífero. El intento final de formar gobierno con Podemos e independentistas lo sitúa fuera de la realidad, a un paso rotundo de hundir el país y el PSOE. Rubalcaba lo denominó “gobierno Frankenstein”, no sabemos si por lo que supone de ciencia ficción, fantástico o monstruoso. Le acompaña un grupo que insólitamente muestra una gibarización pasmosa. Pónganle coto a tanta necedad o perderemos un partido esencial para la convivencia pacífica. Sánchez terminará siendo el señor killer.

Podemos y Pablo Iglesias necesitan pesas especiales para equilibrar la balanza de la ambición espuria. Aseguro que pueda haber políticos en Francia, Italia o Grecia tan pecadores como nuestro macho alfa. Pero, como dicen en mi pueblo, los males de otros no agravian ni intranquilizan. Me preocupa nuestro populista adscrito a un sentido totalitario del poder. Ni imaginar quiero qué ocurriría si Podemos alcanzara el poder. Adiós libertades individuales, adiós democracia. Mal venida la soviética democracia popular. ¡Qué farsa! Siempre lo advierto: Cuidado con los santones.

Me quedo helado. Veo cada vez más cerca la tormenta. Nos pilla desarmados, ávidos de esperanza, oprimidos por una conciencia social acomodaticia, cobarde. Restan, debemos esperar, tiempos de infortunio; aquellos en que se hace patente la sonrisa del diablo.

 

 

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