Una cuestión láctea de supervivencia, el precio de la leche. Por Pedro Arce

Andan estos días nuestros ganaderos más que preocupados y haciendo concentraciones y manifestaciones ante las centrales lecheras de las multinacionales lácteas asentadas en Cantabria, lo que reflejan algunos medios de comunicación, algunos como noticias muy alejadas de las primeras páginas, no vaya a ser que se enfaden los poderes fácticos, que son quienes les mantienen?

La Administración ni está ni se le espera, salvo algunas excepciones como nuestro Consejero, Guillermo Blanco, quien conocedor de este sector apoya a nuestros ganaderos, ahora con el precio de la leche, la carne o el lobo que el Gobierno de España quiere meter bien protegido en nuestros corrales. Al ministro de la cosa, el Sr. Planas, ni está ni se le espera y Pedro Sánchez anda muy ocupado en viajar en Falcón; mientras esto sucede, permiten que el ganadero tenga que vender a pérdidas, es decir con un precio inferior a lo que le cuesta producir cada litro de leche, pues las todopoderosas empresas lácteas de capital foráneo imponen su omnímodo poder y pagan la leche como les da la gana?

La leche de Cantabria se paga a menos de lo que vale un litro de agua embotellada y así no nos extrañe que nuestros ganaderos estén con la leche al cuello, pensando en el momento en que les llegue la edad de jubilación para poder vivir de una mísera pensión como autónomos; los hijos ya habrán huido del campo para irse a los núcleos urbanos a trabajar en lo que sea, para poder tener fines de semana libres y hasta vacaciones, poder cobrar el paro si se quedaran sin trabajo o vivir de la ayuda familiar?. Cualquier cosa antes que quedarse en los pueblos a trabajar de sol a sol para una vida de humilde supervivencia.

Y después se nos irá la fuerza por la boca de nuestra España vaciada, de que el paisaje de nuestras praderías va cambiando, los pueblos son abandonados, muchas casas ya amenazan ruina,? Hay muchos pueblos de Cantabria donde hace ya muchos años que no se producen nacimientos. Primero concentraron a los niños en los núcleos urbanos próximos o no tan próximos, quitaron el consultorio médico, desapareció la oficina de Caja Cantabria, cerraron la farmacia y el teleclub y ya con esta maldita pandemia, cerraron la taberna donde podían comprar lo necesario para el día a día, tomarse un blanco y charlar de las cosas del pueblo (solo el francés de Tudanca se atrevió a reabrir la taberna del lugar y abrir un restaurante de éxito).

¡El pueblo se ha quedado triste y oscuro!, como aquellos ripios de Gabriel y Galán.

Los ganaderos amenazan con no entregar la leche, aunque son más débiles que las grandes empresas lácteas; si hacen una concentración de tractores, hasta la delegada del Gobierno en Cantabria les mandará las fuerzas de seguridad, para prohibirles no para protegerles, como hace sí se tratase de las manifestaciones que organizan las centrales sindicales de clase, bien subvencionadas y calentitos sus dirigentes en sus remozados despachos con el dinero de Europa. Y saben muy bien que los ganaderos, gente pacífica donde les haya, no harán barricadas con las pacas y bolas de hierba abandonadas en nuestros prados, como han hecho recientemente los del ?metal? de Cádiz o antes hicieron los de los astilleros, mineros y otros sectores industriales, a los que el Gobierno sí hizo caso y les resolvió, en parte, sus cuitas.

El campo se nos muere; los ganaderos huyen y la leche se pagará bien cuando ya no haya quien la produzca y entonces traerán leche subvencionada de Europa y nos llevaremos las manos a la cabeza. Y lo mismo puedo decir de cualquier otro sector primario, sea la agricultura o la pesca, donde nuestros esforzados productores ven cómo les pagan su producto y cómo se vende en los mercados o los lineales de las modernas y grandes superficies.

Los ganaderos deberán llevar su situación a los medios de comunicación, duros de corazón con los más débiles; a toda la ciudadanía, con las acciones que sean precisas para que tome conciencia de su angustiosa situación y, de forma especial, a las autoridades que hacen oídos sordos a sus justas demandas. Y si es preciso ir con los tractores al Ministerio de Agricultura o a La Moncloa y plantarse allí y acampar, pues habrá que hacerlo y así se harán oír de verdad en toda España.