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Opinión 16-01-2023 07:16

UN PROYECTO DE AUTOGESTIÓN Por Juan Goti Ordeñana Catedrático jubilado de la Universidad de Valladolid

Está bien claro, que en los momentos actuales no se dan las condiciones de una democracia real. En verdad, en España el pueblo no votó el actual Gobierno, pues de habérsele propuesto en las elecciones el equipo de Gobierno que hoy rige la Nación, de ningún modo le hubiera votado. Si llegó a formarse, es porque hubo un engaño en el momento de componerlo

 

Para empezar el año vamos a sugerir una nueva idea política, que transformaría la sociedad y crearía una democracia auténtica, frente a la actuación de nuestros políticos, que se hartan de repetir la palabra democracia, que dicen tener, pero si se examinan los hechos, es claro que están muy lejos de la idea de democracia, más bien, se acercan a la de autocracia o tiranía. Según la doctrina de la escuela de Salamanca el pueblo debe tanto nombrar a los miembros del gobierno, como realizar una constante crítica de su actuación para relevarlos, si se estima deficiente su labor de administrar el Estado.

Está bien claro, que en los momentos actuales no se dan las condiciones de una democracia real. En verdad, en España el pueblo no votó el actual Gobierno, pues de habérsele propuesto en las lecciones el equipo de Gobierno que hoy rige la Nación, de ningún modo le hubiera votado. Si llegó a formarse, es porque hubo un engaño en el momento de componerlo, por unos cálculos que fueron contra la voluntad de la mayoría, aunque la ley electoral lo permitiera.

La verdadera idea de democracia, como expuso aquella doctrina clásica de la Universidad de Salamanca, indicaba cómo debería ser el gobierno de los Estados, y que, además, es la que está en la mente del pueblo sencillo. A aquella idea de Estado respondería mejor al Gobierno que fuese regido por una autogestión, esto es, por «una forma libre y solidaria de organizar la existencia humana». Debemos pensar en ella, porque nace del ansia de libertad que tiene el ser humano al vivir en relación con otros. Con ella empieza la disposición de llegar a conseguir, en comunidad, el bien común.

Autogestión un término que surgió tras la experiencia del fracaso de las Repúblicas europeas y la Segunda Guerra mundial, se empezó a proponer en la década de los sesenta del siglo pasado. Aunque es un vocablo nuevo, no es en cuanto a su contenido, pues se enraíza con la doctrina política de la escuela de Salamanca, que se extendió espontáneamente hasta que el Despotismo ilustrado y la Revolución francesa lo trastocaron, y sus ideas políticas condujeron a crear unos partidos ideológicos, que redujeron el gobierno de los Estados a una lucha ideológica, sin importarles atender las necesidades de la sociedad.

Esta idea de autogestión incluye una gran exigencia, porque requiere caminar hacia una democracia real, y no a una democracia formal o como gusta decir ahora representativa, en la cual se engaña al pueblo con algo que se parece a una votación, pero que al final sale muchas veces algo que el pueblo no ha querido. Cuán lejos está la realidad política actual de aquella definición de democracia de Abraham

Lincoln, en su inolvidable discurso en la ciudad de Gettysburg, en Pensilvania, el 19 de noviembre de 1863: la democracia es: «el poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo». Definición que responde a la idea de autogestión, y advierte a los gobernantes que tengan en cuenta las necesidades reales que tienen los pobres y desfavorecidos. Como advertimos, a nuestros políticos les es muy fácil recurrir en sus discursos a los olvidados y relegados de los beneficios del poder social, político o económico, y luego actuar contra ellos, en provecho propio.

Aunque la autogestión, por cuanto es un ideal, es difícil ponerlo en práctica, exige una forma superior de cultura. El pueblo tendría que estar en constante examen de la actuación de los gobernantes, y para ello disponer de una educación política y de unos medios de control que hoy día no se disponen.

Por el contrario, se dan fans de los partidos que emborronan las ideas políticas que deberían regir en el pueblo, para criticar con objetividad cada una de las actuaciones de los miembros del Gobierno. La autogestión exigiría que cada ciudadano fuera protagonista tanto de su vida individual como comunitaria. En esta forma de organización social el ciudadano debe ser el centro y sujeto de la vida institucional.

Una de las exigencias fundamentales sería que a la persona no se le instrumentalice y, en consecuencia, no se le trate como objeto. Esto debe llevar a reparar la patología social que estamos sufriendo, con la visión distorsionada que se ha creado del ser humano, que no considera su naturaleza, sino que se afirma ser una creación social, un «constructo social», ni su dignidad, pues se ha perdido el concepto de igualdad y desconocido el ejercicio de la libertad. Si echamos una mirada a la política actual, vemos, bien claro, que el ciudadano es mero instrumento para usar y relegarlo, se fomenta una cultura de descarte, individualista y agresiva, que transforma al ser humano sólo en un bien de consumo.

La idea política de autogestión, en cambio, va unida a la de solidaridad, supone construir el Estado desde abajo, consciente y solidariamente. Se reduce a fundar la sociedad en cooperación de todos, que es un principio básico de la convivencia social. Para partir de la base de esta concepción de convivencia es necesario comprender que la libertad no se orienta exclusivamente a un egoísmo individualista o corporativista, como se ordenan los partidos en la actualidad, sino que comprendería una colaboración de todos. La autogestión supondría un verdadero progreso, porque la sociedad sería creativa en la forma de originar una coexistencia adecuada a la naturaleza humana.

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Comentarios(1):

Delfín - 16-01-2023

Excelente artículo de D.Juan Goti Ordeñana, para enviarlo a la Moncloa y ponerlo en lugar preferente.