Tropiezo de Sánchez o batacazo del PSOE, por Manuel Olmeda Carrasco
“Sólo en el peor de los desastres conoce uno la auténtica valía de los hombres”. Este proverbialaforismo, en palabras de Posteguillo (escritor valenciano y entusiasta afecto a los clásicos), parece apostar por el repudio del político patrio.
“Sólo en el peor de los desastres conoce uno la auténtica valía de los hombres”. Este proverbialaforismo, en palabras de Posteguillo (escritor valenciano y entusiasta afecto a los clásicos), parece apostar por el repudio del político patrio. Diría, más bien, que aquella coyuntura ofrece la innegable verificación de la indigencia moral e intelectual común a nuestros prohombres. España, a la vez y sin que haya otros dones reparadores, lidera un escenario tan espinoso como tragicómico.
Espantados por una crisis con apariencia estructural, padeciendo continuos efectos de un hipnotismo colectivo e inquietos ante la quiebra social que padece Cataluña, improvisan una moción de censura para apuntillar al noble -asimismo estólido- pueblo español. Sin embargo, todos dicen hacerlo en favor del ciudadano. ¿No les parece, amigos lectores, que no queda ninguna línea roja por traspasar? Somos insensibles, pues nutrimos con cada proceso electoral el sistema que nos devora como Saturno a sus hijos.
Venimos sobrellevando durante años el desprecio absoluto que siente Rajoy por los españoles. Podría asegurar que el cartel sustituto no ofrece ninguna garantía de mejora, de regeneración. Tal escenario, no impide -de ningún modo- la crítica sincera, leal y sosegada. El presidente ha dilapidado su credibilidad desde el minuto uno, cuando la sociedad, ahíta de Zapatero, puso en sus manos los destinos del país.
Había prometido, durante el crudo desamparo de la oposición, metas imposibles, quiméricas. Luego acusó al gobierno saliente de felón para exculpar sus propios yerros. Se ha ido sosteniendo en difícil equilibrio apuntalándose sobre un arsenal de mentiras infames. Bajada de tributos, reducción del paro, salida de la crisis, faro económico de Europa, etc., etc., constituyen un rosario de ficciones. El hecho verdadero, innegable, fue subir impuestos nada más ocupar La Moncloa. Lo demás, pura cocina.
Rajoy, si fuera patriota, si le importara el bienestar del ciudadano, dimitiría. Tal y como se está poniendo el patio, añado que es la mejor salida. Su obstinación, complementada con otras razones espurias, solo ayuda a prolongar una muerte anunciada. La corrupción, sucias campañas mediáticas y más o menos culpa en diversos conciertos, han borrado de forma definitiva el poco crédito que le restaba. Se intuye un proceso irreversible, sin escapatoria encubierta. El PP precisa una catarsis urgente.
Debiera, para evitar nuevas tentaciones, organizar un congreso extraordinario y permitir que políticos menos calcinados tomen las riendas del partido. Lograría atajar un estertor largo y estéril. Evita, al tiempo, excusas aventadas por aquellos que pretenden utilizarlo como cabeza de turco en sus ambiciones desmedidas. Además de salvar el caos nacional, le permite a esta sociedad -asaz indolente- realizar una instantánea fidedigna de cada sigla poniendo al descubierto su auténtico rostro. ¿Qué mejor servicio a los españoles?
Sánchez, ese político que vive sin vivir en él, está a punto de realizar un triple salto mortal sin red. Forzado por su codicia irrefrenable, va camino del suicidio personal o colectivo. También a él, la corrupción -pretendido venero del golpe de mano- no le es ajena a ningún nivel. Encima pretende el voto favorable del renacido grupo PDECat que el propio PSC, rigiendo el tripartito (de oscuro peregrinar por las instituciones catalanas), denominó tres por ciento. Semejante apoyo y amuleto contamina cualquier sigla con pretensiones de gobierno.
Más todavía, le falta certificar a las puertas de la votación si cuenta o no con el favor del PNV. Incluso Podemos, cuya coherencia se opone al recorrido que dista desde lo “incondicional” a la exigencia sutil de entrar en el futuro gobierno, pudiera aportar alguna sorpresa. Cuenta, eso sí, con el plácet riguroso de ERC y ese ingrediente folklórico-festivo que añaden sus portavoces congresuales Joan Tardá y Gabriel Rufián. Por cierto, hace días -hablando con gente de Alcaudete (Jaén)- obtuve diversa información de la familia Rufián. Callo los adjetivos utilizados sobre dicha parentela.
Mañana pueden ocurrir dos cosas. Que la moción no triunfe y Sánchez quede de nuevo con un palmo de narices. Tras los continuos fracasos e indigencia estratégica, debiera hacer mutis por el foro que no lo hará. Aumentará su porcentaje de invalidez política (para alegría de Podemos), pero seguirá, erre que erre, sin sentido del ridículo, en sus vanas tentativas de alcanzar La Moncloa. Puede triunfar la moción con una amalgama heterogénea, divergente, patética, y dos años después el PSOE entrará en coma profundo. Previo a esa situación, España experimentaría una sepsis severa de consecuencias funestas.
Espero que, a última hora, subidos al cadalso y con el hacha rozando el pescuezo, a no sé quién le entre un gramo de cordura y retraiga a la vía correcta tanto desenfreno. Constituye la prueba definitiva de la caterva que dirige este país. Sin echar fuera balones propios, considero que no es posible tanta escasez intelectual, ética y estética, así como de principios, que adorna a nuestros a políticos. Sin embargo, tengo que rendirme ante la realidad actual e histórica. Ignoro si azares, hados o un fatalismo made in spain, enrarece el hábitat y toca vivir en permanente ay.
Insisto, si al final Rajoy aguantara el embate ha de replantearse en qué situación quedaría. La inestabilidad de un gobierno aislado y con graves casos de responsabilidad jurídica, originaría un periodo de retroceso económico, social e institucional de ardua reversión. España precisa en estos momentos, donde nos jugamos el futuro, que cada cual deje fines particulares, arrime el hombro y concierte una política de Estado, para conseguir el bienestar ciudadano al que dicen servir. Es una servidumbre de la que ninguno debiera evadirse, incluido el individuo con su voto o abstención.
Tengo esperanza que, plagiando a Europa, bien por estar en un marco capitalista bien por seguidismo socialdemócrata de la izquierda radical, haya un resurgir imparable de las ideas liberales. Tampoco los conservadores aúnan demasiadas esperanzas de sobrevivir a tan elevado inmovilismo y agotamiento. A nivel nacional, lo expresa la intervención vieja e inacabable de denuncia en vez de ofrecer soluciones. Rajoy quema sus postreros cartuchos en gemela respuesta. Así, Rivera será futuro presidente por mayoría simple, probablemente absoluta.
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