Sindicatos y Ejecutivo han perdido las calles. Por Jesús Salamanca Alonso
Si serán fachas y ultraderechistas los manifestantes del campo que no han roto ni una sola papelera en Madrid y eso que eran más de 550.000 personas. Los sindicatos del langostino, la gamba, la corrupción y las incontables sentencias por aprovechamiento indebido han perdido las calles.
Si serán fachas y ultraderechistas los manifestantes del campo que no han roto ni una sola papelera en Madrid y eso que eran más de 550.000 personas.
Los sindicatos del langostino, la gamba, la corrupción y las incontables sentencias por aprovechamiento indebido han perdido las calles. Ni Paco Lobatón ha conseguido dar con ellos estos días de intensas manifestaciones. Andan escondidos disfrutando de la millonada que el Gobierno de la miserable izquierda los ha dado. Lo raro es que no hayan protestado porque, con los transportes en huelga, no les llegarán los langostinos. Por cierto, fíjense si serán fachas y ultraderechistas los manifestantes que no han roto ni una sola papelera entre 550.000 personas.
Estamos en un ciclo nuevo con un escenario de hartazgo, mala gestión, represión y dictadura bolivariana por parte del Ejecutivo. Los precios de las actividades productivas ya son la ruina del agricultor, el ganadero, el cazador y otros sectores implicados. Europa comprueba que la gestión de Pedro Sánchez es nefasta. No ve la UE ningún tipo de conspiración ridícula de los partidos conservadores, como alude Sánchez. Tampoco ve «fachas» en las manifestaciones ni transportistas ultraderechistas. Solo un sicópata como Sánchez es capaz de llegar a eso.
Ahí queda de manifiesto la lección de Macron al ya cadáver político, Pedro Sánchez, cuando le insta a que habilite ayudas por importe de 400M de euros, como han hecho casi todos países de la Unión Europea, Tiempo ha tardado Úrsula von der Leyen en caer del burro, pero ha acabado cayendo se bruces. Incluso, ha comprobado la presidenta de la Comisión Europea que los 12.000M que pide Sánchez con tres meses de adelanto no son para necesidades urgentes, sino para tapar deudas de dinero malgastado con el que se mantienen chiringuitos absurdos, improductivos y no menos vejatorios.
Medida nefasta y catastrófica para muchos es esperar hasta el día 29 de marzo para bajar ciertos impuestos que llevan rebajados en Europa más de quince días. El alza de los precios de luz y combustibles no para de subir, ya lo hacía antes de la invasión a Ucrania por el genocida Putin, por lo que no es solo culpa de la guerra, algo que Sánchez pretende inculcar a fuerza de mentiras tan habituales en él. La inflación se dispara y el Gobierno sigue tirándose a la bartola.
El intervencionismo del Gobierno es de pacotilla de izquierda miserable. Interviene en estupideces de pequeño calibre (lenguaje y expresiones varias), pero no lo hace en los precios del sector primario. Y eso es lo que genera hartazgo entre la población. No se entiende que imponga el tipo de vocabulario que debe utilizarse en las actas policiales, pero no intervenga ante la brutal subida de precios o en las burdas manifestaciones de Alberto Garzón.
Sánchez ha perdido la calle. Los sindicatos del langostino han perdido el norte. Unidas Podemos está perdiendo la representación. Se hunde la izquierda porque no asume el cambio de ciclo ni la modernidad de la sociedad española. Duele la libertad al «nacionalsocialismo» de Sánchez y al comunismo de Belarra, Mónica Díaz, Yolanda y Ada Colau.
Stalin se ha abierto de piernas y corren como locas a ver que hay ahí, no sea que se pierdan algo interesante. Pero, no, el comunismo es el vacío de la realidad y la bandera del vago y del maleante que desprecia la igualdad, el mérito y la capacidad. Si el Ejecutivo, con su cutre ideología, no reconfigura su visión anquilosada de la sociedad española, vamos todos al destrozo y a crear una sociedad de desecho al más puro estilo bolivariano.
La sociedad está harta desde los ilegales encierros de la pandemia y la irresponsabilidad del Ejecutivo durante la misma. El Gobierno no ve otra salida que culpar a otros de sus propios errores. Le interesa que sea así, como le interesa seguir con el modelo represivo de las mascarillas, hoy más medida política que sanitaria. La toma de las calles no es el final, sino el principio del fin de este Gobierno antinatura. Estamos en la España de la Postpandemia.
La subida desorbitada de los costes de producción ha sacado a relucir el totalitarismo del Gobierno y sus socios que, dicho sea de paso, no ven con malos ojos continuar con la destrucción de España. Todos ellos aventaron la demagogia con la pandemia; el abandono por negligencia y con resultado de muerte de las residencias de ancianos; el volcán de La Palma; las ayudas europeas; la millonada a los corrompidos sindicatos de la izquierda caviar; el miedo a derogar la reforma laboral; la falsificación de proyectos destinados a la Unión Europea y un largo etcétera.
El simplismo del Ejecutivo de Sánchez y sus socios daña a la sociedad. Insultar a transportistas, agricultores, ganaderos y otros no es el camino. No tardarán en sentir el desprecio del Gobierno otros sectores en estado crítico. Mientras el Gobierno hace política de todo lo que no entiende ni sabe abordar, en los sectores arruinados no hay política, sino ganas de seguir trabajando y de sacar adelante a sus familias y sus explotaciones, pero sin que el Gobierno interfiera en negativo.
Si alguien piensa que tenemos un Gobierno de coalición, incapacitado para gobernar y asumir responsabilidades, que levante la mano. Comprueben el resultado: todas las manos levantadas. Debe ser que todos los ciudadanos son «fachas» y de ultraderecha. Cuando lleguen las elecciones se lo recordaremos. Para entonces lo negarán. ¿Apostamos?
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