Sánchez arrasa España y destruye al PSOE, por Manuel Olmeda Carrasco
Definitivamente, hemos llegado al rediseño del Frente Popular. Antes, un PSOE marxista llevó a España (contra la opinión de destacados líderes, Julián Besteiro entre ellos) a una guerra civil cuyo epílogo acarreó centenares de miles de muertos y casi cuatro decenios de dictadura cuya verdadera maldad desconocemos por su imposible cotejo con aquella otra del sistema marxista alternativo, hipotético, verosímil.
Bueno y malo, pese al maniqueísmo imperante, ofrecen gradaciones dispares de forma aislada, sin contraste. Cualquier juicio, en uno u otro sentido, conformaría un monumento a la exageración, al reclamo o, simplemente, a la estupidez. Ahora, el conciliábulo político perfilado puede llevarnos, si le dejan la cordura española (incluso socialista) y el acervo europeo, a la más absoluta de las miserias y pérdida sustancial de libertades individuales que tanto ha costado conquistar. El PSOE hoy constituye un partido extraño. A mis años, el miedo suena a algo proscrito, esperpéntico, pero me inquieta el tic despótico del comunismo.
Se especula -tal vez de forma interesada- por analistas zoquetes, antojadizos, (medios y periodistas, alguno en concreto, colindan también con la extrema izquierda o adheridos a su amo) que Ciudadanos ha sufrido una derrota electoral sin paliativos por su itinerario inestable, liderazgo personalista y sobre todo por bloquear al PSOE. Nada más lejos de la realidad. Ciudadanos se ha estrellado por ser fiel a sus principios, leal al centro sociológico y repudiar el juego peligroso, vehemente (quizás agresivo) e insolidario de bloques. En otro país hubiera sacado mayoría absoluta, pero nosotros desmedimos el lastre visceral generando ira; tanta, que se vota por rencor, no por convicción. Ciudadanos hubiera sido un partido inestimable durante la transición y a futuro (sujeto, constreñido, el nacionalismo catalán y vasco, hoy no habría tanto separatista generado por deslealtad y pusilanimidad a partes iguales), pero Zapatero encendió la mecha cismática abriendo una fisura nacional todavía hoy en plena efervescencia.
Albert Rivera, escrupuloso y dúctil, se dejó llevar por principios privativos y sugerencias ajenas. En este país, donde las etiquetas indican observaciones ruines de una ética presuntamente hegemónica en la izquierda, propaganda y medios corrompen lo que yo denomino “conciencia social”. Sin embargo, el sambenito de blanquear a Vox no tuvo repercusión porque mucho antes Podemos -auténtica extrema izquierda, no de bagatela- lo había sido por un PSOE suicida que salió ileso del embate electoral y parasitario. A Ciudadanos no lo ha fulminado Sánchez, al decir de conmilitones políticos y periodistas, sino la destemplanza infantil hacia Vox de un Rivera falto de cintura y recursos sagaces, sutiles. La prueba incontestable es que Sánchez no obtuvo ni un voto del partido naranja cuyo declive (cuarenta y siete diputados) lo absorbieron Vox (veintiocho) y el PP (veintidós). Asimismo, “encontraron” los tres que perdió Sánchez; de ahí su precipitación en instaurar un bloque disonante, combativo e infausto.
Ignoro qué prioridades configuran la encarnadura del presidente en funciones. Creo que egolatría y engreimiento superan a codicia y rapacidad. Si esta presunción es certera, Iglesias ha ganado las elecciones y Sánchez las ha perdido destruyendo al mismo tiempo el PSOE. Curiosamente, da la falsa impresión de haberlas ganado Vox y PP resultando perdedores Ciudadanos, Unidas Podemos y PSOE. Error; hay un ganador espectacular (Unidas Podemos), rodeado de “enanitos” dueños del bosque, y un perdedor enfático, estricto, susceptible: Sánchez. Ocurre, empero, que, ante espíritus toscos, mediocres, aquella exigencia suscitada por Descartes: “pienso, luego existo” se considera chuchería filosófica digna de ser enterrada en el mausoleo de la suficiencia. Lo asegura un viejo axioma castellano: “La ignorancia es muy atrevida”. Así nos va, ligados a nuestras raíces o comparándonos con naciones del entorno cercano.
A Sánchez no solo se le ha derretido su yo vanidoso abrasado por el otro yo, siempre en competencia, del Iglesias triunfante. Como consecuencia, su instinto sufre un desvarío al ser humillado: desamparo o hecatombe. El favorito gobierno de coalición social-comunista (es decir, la hecatombe), da pruebas notables -ante las previsiones económicas e institucionales en el horizonte inmediato- de que los españoles le importan una mierda. A Iglesias aún siente menos interés por ellos, pues pretende potenciar la miseria desarbolando este país para hacerlo más proclive a medidas extremas. La Historia enseña a quien quiera verlo que el comunismo totalitario no defiende al trabajador; utiliza el populismo, la “gente”, ese fanatizado poder popular, con la intención de traspasar el capital privado al Pulitburó, a la casta elitista del marxismo vetusto, deparando el aumento de miseria si cabe. No son anticapitalistas, ansían ser capitalistas ellos. El argumento más sólido, indiscutible, es observar talantes y riquezas acumuladas por líderes comunistas en cualquier parte del mundo.
Metodología y su vertebración, el método, indican qué acciones deben realizarse -ante coyunturas específicas- para demoler los probables efectos nocivos. Rebatir insidias con estoicismo o condescendencia implica asirse a vana reputación. “El 28-A había una oportunidad histórica para formar un gobierno de coalición, ahora es una necesidad histórica porque se trataría de la única manera para frenar a la extrema derecha en nuestro país”. Son palabras frescas de Pablo Iglesias, líder omnipresente y omnipotente de una extrema izquierda sin parangón mundial; menos, aditada a ese fraudulento, lema de la “extrema derecha” cuya sangrienta ejecutoria, al contrario del nazi-comunismo, nadie conoce ni recoge crónica histórica alguna. A mayor abundancia, José Luis Ávalos anuncia: “El PP está solo en compañía de la extrema derecha”. Ambas reflexiones, y otras parejas de ERC, PNV, JxCat … que alimentan bloques incompatibles, belicosos, imposibilitan consenso alguno ni entendimiento. Queda, por tanto, (siguiendo la normativa metodológica) responder contundentemente moderados. No son tiempos de “poner paños calientes”. Al final, Vox recogerá la cosecha.
Apuesto a que este gobierno heterogéneo y esquizofrénico, si fructifica, no durará más allá de unos meses. Perdido el crédito del PSOE y con un PP adscrito a esta información del Confidencial: “El PP, contra la opinión del Consejo Europeo, pactará con PSOE, Unidas Podemos y PNV la renovación del CGPJ dejando a Vox fuera” no sería extraño que este último en las próximas elecciones sacase mayoría absoluta. Casado ha perdido el “método”. Un inciso. Iglesias, observa que no me convences nada, pero ten cuidado con Sánchez porque antes o después saldará cuentas contigo por dejarlo en evidencia. Su ego busca revancha: la venganza se sirve fría.
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