Punto y seguido de una tropelía, por Manuel Olmeda Carrasco
El siete de junio de dos mil diecisiete, la CNMV suspendió cautelarmente la cotización del Banco Popular e inmediatamente la JUR, por primera y única vez en toda su existencia, resuelve dicho banco y lo vende al Santander por un euro.
“El Santander ha culminado la integración tecnológica del Popular”. Así, con este titular insípido para la mayoría de españoles, concluye -junto con el caso “straperlo”- una de las páginas más vergonzosas de la Historia reciente. Aproximadamente trescientos mil pequeños accionistas fuimos estafados, presuntamente, con la aquiescencia de varias instituciones nacionales y europeas. Dentro de las nacionales, cabe destacar el Banco de España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB). Asimismo, destacan las instituciones europeas Mecanismo Único de Resolución (MUR), Junta Única de Resolución (JUR) y Fondo Único de Resolución (FUR), este todavía inhábil por no disponer de recursos para reestructurar o rescatar las entidades bancarias europeas con dificultades. Pregunta, ¿para qué crear un organismo inútil? Tal vez, como oficina de colocación.
El siete de junio de dos mil diecisiete, la CNMV suspendió cautelarmente la cotización del Banco Popular e inmediatamente la JUR, por primera y única vez en toda su existencia, resuelve dicho banco y lo vende al Santander por un euro. Trescientas mil familias de pequeños ahorradores quedan en la miseria debido a los yerros cometidos por las citadas entidades nacionales y el europeo Mecanismo Único de Supervisión (MUS). Todo ello para evitar proveer siete mil millones de euros. Esa cantidad fue la que tuvo que desembolsar el Santander para asegurar a los impositores su dinero. Según informaciones, a treinta y uno de diciembre de dos mil diecisiete el Banco Popular tenía unos activos de ciento trece mil millones de euros y un dieciocho por ciento de cuota de mercado en las pymes. ¿Hubo maquinación o arbitrariedad? Quizás ambas cosas con presumible resultado de latrocinio consentido.
Años atrás, el abuso, desgobierno y derroche de las Cajas de Ahorro, fue encubierto con más de cincuenta mil millones de euros que abonó el ciudadano español. Antes -con Zapatero- sí, pero ahora con Rajoy no. Clásica cobardía de la derecha y desconsideración de un político disipador, pues en cuatro años liquidó cinco millones de votos. Tampoco el PSOE, al presente, ha abierto la boca siquiera para conseguir un plus propagandístico, aun ético, defendiendo los valores de justicia social que se harta de propalar. Tampoco aquellos que vinieron a consolidar y reformar una democracia escuálida, cadavérica. Ciudadanos y Podemos han optado por no pasar ni de puntillas por tan execrable capítulo. Prefieren hacer mutis y luego soltar cargas, más o menos profundas y exitosas, sobre un bipartidismo que está negando ser causa exclusiva de cualquier desenfreno.
Escéptico vital, solo puedo percibir un cinismo a prueba de bomba en Podemos. Me sorprende ver cómo un líder paradójico, disfrazado, logra sumar tantos adeptos una vez constatadas diferencias sustantivas entre dichos y hechos. Ataca a la banca, al Ibex, a los empresarios, pero vive de ellos y no peor que ellos. Advierto que el mutismo innovador, tras los acontecimientos denunciados, se debe a esa interpretación maniquea cuyo dictado indica que los accionistas del Popular debíamos formar parte de la burguesía patria y patriótica. Más allá de discursos demagógicos, de fraseología revolucionaria, rupturista, él puede conseguir favores negados a cualquier ciudadano común; es decir, constituye la misma élite sobre la que vierte sus ataques inmisericordes y, por ello, postizos. Iglesias, dispuesto a encarnar todos los aspectos que le brinde la máscara, ha conseguido una feligresía devota, acrítica pero fiel.
“El cielo no se toma por consenso: se toma por asalto” junto a lo aparecido en un tuit: de Pablo Iglesias: “Por primera vez el sorpasso es posible; ahora toca voluntad de asumirlo”, son las dos frases que le impiden ser ministro, su mayor anhelo. Semejante estela de petulancia, no solo ha abierto los ojos a gente armada de buena fe sino también a Sánchez que viene considerando peor el remedio que la enfermedad. Se han juntado dos magos del tocomocho, pero aquel domina los medios y este, pobre, es incapaz de dominar el pavor que le ocasiona su proximidad. He aquí la razón de los innumerables reclamos (eso sí, poco inteligentes) para que PP o Ciudadanos se abstengan cara a su investidura. Deduzco sin esfuerzo que Sánchez prefiere incluso la repetición de elecciones -con el riesgo implícito que conlleva- antes que sentar a Iglesias y Montero a la mesa del consejo de ministros. Sería una primera y concluyente derrota personal, escenario imposible dado su elevado ego. A mí, de todas formas, tampoco me seduciría (entiéndase bien la metáfora) sentar un alacrán en mi mesa.
Ciudadanos -otra sigla renovadora, pero enmudecida- pone ese discutido liberalismo (extremo voluntarista autoaventado) al servicio de las injusticias que propicia el poder, su abuso. Parece ajustar la contrapuesta misión política al servicio de intereses espurios en vez de velar por los rectos dividendos del contribuyente. Creo que Rivera está cometiendo errores inasumibles relativos a diferentes campos políticos. Quizás el mayor sea desconocer cuál es el papel que debe desempeñar ahora, en este momento crucial. “Rectificar es de sabios” enseña un adagio clásico. Mantenerse obcecado augura cerrilismo, torpeza, actitudes impropias de quien se debe a pautas reflexivas, serenas, convergentes. No es menor el yerro de mostrar una extremada sensibilidad con Vox mientras exhibe ciertos posicionamientos laxos en otros casos mediáticamente menos conflictivos o señalados. Frase de refrán: ¡“Madre que me toca Roque; tócame Roque”!
La coyuntura actual exige ausencia de complejos, invertir en valor, aunque ello implique bordear esa incorrección política tan temible para los que gozan de privilegios y tan aplaudida por ciudadanos hartos de farfolla. Ignoro si azar y providencia han armonizado disensiones para ridiculizar a estos politicastros onerosos, incapaces e inútiles. Ramco Litigation Funding, un fondo americano, financiará las demandas contra el Banco Santander por las pérdidas ocasionadas a los accionistas del Banco Popular cuando fue resuelto en dos mil diecisiete. Pagará entre ciento cincuenta y doscientos cincuenta millones de euros a cambio de un porcentaje del dinero recuperado en futuras sentencias. Sospecho que los análisis previos han encontrado aspectos, enfoques, que aquellos organismos nacionales e internacionales (ir)responsables pasaron por alto. Dicha noticia constata, asimismo desde un punto de vista jurídico, la tropelía cometida contra accionistas y bonistas del desparecido Banco Popular. En otras palabras, sus ahorros sufrieron un atraco brutal, perverso.
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