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Opinión 08-11-2021 07:41

PREOCUACIÓN POR EL SILENCIO DE LOS BUENOS Por Juan Goti Ordeñana Catedrático Jubilado de la Universidad de Valladolid

Es importante sacar a la luz y propalar por todos los medios los difíciles momentos en los que vive esta sociedad, cuando se están proclamando una serie de leyes, nada menos que en nombre de la libertad. Las cuales suponen una desviación del comportamiento natural humano, y con una inclinación hacia el mal.

 

 

Es importante sacar a la luz y propalar por todos los medios los difíciles momentos en los que vive esta sociedad, cuando se están proclamando una serie de leyes, nada menos que en nombre de la libertad. Las cuales suponen una desviación del comportamiento natural humano, y con una inclinación hacia el mal. Se trata de ideologías tremendamente materialistas, que olvidan la trascendencia del ser humano, e incrustadas en el devenir de la población sencilla.

Mal que, por perversas ideologías, se personificaron en poderes, y llevaron a la realización de una política de grandes desastres y guerras en el pasado siglo. En realidad, fueron dictaduras que tomaron rumbos hacia el totalitarismo trastrocando el concepto de Estado. En este siglo conociendo la experiencia anterior, los gobiernos tienen buen cuidado de evitar la violencia de la guerra, puesto que tiene mala prensa, pero esto no les impide caer en un totalitarismo, que no es un mal menor. Pues con una nueva orientación llegan a un dominio de la persona más fuerte a través de múltiples modos: domando los medios de comunicación, con mensajes subliminales, planes de estudios, subvenciones, bonos culturales de 400 euros al cumplir 18 años, etc., con lo que llegan a nublar la mente de las personas, impidiéndoles decidir mediante criterios objetivos. Cada vez vemos, con más claridad, cómo, con todos estos recursos, se limita la forma de pensar y decidirse a las personas, y se crean masas de gentes, invadidas en todos los aspectos de la vida, de forma que condicionan sus actitudes. De modo que estas masas hacen suyas voluntariamente, pero con la mayor inconsciencia, los puntos de vista de aquellos poderes.

Por tanto, el mal de estos tiempos no es el de la revolución violenta por medios de guerras, sino por una propaganda que llega a la manipulación de las conciencias, con lo que se consigue dirigir el sentir de las masas. Así logran todo lo que quieren, con una población inconsciente de hacia dónde es arrastrada, y que acepta ser dirigida incondicionalmente por unas fuerzas de los que no son conscientes, y que, tampoco, saben de dónde proceden. Este es un totalitarismo más fuerte que el tradicional del poder por la guerra, llegando a crear una cultura de destrucción de la persona.

La globalización que nos ha invadido, y ha llegado a ser aceptada por los poderes políticos que nos gobiernan, tanto en España como en la unión europea, como guía para el futuro de las naciones, lleva a la anulación de la persona por la imposición de un materialismo que borra de la mente la idea de la moral y de la trascendencia. Se ha grabado la

idea en la sociedad, que no existe más realidad que ganar dinero y disfrutar del momento, el «carpe diem» de Horacio. Esto supone que al individuo se le ha hecho parte de la masa sin libertad, para que no tenga un conocimiento objetivo para decidir, y de este modo es arrastrado por la obsesiva publicidad que conduce a vivir sin pensar.

Se ha sembrado la obsesión por un utilitarismo, que lleva a olvidar lo que es el ser persona y conduce al nihilismo. En el plano del conocimiento ya hemos visto por donde van las leyes de la enseñanza, general y universitaria, no importa la acumulación de conocimientos en la mente del alumno, pues todo está en internet, según el ministro Castell, sino educar en una afectividad emocional de cualquier tipo que éste sea. Con esta orientación lo interesante es promover el relativismo y el escepticismo, con lo que se rechaza la existencia de la lógica y en consecuencia de la verdad, por lo que nuestros gobernantes tienen conciencia de que mentir a la población es algo normal y legítimo.

Este es el medio en el que vivimos promocionado por un Gobierno, como el actual, que ha llegado a jugar con las masas que no protestan, en medio del mayor desastre intelectual, político y económico en que nos ha metido, sin que haya una posición de protesta ante las barbaridades que comete, y si hay algún partido que se rebela, ahí está toda la gran artillería de la prensa oficialista, que le olvida o acusa de fascista, desleal, anticuado, cuando no usa peores calificativos.

En esta situación está bien que recordemos aquella expresión Martín Lhuter King: «No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que me preocupa es el silencio de los buenos». Respondiendo a aquella doctrina de Aristóteles, que juzgaba esta actitud indiferente de idiota, e incluía a todos aquellos que renuncian de los asuntos del bien común.

Lo terrible es que no reaccionamos ante tal desastre de ideologías que se están imponiendo en el mundo. Lo doloroso es que esta sociedad se ha acostumbrado a aceptar estas ideologías que se nos meten diariamente por la publicidad, y hemos llegado a convivir con ella. La conciencia y la libertad, que son las cualidades esenciales de la naturaleza humana, han desaparecido de esta sociedad. Habrá algunas voces que claman por el hombre libre y consciente, pero el vocerío de la publicidad no las deja oír. Se ha conseguido con las políticas actuales anestesiar la conciencia de las personas, y esta masa social no conoce lo que es la buena línea de pensamiento en el ser humano.

Lo verdaderamente preocupante es el silencio de los buenos. La mayoría de las personas tiene conciencia que nos dirigen al siniestro total, no obstante, se calla ante leyes que suponen el crimen del aborto pagado por el Estado, la educación que lleva a la desinformación y fomento de sentimentalismos que obstaculizan el razonamiento lógico, a una eutanasia que promueve la muerte de inocentes, etc.

Al final, esta masa piensa que no hace nada malo, porque él no crea estas lacras. Pero ese no hacer nada, es donde reside el problema, porque ha llegado a la indiferencia y a la pasividad. La presente sociedad no es sólo mala por las acciones que son malas, violentas o corruptas, sino porque la sociedad permite estar metido en un medio, donde se invierte el valor de ser persona, y lo deja pasar porque no es su problema.

Es necesario despertar la conciencia de los buenos, de aquellos que sienten con dolor las directrices que está tomando la marcha de mundo en manos de estas ideologías que conducen al siniestro total.

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