Noticias de Cantabria
Opinión 20-04-2020 12:00

Pánico ante la ineptitud, por Juan Goti Ordeñana

Como viene demostrando en sus muchas intervenciones, con una fraseología habitualmente hueca en sus soflamas, desde que decidió reconocer la crisis del coronavirus, es claro que Pedro Sánchez no es el dirigente para resolver la problemática de esta pandemia. Aparece hablando en demasiadas ocasiones para no decir nada, sólo con el objeto embaucar al pueblo sencillo.

 

 

     No obstante ser advertido por innumerables síntomas en momentos decisivos, y a pesar de que organismos internacionales le advirtieron, no tuvo el valor de prohibir la celebración del desfile feminista el 8 de marzo, porque suponía un enfrentamiento con Pablo Iglesias, que no admitía que a su pareja le aguaran su gran exhibición como Ministra de Igualdad. Sabía que esta ostentación iba a ser el pistoletazo de salida para la inundación del coronovirus en la sociedad, y adoptó la postura de someterse al capricho del vicepresidente segundo que le puede malograr la marcha de la legislatura.

 

     Al no atreverse a enfrentarse al problema en un primer momento, le llevó a tener que hacerlo con un exceso de alarma. Le ha entrado el pánico con el convencimiento de su propia ineptitud, unido a la dependencia de un Podemos inconsciente. Se puede observar esto en las presencias que hizo los últimos tiempos, antes de la reclusión de las familias en sus casas, puesto que se mostró sin saber lo que decía ni lo que quería. Con anterioridad para defenderse le bastaba con desacreditar a la oposición, pero en esta ocasión tenía que cargar con la responsabilidad por la extensión de la pandemia, y se encontraba con la colaboración de la oposición. En estas circunstancias se vio su debilidad, apareciendo el martes, 10 de marzo, con un temblor de piernas, el jueves tocado en estado de shock, y el viernes para adelantar el estado de alarma estaba agarrotado con una expresión de aturdido, descompuesto y atónito, el sábado se desfogó hablando con una verbosidad largamente desordenada, para anunciar las limitaciones de movilidad de los ciudadanos, encerrándolos en casa. Pero no supo presentar unas medidas concretas para el momento, sólo asustó a la gente encogida y temerosa, que tenía que esperar al martes siguiente día 17 para ver si en Consejo de Ministros se proponían medidas para el momento, que tenía que pactar. Y aún más le limitaron las medidas que debería haber tomado, quedando con graves deficiencias.

 

    Tenemos un presidente aventurero, que está manteniéndose con el apoyo de fuerzas extrañas: las de un Podemos que le conduce a la ruina; las del grupo de Maduro que le avisó de algo comprometido en la visita de Delcy Rodríguez, y Pedro Sánchez se dio por enterado, por esto va tomando caminos que le desvían de una solución de los problemas de España; y los apoyos de Soros, que sin hacer publicidad, recibió en la Moncloa, a cuya avenencia se debe su publicidad. Con estas dependencias no es un líder con libertad para enfrentarse a los problemas reales de nuestra sociedad, porque sabe que con la falta de estos apoyos, tendría que dejar la Moncloa inmediatamente.

 

     No es el presidente para una crisis. Había pensado en un gobierno pacifico, pues creía amordazada la oposición, que consideraba domada con la acusación de corrupción y ultaderecha. Acusación que si no era real era efectiva, y con las fuerzas que le proporcionaban una publicidad y ocultamiento de sus corrupciones, había pensado en gestionar su período de mandato, sólo con alguna discusión leve más o menos llevadera con sus socios de Gobierno.

 

    Si con este trasfondo había pensado gobernar pacíficamente con un Ejecutivo desproporcionado, falto de profesionalidad, vocinglero, creídos de su verdad, y también tiránico, porque dispone de voz en la prensa, con lo que acogota a todo lo que se le oponga. Pero los hechos le enseñan que no podrá solventar la legislatura según su sueño.

 

       Si se había propuesto un plan, con una estrategia ganadora, a pesar de tener el mínimo de votos, pero se le ha torcido el libreto y con estos instrumentos no puede crear una sinfonía armoniosa. Como vamos viendo, no domina los ministerios, y lo que es peor, por un no se sabe que pavor, se está inclinando por dar mayor beligerancia a Iglesias, lo que pudiera estar en los condicionamientos que le envió Maduro, en aquel desgraciado accidente de Barajas, que con la pandemia se está olvidando, pero que puede estar en la desorientación que se advierte en el presidente, y el lugar privilegiado que está reconociendo a su vicepresidente Iglesias.

 

     Dispone de un Iván Redondo, jefe de la oficina de la Presidencia del Gobierno, que le ha de dar todo hecho, empezando por una publicidad que le dé la oportunidad para arrojar al pueblo cantidades enormes de ideología, que sirva de carnaza para la plebe; un ministerio de Ideología que con esbirros se dispone a llenar las calles alborotando la vida normal de la mujer, que piensa completar con una ley del sexo; una ampliación de la Memoria Histórica, con toda clase de penas para quien no se atenga a la verdad política; diálogos con los separatistas cediendo a sus exigencias: mesa de diálogo, referéndum, amnistía para los golpistas, es decir, todo lo que fuera necesario para conseguir afianzarse en el poder; a lo que hay que añadir la amenaza de una dura censura a todo el que critique su incapacidad y mentiras.

 

     Si auguraba un gobierno plácido y descansado, las circunstancias reales de la sociedad y las que él se ha creado con los pactos con Podemos, no le presagian un Gobierno llevadero, sino enteramente tormentoso. El contagio del coronavirus le llena de angustias, y los pasos que ha dado, totalmente desacertados, han puesto en evidencia su absoluta incapacidad para dirigir una situación conflictiva, y no crea que con constantes apariciones para mostrar su verborrea y no proponer nada, pueda convencer al pueblo sencillo para que le apruebe su incompetencia. Por otra parte, el partido con el que ha pactado el Gobierno, no le acompaña para dar solución a esta situación: bloqueando las medidas a tomar, queriendo imponer su ideología, pretendiendo requisar empresas, solicitar su cuota de poder y protagonismo en la gestión de la crisis. Un tiempo de crisis no es el momento para discutir los porcentajes de poder, pero para una extrema izquierda puede ser la ocasión para pensar en un golpe de Estado.

 

     Ante esta situación la sociedad consciente y trabajadora está temiendo la crisis industrial y social, que se va a seguir de tal desbarajuste e incapacidad del Gobierno, de donde es claro el pánico ante la ineptitud del Presidente.

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