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Opinión 24-06-2020 07:15

Máximo símbolo de los débiles

¿Cómo los partidos de izquierdas, que dicen acoger a los débiles, tienen tanta obsesión por perseguir y destruir la cruz?

 

Hemos visto fusilar con odio la cruz del Cerro de los Ángeles; entrar en las Iglesias a profanar la cruz; alcaldes que han hurtado cruces de las plazas públicas donde eran veneradas por sus pueblos; y hay quienes gritan contra la cruz que se alza en el Valle de los Caídos, que fue puesta en lo alto como símbolo de perdón y fraternidad. Sin embargo, como dice Tom Holland, en la lucha social, que ha forjado nuestra historia, fue la propia cruz, vinculada a la forma atroz y humillante en la que fue ejecutado Jesucristo, la que se elevó, con el paso de los siglos, en «el símbolo máximo de los débiles contra los fuertes y una de las razones por las que el mensaje del cristianismo tiene tanta potencia».

Ha habido algo en la historia que, en momentos difíciles, ha atendido a la gente humilde, y les ha dignificado relacionándolos con Dios. Se trata de una idea que parte del Dios todopoderoso, que desprendido de todo poder se humilló a ser, un ser humano, y dio a toda persona la categoría de hijo de Dios. Comenzó su acción naciendo desprovisto de poder en un portal, y en esta sociedad donde se sueña con ser poderoso; predicó el valor de los pobres, mostrando que el triunfo en este mundo viene de la debilidad; y murió con la condena más humillante, en una cruz. Partiendo de aquí, su enseñanza se ha elevado de modo que ha llegado a estructurar y condicionar la cultura de Occidente. Es hora que piensen nuestros políticos, que aspiran a ser todo, que las ideas fuertes parten de la sencillez, de la debilidad, del dolor y del esfuerzo, no de la victoria fácil.

La experiencia de la doctrina cristiana enseña que trabajando con sencillez se puede llegar a conseguir elevados propósitos. Pues como alecciona la historia, la predicación sencilla de Jesús y su muerte en la cruz, la condena más cruel y humillante, ha supuesto la mayor revolución que ha tenido la historia. Esto debería ser una lección para la izquierda que le vemos querer únicamente imponerse y predicar desde arriba, desde el poder y disponiendo de los medios más poderosos de publicidad. Pero debe saber que las ideas se imponen desde abajo y, por tanto, que es «dar coces contra el aguijón» atacar a la doctrina cristiana, que ha demostrado que el modo de llegar a imponerse una ideología es partiendo de la situación más humilde: de una predicación sencilla y una muerte humillante en la cruz. Y no se debe despreciar que esta actitud, con el paso de siglos, ha llegado a ser «el símbolo máximo de los débiles contra los fuertes» y por la que la idea cristiana permanece a pesar de toda la persecución de tantos sectores.

Considerando su historia, advertimos la cantidad de elementos que el cristianismo ha aportado a la cultura de occidente, incluido el lenguaje. No tenemos conciencia de que la mayor parte del vocabulario, que utilizamos, en su base, es cristiano, como son: dignidad de la persona, igualdad, libertad, verdad, justicia, importancia de la pobreza, responsabilidad, religión, etc.

Hoy parece que muchos reniegan de la religión cristiana, y la acusan de haber derrotado al paganismo, ignorando que fue esta religión la que creó el sentimiento de identidad común del europeo, y que incluso cuando cayó el Imperio romano hizo que sobreviviera su legado a través de la Iglesia. ¿Qué hubiera quedado de la cultura clásica tras el paso de los bárbaros, si no hubiera habido una Iglesia que almacenara aquella sabiduría greco-romana, la elevara a la categoría universitaria, y la elaborara para abrir los caminos a la nueva cultura? Esa Universidad confeccionó el método de investigar con la importancia que dio al razonar lógico, para abrir las puertas a las ciencias prácticas. La Europa de la Edad Media no fue un tiempo oscuro y perdido en la historia, en realidad fue la primera gran civilización moderna y de donde nacieron las demás. Actuó como dice Arnold J. Toynbee de «crisálida» para dar paso al actual sistema de la cultura europea.

Se crearon mitos, desde el mundo protestante liberal contra la Iglesia católica, como el caso Galileo Galilei, cuando ya el cardenal de Cusa en su obra «De Docta Ignorancia» apuntó que el mundo era un elemento suspendido en el universo, y un monje Copérnico descubrió la teoría del heliocentrismo. La Ilustración implantó la idea de que la religión y la ciencia iban a estar en constante lucha, y que nunca podrían llegar a entenderse, pero esto ni entonces ni ahora responde a la realidad, ya que se adelantó Roma a crear en 1603 la Academia de Linces, cuyo líder fue el mismo Galileo Galilei, y que ha sido actualizada por el papa Pio XI en 1936 con el título de Academia Pontificia de las Ciencias, y a la que pertenecen destacados científicos creyentes y no creyentes, incluso Sthephan Hawking.

Como dice Toynbee: «La escuela de Manchester interpretó mal la naturaleza humana. No comprendió que aun un orden mundial económico no puede constituirse sobre fundamentos meramente económicos […] Este error no lo cometieron Gregorio el Grande y los fundadores de la Cristiandad Occidental, de quienes se deriva en último término el idealismo […] Si se requirió una sólida base religiosa para el poco pretencioso edificio económico de Gregorio, parece improbable, sobre esta base, que la estructura más vasta del orden mundial que es nuestra tarea construir hoy, pueda basarse de modo seguro sobre el fundamento de meros intereses económicos».

El mundo de la izquierda, que se cree dueño del voto de los pobres, ¿por qué persigue el signo de la victoria de los pobres? Es una anomalía, una contradicción, y si persigue la cruz, su pretensión es ser rico, no proteger a los pobres.

Muchas fuerzas políticas se empeñan, calificándose de laicas, en desprestigiar la religión cristiana, llegando a causar duda aún en las propias filas de la Iglesia y promover el abandono de tantos creyentes. Y a muchos los ha llevado a pensar que la gran religión de Occidente está en un período crepuscular. Esto nos recuerda como dice Jiménez Lozano: «El drama de san Agustín fue comprobar que Roma se venía abajo, pero a nosotros se nos hunden muchos más siglos de civilización. Parece imposible, pero lo estamos viendo». Mas en este caso debe dejarse todo temor, si la Iglesia toma como camino a seguir del pensamiento humilde de su origen frente a la brillante maquinaria de los políticos, del reconocimiento de la dignidad de la persona y la importancia de los pobres.  La debilidad, al fin, es la que determina el ser de las comunidades humanas.

Hay dos preguntas en el aire, en este momento de desorientación: ¿qué va a ser de toda esta ideología cristiana en el futuro? Esto es, si los valores que ha aportado sobrevivirán o se extinguirán sin la base de la religión. Y ¿qué será de Europa si se llega a olvidar la religión cristiana? Pues como dice el exnuncio en EEUU Viganò: que poderes ocultos quieren terminar con la religión cristiana, a la vez que pretenden acabar con la civilización cristiana, y censura que los medios de comunicación se nieguen «a difundir la verdad, buscando silenciarla y distorsionarla, difundiendo la mentira que es útil para los propósitos de sus amos».

 

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