Los ‘pagadores’ del Ingreso Mínimo Vital, por Javier Puente
El gran problema del Ingreso Mínimo es que no viene acompañado de una visión de futuro. No hay planes de promoción empresarial, no hay la más mínima capacidad de atracción de capital, porque no hay confianza en nuestro gobierno nacional y aún menos en el regional de Cantabria. Basta un mínimo de visión de futuro para entender que si no respalda a los pequeños comerciantes, emprendedores y autónomos, en definitiva a quienes crean riqueza.
He crecido entre vacas y prados, con personas que se empeñan en trabajar de sol a sol, todos los días de la semana, para sacar un sueldo digno para su familia. He sido testigo de cómo el precio de la leche, siempre a la baja, ha descendido hasta niveles que hacen muy difícil cualquier explotación. He sido testigo de la modernización de las cuadras en Cantabria en los últimos años para ser competitivos.
La ganadería y la agricultura son esenciales en nuestra Comunidad. Y no van a dejar de adaptarse a los nuevos tiempos, para mantener la riqueza de esta tierra. De hecho, ellos han sido trabajadores esenciales durante la crisis del coronavirus, sin dejar de aportar los alimentos que terminan en las mesas de nuestras familias.
Afortunadamente no se han visto en la situación de cerrar su negocio, como ha ocurrido con muchas empresas del sector turístico y hostelero. De ahí saldrán muchas personas que reciban el Ingreso Mínimo Vital, una medida que siempre he pensado que debe ser provisional, para animar a la búsqueda de un empleo y facilitar la movilidad.
La realidad es que esa medida ya existía en las Comunidades Autónomas, aunque bajo el nombre de Renta Mínima de Inserción. Se facilitaba alimento y los recursos suficientes para que una familia, por un tiempo determinado, tuviera la oportunidad de rehacer su vida, de formarse para un empleo.
Asociaciones como Cáritas, que desde el silencio están ayudando a miles de familias, atienden ese aumento de la pobreza. Y considero que, de forma extraordinaria, es necesario completar esas ayudas que ya existían para determinadas personas.
Pero el gran problema del Ingreso Mínimo es que no viene acompañado de una visión de futuro. No hay planes de promoción empresarial, no hay la más mínima capacidad de atracción de capital, porque no hay confianza en nuestro gobierno nacional y aún menos en el regional de Cantabria.
Basta un mínimo de visión de futuro para entender que si no respalda a los pequeños comerciantes, a los emprendedores, a los autónomos, en definitiva a quienes crean riqueza, todo el país se hará más pobre. Si no se pone un límite a este tipo de medidas extraordinarias, terminan eliminando el incentivo a la búsqueda de empleo.
Es preciso un mínimo de respeto a quienes no tienen trabajo, para entender que si no se promueve el empleo, no se respeta la dignidad de las personas. La mayoría de los españoles no quieren vivir de subvenciones y sí de su propio trabajo.
El riesgo de los gobiernos populistas es siempre el mismo. Son capaces de repartir dinero, pero incapaces de generar valor. Y aquí llega lo que me preocupa de verdad del Ingreso Mínimo a largo plazo: ¿Quién paga todo esto?
Los impuestos de los ganaderos, de los agricultores, y también de los autónomos que regentan un hotel rural o una pequeña empresa tecnológica van a financiar ese Ingreso Mínimo, van a ser los ‘pagadores’ de esas ayudas.
Si solo legislamos “mínimos” nos vamos a ver en septiembre con más desempleo que nunca. ¿Dirán que nadie lo esperaba, que no estábamos preparados, que nadie nos avisó, como ya ha pasado con la crisis sanitaria?
Y lo grave es que esa miopía de nuestros gobiernos, nacional y regional, puede arruinar también a los ‘pagadores’ de esta crisis.
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