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Opinión 31-05-2021 07:56

La razón cristiana en la cultura europea. Por Juan Goti Ordeñana Catedrático emérito de la Universidad de Valladolid

En estos momentos en los que hay una persecución a la Iglesia y a la cultura cristiana, quiero hacer un breve resumen de lo que ha supuesto el cristianismo en el nacimiento y evolución de la cultura europea.

 

 

En estos momentos en los que hay una persecución a la Iglesia y a la cultura cristiana, quiero hacer un breve resumen de lo que ha supuesto el cristianismo en el nacimiento y evolución de la cultura europea. Sigo la línea de reflexión, que sobre este tema hace el gran maestro don Luis Díez del Corral en su ensayo «El rapto de Europa», donde estudia el valor que ha tenido la racionalidad de la teología de la Iglesia de la Edad Media, para enseñarnos a reflexionar e investigar, y que por ello ha sido la base en la construcción de la ciencia europea.

Cuando se estudia el mundo cultural de la Europa moderna, y la crisis que nos ha sobrevenido, surge espontáneamente la pregunta que se hacía Max Weber: «¿Qué encadenamiento de circunstancias ha conducido a que, precisamente el suelo de Occidente, y sólo en él, hayan aparecido fenómenos culturales que, sin embargo, se encuentre en una dirección volitiva de significación y validez universal?».

Y contesta este autor, que la razón decisiva de esa preeminencia objetiva de la cultura europea se encuentra en la interna racionalidad, que se da en Europa desde fecha muy temprana. De modo que estima, que fue requisito esencial «para llegar a una doctrina racional de Derecho, a pesar de sus comienzos en la India (“escuela de Mimansa”), a pesar de las comprensivas codificaciones, especialmente del Próximo Oriente, a pesar de todos los libros jurídicos de la India y de otros países asiáticos, les faltaban los rigurosos esquemas jurídicos y las figuras conceptuales del Derecho romano y del Occidental, formado en su escuela. Una configuración como la del Derecho canónico sólo el Occidente la conoce».

Sin embargo, ni el mismo Max Weber sabe explicar el nacimiento del Derecho canónico, el cual surgió por la rigidez de las figuras jurídicas del Derecho romano, y que, desde sus inicios, en la primera Universidad de Bolonia, no se contentó con ser una norma ritual de la Iglesia, sino que abrió el derecho a la nueva realidad de su época, aplicándose en paralelo con el Derecho romano. Su vitalidad dio origen a las ramas del derecho que ahora tenemos como: el Derecho penal, Derecho procesal y Derecho matrimonial, y trazó y presentó las líneas básicas del Derecho político, del Derecho internacional y de economía.

Lo mismo podemos decir en el campo del arte. Arcos apuntados y bóvedas de crucería fueron conocidos en Oriente, «pero el empleo racional de la bóveda gótica como medio de distribución de empujes y de cubrimiento de espacios formados a discreción y, sobre todo, el empleo de la bóveda gótica como principio constructivo de grandes monumentos y como fundamento de un estilo comprensivo de la

escultura y la pintura sólo ha existido en Occidente». Igual sucede con la imprenta, con las especializaciones profesionales, con la burocracia, con la organización elemental, con el Estado, con la economía y con tantas formaciones históricas producidas por el Occidente, que se deben a un ejercicio de la razón, que se ha elaborado en Europa. Tal delantera se consiguió justamente por extremar las notas que posteriormente serán adjudicadas al mundo europeo: inteligencia abstracta, racionalidad constructiva, voluntad activa, ordenación centralizada, etc.

¿De dónde procede sustancialmente este elemento sutil de la creatividad de la cultura europea? Como escribe Hans Freyer es de la forma de vivir el cristianismo occidental: «El reino de la razón comienza en medio del reino de Dios, pues no es algo distinto sino una construcción dentro de él, como un andamiaje de pensamiento incluso en las ciencias; cabría decir que en el seno del reino de Dios se encuentra, se perfila y tensa la razón». Que la razón sea capaz, si no de contemplar a Dios, al menos de pensarlo, es una tesis absolutamente occidental, y aquella forma de razonar para comprender a Dios, proveyó a la sociedad occidental del armazón necesario para razonar, y de ese modo, descubrir los milagros que esconde la naturaleza. Todo el posterior desarrollo de la ciencia europea ha sido posible por el impulso que recibió de tan sublime pretensión. ¡Racionalidad, que el actual método de enseñanza quiere borrar de la mente de los estudiantes!

El mismo Max Weber pondrá de relieve el papel esencialísimo, que la creencia y la moral cristiana han desempeñado en la constitución del espíritu capitalista europeo. Lo mismo ocurre con el terreno de la política, del arte, de la sociedad, etc. La cultura europea que nació y se desarrolló gracias a la forma de razonar de la doctrina evangélica y fue tan creadora, se ha convertido esencialmente en cultura secularizada, y desde ese momento ha perdido toda creatividad, y anda buscando ideologías que le den sentido, pero está cayendo en el disparate.

A pesar de lo que ha supuesto el razonamiento del cristianismo y lo significativo que ha sido, nos encontramos ahora con una persecución y un profundo menoscabo de los valores religiosos en determinados aspectos, pero, a la vez, se demuestra la virtualidad extraordinaria de la fe cristiana. El fenómeno de secularización dentro del mundo cristiano occidental presenta una vertiente negativa, pero, también, otra positiva. La irreligiosidad se ha desarrollado en el seno de ese mundo occidental en mucho mayor medida que en el de la India o en el Islam. Estas religiones, de otra parte, no han tenido la virtud de la secularización, ni han sido capaces de engendrar una ciencia racional, un grande y proseguido empeño artístico, un dinamismo político y económico, etc. Todo ello, más o menos directamente, fueron brotes de una semilla cristiana lanzada sobre el Occidente, la cual continuó siempre con su vigor religioso incólume, capaz de retoñar con la mayor autenticidad una y otra vez, en las más varias circunstancias de la vida de la histórica.

Esa perennidad milagrosa de la semilla bíblica y la duplicidad – negativa y positiva – de su secuencia cultural de secularización es uno de los misterios más hondos del cristianismo, y la clave más reveladora para comprender la historia de Occidente en su singularidad. Sólo atravesado por el eje esencial del cristianismo, aunque esté contestado, puede comprenderse la historia europea y su emplazamiento en la historia universal, según se ha reconocido en los grandes intentos de construcción filosófico-histórica, dentro, también, del mundo contemporáneo, que han llevado a cabo desde Hegel a Toynbee.

De aquí que los movimientos modernos que quieren crear una nueva sociedad, es claro que están convencidos que tienen que abatir la gran construcción que ha hecho la forma de razonar del mundo cristiano. De aquí la persecución sistemática que están montando contra esta fe. Los cuales como no tienen una ideología con la riqueza del pensar cristiano, tienen como objetivo destruir el cristianismo y entregar la sociedad a una plutocracia que llegará a grandes riquezas para una oligarquía, a la vez que hace una sociedad ignorante y pobre. Se trata, como diría Cervantes, de una razón de la sinrazón.

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