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Opinión 13-03-2021 12:02

La pseudodemocracia que protege este gobierno Por Juan Goti Ordeñana Catedrático emérito de la Universidad de Valladolid

Al conocer el incidente que ha tenido el Gobierno español con el régimen ruso, es para darnos cuenta de qué democracia creen que tienen los ministros españoles. A nuestros políticos se les va la lengua con el término de democracia

En el artículo anterior hacía una descripción de la línea del pensamiento que ha seguido la creación del concepto de democracia a través de la historia. El término nació en los escritos políticos de autores griegos, pero su contenido no fue diseñado por ellos, sino por la ideología cristiana, que se desarrolló en la Edad Medía y, sobre todo, en el siglo XVI, al tener que explicar los derechos de los indios con motivo del descubrimiento de América, que dio sentido a esta idea, reconociendo que tenía como base la dignidad de la persona, la igualdad y la libertad, como principios para la organización de la sociedad, con lo que se creó la idea del Estado moderno. Apuntando la idea, que para ello se requería una sociedad formada, porque debía criticar y conforme a ello entregar la gobernación a personas capacitadas. El contenido de la democracia fue una creación de la doctrina cristiana, aunque en su difusión intervino la Revolución francesa, que copio aquella idea, con la única novedad de aplicarla en una sociedad laica. Toda idea de Estado, fuera de esta línea de pensamiento, es una pseudodemocracia.

Al conocer el incidente que ha tenido el Gobierno español con el régimen ruso, es para darnos cuenta de qué democracia creen que tienen los ministros españoles. A nuestros políticos se les va la lengua con el término de democracia, creyendo que consiste en mandar ellos, sin advertir que deben ejercer el poder en nombre de la «soberanía del pueblo», por concesión del pueblo y para el bien de toda la sociedad. De ningún modo se puede pensar que democracia es gobernar contra el bien del pueblo, sin reconocer la dignidad de las personas, y sin que estas sean iguales y libres. Un Iglesias con los votos que recibió en las últimas elecciones ¿cómo puede pensar que representa la voluntad del pueblo? Visto la actitud que ha tomado y las ideas que muestra en su oratoria, el pueblo español le considera, más bien, como un intruso o un usurpador, aunque se haya seguido la normativa para su nombramiento. Fue una decisión incoherente del presidente.

Veamos si no, cual es la idea de democracia que muestra el incidente con Rusia. En esa circunstancia se despachó el vicepresidente segundo, señor Iglesias, haciendo unas declaraciones despreciables e inadmisibles, al poner en duda la plena normalidad de nuestro sistema democrático, no por la incoherencia con que actúan los miembros del Gobierno, sino por el episodio de que catalanes golpistas del 1-O estuvieran en prisión, y de que España, por ello, está lejos de una situación normal en asuntos democráticos. ¿De qué democracia se trata cuando un vicepresidente pone en duda las actuaciones del Gobierno al que pertenece? Queriendo corregir tan solemne disparate, la ministra de Asuntos Exteriores, Arantxa González Laya, salió «afirmando que

España es un modelo de democracia», en abstracto, sin definir de qué democracia hablaba. No fue bastante la corrección, y no necesitó demasiado ingenio la portavoz rusa del Ministerio de Exteriores, María Vladímirovna Zajárova, para calificar a los ministros españoles. La incontinencia del vicepresidente le proporcionó la oportunidad para decir que a quién había que atender, para enterarse de los asuntos de España al vicepresidente o a la Ministra de Asuntos Exteriores. Al advertir el ridículo que hizo el vicepresidente del Gobierno español, no ante la masa de ciudadanos, que lo hace cada vez que habla en público, sino ante el régimen ruso con la advertencia de la portavoz del Ministerio de Exteriores, es para que el pueblo español se pregunte, si este Gobierno puede seguir con tales ministros.

Es una obviedad que España no es una autentica democracia, según el sentido elemental de la palabra, cuando tiene un Gobierno en el que toma parte un vicepresidente que piensa no estar en un gobierno democrático, y que respalda y mantiene políticamente la violencia callejera en España, las tiranías sudamericanas de Cuba, Nicaragua, Venezuela, y promueve otras. Un personaje de tan baja calidad que ha llegado a vicepresidente por la desenfrenada ambición de un Pedro Sánchez, para quien ser presidente es lo único importante, es fácil afirmar que estamos en un maremagnum de desconcierto de Gobierno.

Entre los dos forman un tándem enemigo de la dignidad de las personas, por ello han dictado la ley de educación que se ordenada a crear ciudadanos ignorantes y dóciles; una ley de la eutanasia para liquidar a quienes no sean rentable al país; y por añadidura no quieren libertades más que para la izquierda, por ello confinan la población y les obligan a andar con mascarillas, para probar hasta qué punto llega la sumisión de la ciudadanía, al tiempo que vulneran los derechos fundamentales y las normas de una auténtica democracia.

Con todo esto han caído en una anormalidad absoluta, como forma de gobierno. ¿Cómo podemos hablar de una democracia en España, cuando tenemos de vicepresidente a un Pablo Iglesias, que persigue con cárcel a quienes pasan por delante de su casa, y considera que le molestan por criticar el lujo de su casoplón? ¿Cómo se puede considerar que hay democracia cuando Iglesias en una entrevista del 8 de febrero de este año, como vicepresidente del Gobierno español, reconoció que «no hay una situación de plena normalidad política y democrática cuando líderes de los dos partidos que gobiernan Cataluña, uno está en prisión y otro en Bruselas», refiriéndose a golpistas?

No es necesario advertir, que gobierno democrático no es cualquier composición de gobierno, aunque tenga de base una Constitución, sino el que labora por el bien del pueblo, y guardando las ideas centrales de respeto a la dignidad de la persona, y a los principios de igualdad y libertad. En el presente régimen español, aunque se disponga de una Constitución hay miembros del Gobierno, que quieren eliminar

capítulos esenciales y redactarlo a su conveniencia y provecho. No quieren más que dominar, por este motivo pretenden someter al poder judicial, para liberarse de las causas de corrupción que les amenazan y aquejan. Y si es intolerable la actitud del vicepresidente, que ha demostrado que no vive en una democracia consolidada, es más tremendo que el principal responsable sea el mismo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que le tolere y consienta, amén del partido del PSOE que calla, con excepción de socialistas de antigua trayectoria.

En filosofía se reconoce, que, si a algo se le priva de los elementos esenciales que lo componen, deja de ser tal. Así nos sucede con la democracia, si en su ejercicio se pierden los elementos esenciales de la dignidad de la personas, de la igualdad y de la libertad, será un engaño de democracia, esto es, una pseudodemocracia.

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