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LA NAVIDAD ES EL ORIGEN DE LA DEMOCRACIA Por Juan Goti Ordeñana Catedrático de la Universidad de Valladolid
La palabra democracia no le inventó el niño del que celebramos el nacimiento, sino que se atribuye al filósofo Aristóteles, cuya doctrina está lejos de la democracia de Occidente. La democracia de la que hoy disfrutamos es fruto de la enseñanza de Jesús.
En estas fechas de diciembre se multiplican mensajes que se califican de navideños, por hacerse en estos días, pero muy pocos tienen el sentido de la Navidad. No obstante, este año la presidenta de la Autonomía de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, nos ha regalado con unas palabras que ciertamente invocan a la Navidad que celebramos, y que nos va a llevar a una reflexión, pues nos ha despertado diciendo: «Jesús trae un mensaje de esperanza y confianza incluso en medio de los actos más atroces. Su mensaje fue revolucionario. Nuestras raíces católicas universales nos recuerdan que los hombres nacemos ante todo libres, esa es la clave de la civilización cristiana: el hombre es libre».
Cuando nos ponemos a vivir estos días de Navidad, debemos darnos cuenta que no son sólo unas fiestas, sino que debemos sentir lo que significó aquel nacimiento. Algo apuntó la presidenta madrileña, pero es mucho más, es la base de la política y la cultura occidental. Hoy día se habla mucho de democracia, pero la democracia no podría existir si aquel niño que nació en Belén no nos hubiera enseñado los principios de nuestra democracia. Dejemos de lado el carácter religioso, que tiene mucha importante y fijémonos en la función social que es inapreciable. En otras culturas, se habrán podido dar otros tipos de convivencia, pero el sistema democrático que se ha elaborado en Occidente es fruto de la enseñanza de su Evangelio. Sólo se ha podido dar la democracia moderna por la doctrina que nos enseñó aquel niño que nació en Belén, y cuyo nacimiento, por algo, celebramos después de dos milenios.
La palabra democracia no le inventó el niño del que celebramos el nacimiento, sino que se atribuye al filósofo Aristóteles, cuya doctrina está lejos de la democracia de Occidente. La democracia de la que hoy disfrutamos es fruto de la enseñanza de Jesús. Fue quien enseño las relaciones humanas basadas en tres principios, que constituyen la estructura de la convivencia democrática: la dignidad de la persona, la igualdad y la libertad. Estos tres principios son la base de la doctrina cristiana y, al mismo tiempo, el eje del concepto de democracia, como lo concebimos en la cultura occidental. Aunque parece que muchos no lo quieren comprender, y fomentan otras ideologías que destruyen la democracia como se concibe en nuestra cultura, y caminan a dictaduras.
Esa doctrina cristiana tuvo que luchar, en silencio durante siglos, para introducir en la cultura occidental esos tres principios, en momento muy difíciles, pues en Grecia y en Roma, no reconocían la dignidad de las personas que no fuera de cierta clase social, como eran los esclavos. Valorar a toda persona, como sujetos de derecho, fue una lucha muy ardua de superar, pero se consiguió.
Asimismo, se luchó por la igualdad, y con gran esfuerzo se ha ido logrando. Por ello Francisco de Vitoria, cuando le plantearon el problema de unos seres humanos descubiertos en un nuevo continente, enseguida respondió que, aplicando la doctrina teológica cristiana, a todas las personas, también a las nuevamente encontradas, había que reconocerles la igualdad de derechos, como el que tenían los europeos. Y de esta doctrina ha surgido el Derecho internacional.
En cuanto al tercer principio de la libertad, que da gran importancia la presidenta de Madrid, en uno de primeros discursos de Jesús en la sinagoga de Nazaret, se expresó diciendo: he venido a enseñar la libertad de las personas. Y la doctrina cristiana se ha ido introduciendo, como idea fundamental en la enseñanza, durante siglos.
Con esta doctrina, en momentos difíciles y a veces mal entendida, la cultura occidental ha ido avanzando hasta los tiempos modernos. Cuando los revolucionarios franceses, a finales del siglo XVIII, se apropiaron de estos principios: Liberté, Égalité, Fraternité, negando su origen y afirmando como si fuera una invención suya, cuando tenía siglos de elaboración. Por lo que López Aranguren manifiesta: «En Europa los ilustrados, más que enseñar una moral nueva, lo que hicieron fue despojar a la que ya venía siendo vivida de su fundamento religioso y presentarla desnuda, laica, completamente secularizada». Por este robo de la Revolución francesa, se ha llegado a creer que los principios de la democracia son una invención de la política moderna.
Pero, cuando perdieron la base cristiana, aquellos Ilustrados de la Revolución francesa hicieron una interpretación ciega de la libertad y a igualdad, de modo que, quien no creía como ellos, era perseguido, llegando, aún, al genocidio, como sucedió con la región de La Vendèe. Con lo que demostraron que cuando se le priva de su base cristiana, los gobiernos caminan hacia dictaduras, como sucedió con Napoleón, y se advierte en muchos gobiernos actuales.
Se está intentando olvidar el nacimiento de Belén, y apartar de esta fiesta su carácter religioso, pero no es ajeno a la sociedad civil, pues la enseñanza de Jesús ha influido decisivamente en la sociedad y en la política de Occidente, no como algo añadido, sino como la base de la convivencia y de la política democrática que tenemos. Y aún más, hoy se intenta desunir la doctrina cristiana de la enseñanza, cuando es la idea eje del pensar de Occidente y de la convivencia de Europa, lo cual es un disparate, que está pagando la juventud actual. La cultura de occidente depende de la doctrina de este niño que nació en Belén, quien de tal manera ha influido en la sociedad política de la cultura europea, que la democracia a la que aspiramos es fruto de su enseñanza y vemos cómo en la medida que se aparta de ella, se viene a caer en gobiernos autoritarios y tiránicos.
En estos momentos de persecución, más o menos, larvada de la enseñanza de este niño que nació en Belén, como se ve en muchos aspectos, especialmente, en la enseñanza y en la publicidad, se advierte una desviación de la convivencia social y de la política. Países que, con la doctrina cristiana de los tres principios de la dignidad de la persona, la igualdad y la libertad, tendían a ir mejorando su democracia, advertimos que, a medida que los pueblos se alejan de esta doctrina, se ven aumentar los crímenes en la sociedad, y las políticas caminan y se dirigen, directamente, hacia las dictaduras más terribles.
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