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Opinión 10-03-2020 07:00

La deriva progresista de la izquierda, por Juan Goti Ordeñana

Ante esta viñeta de Quino he reflexionado: cómo nuestra cultura occidental está girando hacia campos desconocidos, que no responden ya a los Derechos Humanos, adoptados en la tercera Asamblea General de las Naciones Unidas de 10 de diciembre de 1948.

 

 

Durante muchos siglos, en los que se formó la cultura de occidente los Diez Mandamientos jugaron el papel de ser la norma de las costumbres humanas. Después de la segunda guerra mundial, para condenar aquel gobierno nazi, que había caído en un positivismo deshumanizante, se pensó que era necesario desarrollar y actualizar el Derecho Natural, para poder condenar la política que se había impulsado en aquella Alemania, que había creado un positivismo implacable, y se hizo la Declaración de los Derechos Humanos. Y sin advertir lo que nos recomienda Mafalda en esta viñeta, ya muchos Estados, llevados por el positivismo jurídico, los están olvidando, y defienden que únicamente existe un derecho positivo creado a voluntad y utilidad del partido dominante. Éste fue precisamente el error nazi.

 

Desde hace algunos siglos el Estado español esta sufriendo un desconcierto moral, que se puede reducir a la forma de entender lo que se ha dado en llamar progresismo. Palabra que tendría que expresar lo que originariamente significa, marchar hacia adelante, mejorar la convivencia humana, de donde se deriva progreso y progresión. Pero a la izquierda no le importa el avance de la sociedad, sino desestructurar las normas y costumbres consolidadas por la historia de los pueblos, y para lograr esto se ha vinculado fuertemente a la lucha de los diversos colectivos minoritarios de la sociedad, y les abre no sólo vías de protesta, defensa y mejora, sino, también, que condicionen las formas de ser la sociedad.

 

En verdad, la influencia de estas minorías está marcando el declive de Occidente, que en estos siglos aparece desmoronándose. Y si nos centramos en España, en especial en este Gobierno, vemos que ha llegado a una descomposición lamentable: favoreciendo a las regiones que están luchando por destruir el Estado, y soñando con la independencia; castigando a la Autonomías que no son de su partido; promoviendo un feminismo que impone una ideología de género; proponiendo una ley de educación sexual a niños menores; lanzando la idea de privar a los padres de su patria potestad, mientras que los menores que tiene encomendados por diversas circunstancias, como sucede en la Autonomía de Baleares, las niñas se prostituyen con conocimiento del Gobierno Autónomo, y la izquierda rechaza en el Parlamento la solicitud de una comisión de investigación; y propone un plan de economía que ya nos augura una crisis total.

 

Cuando se anunciaba el progresismo de la sociedad, en otros tiempos, como parece que lo entendían los antiguos socialistas y comunistas, se refería a liberar a los trabadores de la explotación y de la dureza de los trabajos, proponiendo una nueva maquinaria que hiciera la labor más llevadera, y un progreso económico de las familias. Pero el programa actual de los socialistas y comunistas muestra que se ha olvidado del problema obrero, y lo que proponen, en esto momentos, es otra cosa, ya que se han lanzado a toda marcha a destruir la cultura tradicional, que se ha elaborado a través de la historia y que constituye la forma de vida de Occidente, y que nos ha traído los actuales momentos de elevación social y cultural, basado en los Derechos Humanos.

 

 Frente a los Derechos Humanos vemos que el progresismo moderno trae una descomposición moral de la sociedad española, con un desarreglo de la convivencia y un perturbador desequilibrio de las instituciones. La izquierda, que hoy día conocemos, no se aviene a la vieja tradición de considerarse revolucionario en el sentido marxista de la expresión. Más bien, la encontramos comprometida con el globalismo ultracapitalista. No hablan ante el pueblo de este pacto con ese oscuro capitalismo, pero los hechos los delatan, ahí están los encuentros de Pedro Sánchez con Soros y sus equipos para el manejo de la sociedad. Y de esta amalgama sale un programa que Armando de Miguel dice: «se trata de una especie de moral individualista todo lo más alejada posible de la tradición cristiana y que promete una alegre satisfacción hedonista».

 

Vista la deriva que están tomando las izquierdas, hablar de un progreso es un engaño, porque está dirigiendo a un amodorramiento de la gente, para que no comprenda la razón de su existencia, al tiempo se encamina hacia una dictadura del Estado. ¿Cuáles son los instrumentos de dominación? Un feminismo sin considerar a la mujer, dirigido por unas feministas desenfrenadas que les interesa dominar, valorando a la mujer sólo como objeto de dominación, porque suponen la mitad de la población; un ecologismo, de nuevo cuño, no para dar una solución a la ecología, sino que, ante las mudanzas de la naturaleza, asustar con el calentamiento global, o lo que es todavía más peregrino la destrucción de la ganadería; a lo que hay que añadir una palabrería de buenismo, vegetarianismo, y libertad sexual. Muchas de estos temas en realidad se opondrían entre sí, pero como lo exponen a modo de un maremágnum, donde no se explica nada con claridad, todo ello cala fácilmente en unas mentes que no están dispuestas a ordenar las ideas y enjuiciar su contenido.

 

Y para que se dé este tipo de progresismo en la sociedad moderna, les es necesario romper el concepto de Derecho clásico, e imponer una justicia hecha a su medida, con un Parlamento que, en cada momento, dicte leyes para resolver el caso que oprime al Ejecutivo, para ello, si hace falta, se corrige el Código Penal para despenalizar a unos delincuentes que han atacado e injuriado a España y tratado de independizarse, pero en estos momentos se le necesita para aprobar el presupuesto; o se crea una ley feminista, que llene las ambiciones de una minoría feminista que pretende crear una sociedad nueva basada en una ideología de género exclusivista, con rechazo de la mayor parte de la sociedad.

 

Aquellos Derechos Humanos, que se habían presentado como ideal al terminar la segunda guerra mundial, ya se encuentran apartados de la vida real de nuestra sociedad, aunque cuando se ven en alguna dificultad, los invocan, pero si se aplicaran, a un Gobierno como el nuestro, les resultaría un estorbo. Los han sustituido por un derecho positivo dictado para utilidad del Ejecutivo en cada momento.

 

El temor de Mafalda ha venido a ser realidad, ya se ha perdido la consideración de la dignidad del ser humano, pues se matan seres humanos con el aborto impunemente, y pronto será con la eutanasia; la igualdad está atacada directamente con las leyes que quiere el Ministerio de Igualdad donde se margina y califica de delincuente al hombre heterosexual; y la libertad queda totalmente lesionada, además de en otros aspectos, cuando la ley de Memoria Histórica limita el estudio de la historia a la voluntad de un Gobierno; con esta actitud en realidad la justicia no existe cuando se dan leyes que no se dirigen al bien de la persona, sino a solucionar los pasos errados del Ejecutivo, llegando aún a corregir el Código Penal con fines no confesables.

 

Aquella advertencia de Mafalda no ha durado ni setenta y dos años.  

 

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