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Opinión 10-05-2022 06:21

La democracia que no se basa en el sentido común, no es democracia. Por Juan Goti Ordeñana Catedrático jubilado de la Universidad de Valladolid

La democracia como enseñó la escuela de Salamanca es un poder del pueblo, ejercido por el pueblo, en beneficio del pueblo y controlado por el pueblo. La cual no se da si las personas, las familias y los grupos sociales no son conscientes y asumen sus responsabilidades

 

En realidad, hay que empezar considerando que lo que hoy se llama democracia liberal, es algo abstracto, no es una democracia real. En el momento actual si queremos tener una democracia real y que ésta se desarrolle y tenga fuerza, es preciso fijar la idea de una democracia, alejada de las ideas autoritarias y totalitarias con las que nos quiere convencer el actual sistema político, y sobre la que se han montado los modernos regímenes de dominación.

La democracia formal representativa, en verdad, no tiene consistencia, porque se basa en la ambición de poder, y carece de bases antropológicas y morales. Por ello los políticos que tenemos, se empeñan en justificarse en un estado libre y secularizado que no tienen apoyos teóricos donde fundamentarse. Esa democracia tiene una tradición muy débil, pues no parte de la naturaleza de la persona, sino que tiene su origen en la filosofía y en la historia política. El actual concepto moderno representativo no parte de la base que estableció la escuela de Salamanca, sino de la versión que, de aquella enseñanza, hizo el absolutismo centralista francés de los siglos XVII y XVIII, que se ordenó a crear un poder prepotente, y no el bien común del pueblo.

Por lo que, si queremos una democracia real, tenemos que colocarnos frente a las tendencias totalitarias, especialmente las de la directriz dominante moderna de la globalización, que ha surgido en estos tiempos, y que está reivindicando una subversión de la doctrina clásica de la consideración de la dignidad del hombre, de la igualdad y de la libertad. Donde es evidente, cada vez más, el retroceso de la democracia real en la Comunidad europea al perder la base de la consideración de la dignidad y la igualdad de las personas, como se ve entre otras normas, en el no reconocimiento del derecho al «nasciturus».

Si seguimos los movimientos en los diversos países, podemos advertir, cómo aumentan los regímenes autoritarios de todo tipo, preponderando los de carácter nacionalista y fundamentalista, lo que ha provocado la inestabilidad política en todos los continentes que tienen como base la cultura occidental. Esto ha dado lugar a que encontremos, con frecuencia, estados fallidos, muchos de ellos dominados por fuerzas ocultas. Bajo las pautas que siguen las líneas impuestas en los encuentros de Davos o Bilderberg, quizás las organizaciones secretas más controvertidas del mundo, que reúnen élites mundiales y cuyas orientaciones, sin que tengan ningún aval de los pueblos, marcan las directrices ideológicas que subvierten el ser de la naturaleza humana, por intereses políticos y económicos de grupos de influencia, lejos del bien del pueblo. Y siendo tan desviadas sus orientaciones, son los caminos que toman los Estados occidentales. Sin embargo, no leerás ningún reportaje sobre estas cumbres. Todo es secreto para dirigentes políticos o regentes de grandes economías.

Estamos, por tanto, bajo el control de fuerzas extrañas, cuyas líneas de acción no conocemos, pero vemos cómo se dictan leyes de destrucción de la sociedad, como la última ley de educación y las del aborto o de la eutanasia, los cuales son contra la naturaleza humana y van contra el normal desarrollo de la sociedad. ¿En interés de quién?

La democracia como enseñó la escuela de Salamanca es un poder del pueblo, ejercido por el pueblo, en beneficio del pueblo y controlado por el pueblo. La cual no se da si las personas, las familias y los grupos sociales no son conscientes y asumen sus responsabilidades. Ésta no es la idea de democracia que se enseña, sino la de la representación formal, con la que se aleja al pueblo, aunque vote, de tener conciencia de la incumbencia que le corresponde en esta materia.

Es seguro que las actuales tendencias que llaman democráticas, sólo podrán ser vencidas, si en la sociedad se crea la idea de que estas directrices sólo podrán ser superadas, si se despierta en las personas una conciencia y decisión de participar en una cultura política comprometida en la gestión del Bien Común de toda la sociedad. Esto implica una formación humanista acompañada del compromiso de entrega a la comunidad para dar vuelta a lo que es esencialmente la naturaleza del ser humano. Supone volver a los principios de la antropología de la cultura tradicional, que afirma que el ser humano, por el solo hecho de serlo, es persona y tiene la máxima categoría, con independencia de sus condiciones y circunstancias naturales y sociales.

Para ello, tenemos que volver a la doctrina según la cual toda persona tiene la máxima dignidad, y esa consideración es el fundamento de los derechos de igualdad y libertad. De donde se derivan los derechos fundamentales, no de la política positivista que han llegado a crear unos derechos para capricho y provecho de algunos grupos, y contra el bien del pueblo. Lo cual supone, al mismo tiempo, que en correlación a los derechos se debe tener conciencia de que hay unos deberes que se derivan de los referidos principios, y que deben ser el fundamento del orden moral de la naturaleza que ha de disfrutar el pueblo.

Vista la realidad política recapacita: cómo estás relegado a participar en la democracia formal que hoy día te ofrecen los políticos. Por tanto, reflexiona y decídete por conocer la realidad política, y trabajar por llegar a conseguir una democracia real por del Bien Común, desechando la democracia formal en que te han metido.

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