Noticias de Cantabria
Opinión 08-04-2019 16:39

Estos no pueden prometer, pero prometen; por Manuel Olmeda Carrasco

Todavía resuena lozano, fresco, aquel “puedo prometer y prometo” dicho con cálida rotundidad por el mejor presidente que ha tenido España en décadas, tal vez siglos.

 

No hablaba de promesas materiales, más o menos resueltas, sino de esperanzas e ilusiones caídas en abandono a consecuencia de remotos e innumerables desengaños sufridos. La sociedad era deseo, impaciencia, hechos arrebato; una demanda masiva encubierta de silencios. Se necesitaba alguien resolutivo, con empuje, sin flaquezas ni vehemencias perturbadoras, ineficaces. Suárez sintetizaba esas virtudes y alguna otra poco conocida, aunque no menos valiosa. Su muerte política, a traición, creó un mito excelso; mientras, la sociedad española describió un proceder amnésico, con ribetes de vileza.

A veces, es conveniente preguntarse si fue antes el huevo o la gallina. Semejante entresijo, a primera vista fuera de contexto, constituye la sustancia idónea para ir comprendiendo hechos venideros. Recuerdo las postrimerías políticas de Suárez cuando bastantes “prendas” del partido se encargaron de volar aquel intento firme de valor, honradez y servicio. Altas instancias -extrañas, o no tanto, a los acontecimientos- lo intentaban, al mismo tiempo, sin precisar el alcance de una aventura innecesaria. Asaltar el Congreso, dar un espectáculo tragicómico, resultó redundante porque Suárez y UCD estaban ya desahuciados. Queramos reconocerlo o no, tales apresuramientos por quebrar la ética instituida fue, presuntamente, el huevo del desenfreno posterior. 

Año y medio después iniciaba su andadura el bipartidismo que se afanaría, durante tres décadas, por consolidar esta democracia distorsionada, corrupta en cualquier sentido. Felipe González inició el rito preelectoral de prometer lo que era imposible cumplir. Aún recuerdo aquellos ochocientos mil puestos de trabajo (ochocientos o mil por boca de rivales maledicentes) y el soniquete paradójico, menesteroso, “OTAN, de entrada, NO”. Al final, sumó un millón más de parados y consentimos la OTAN, condición ineludible para entrar en la CEE.  Verdad es que la entrada se realizó de forma prematura, como único capital político que pudo ostentar González. Tras el primer enjuague, a base de permanentes señuelos y trampantojos, ocupó el poder dos lustros más modernizando el país, pero abriendo un camino lleno de oscurantismo y proceder aletargante que se ha ido refinando con el tiempo.

Aznar prometía, inmovilizado por el desaliento opositor, una regeneración democrática imprescindible al declive cesarista de González, tras alarmantes escenarios de extravío económico y corrupción vertiginosa. Tal vez esa deficiencia acreditada, palpable, exhibida, le llevara a ganar las elecciones. Constituyó un hito tras catorce años de gobiernos socialistas vinculados a una extensa red clientelar. Ciertamente, Aznar incumplió su palabra. Sospecho que nadie pueda afirmar con fundamento durante la primera legislatura -fructífera sin duda- y menos en la segunda, haber notado una mejora del sistema. Desde el punto de vista económico consiguió resultados excelentes, si bien a costa de permitir apalancamiento financiero y burbuja inmobiliaria, ambos muy onerosos para afrontar el futuro. Pese a algunas censuras, cuajó buena presidencia.

Dos falacias -guerra de Irak y chapapote- junto a ciento noventa y tres muertos en atentado, permitió que trepara un indigente a la jefatura del gobierno. Zapatero demostró ser un político anodino, insulso, incapaz de prometer nada porque era el erial, la excepción que confirma toda regla. Podemos advertir, sin temor a errar, la ausencia de proyecto o envite que encandilara al ciudadano. Consiguió ser todo sin proveer nada. Abrió las vísceras sociales con aquella frentista Ley de Memoria Histórica junto a la nueva ley sobre el aborto. Asimismo, exasperó al público (caliente ya) suscitando la Alianza de Civilizaciones e infundiendo preocupación extrema por el “Cambio Climático”. Cumplió, y se excedió, con lo no prometido; el único. Su inepcia condujo al PP a obtener una mayoría absoluta tan inesperada como indebida.

Rajoy batió el récord por excelencia de incumplimientos. Prometió bajar impuestos, desarrollar leyes educativas rigurosas que pusieran fin al adoctrinamiento ciudadano, blindar las pensiones, cambiar la ley del aborto, etc. etc. Subió aranceles fiscales, corrigió leyes educativas con tanta demora que impidió llevarlas a la práctica, las pensiones perdieron poder adquisitivo, dejó intacta la ley abortista de Zapatero al tiempo que recortaba presupuestos sociales.  Sospecho que no tuvo más remedio, pero echar culpas al gobierno anterior por ocultación del verdadero déficit, me parece indecoroso sobre todo porque llevaban un año gobernando la mayor parte de Comunidades. Como consecuencia de su inacción, en cuatro años paso de casi once millones de votos a poco más de siete. Solo él consiguió desarmar moralmente a una sociedad confusa y harta; escaso castigo (reiterado al resto de políticos) para corresponder a sus deméritos.

¡Sánchez y cierra España! gritan, aun con sordina, esa horda de mamelucos que la impronta gabacha debió dejar al socaire de turbulencias irracionales. BOE, capitales públicos sin presupuesto, medios y tertulianos ad hoc, rentistas, versátiles, apuestan cada día por un PSOE transmutado en sanchismo. A este erudito del trile le importan los afiliados, su partido, el país, un pepino. Exhumar a Franco y la Ley de Género han sido, más allá de recorrer -sin ton ni son- medio mundo, su objetivo medular. Ahora, a escasas jornadas de pugna electoral, empieza con promesas que no cumplirá salvo deterioro irreversible de una economía alejada de la “champion league”. Los viernes sociales, así llamados, conforman una variopinta colección de salvas con apelativos postizos.

Anteanoche, tras casi una hora de histrionismo, Sánchez prometió ofrecer a la sociedad española un partido moderado para conquistar el futuro opuesto al radicalismo rancio de la triple derecha, esa derecha “trifálica” de Delgado. Ya, sin cotejo futuro, sé que Pedro miente una vez más. ¿Cómo puede hablar de moderación quien pactará con Podemos, independentistas, PNV y Bildu? Lleva semanas anunciando que viene el lobo ultra cuando lo tiene alrededor de sí. Afirmo, sin margen de duda, no tener ningún desasosiego por lo que pueda ocurrir en los percances posteriores al veintiocho de abril. Ninguno cumplirá sus promesas y si el peligro asoma acompañado de Podemos, independentistas y Bildu, Europa dará buena cuenta de él como antes lo hizo con Zapatero. Yo, escéptico ante tanta burla, seguiré firme en mi actitud abstencionista porque ninguno merece que (cuando fuese al colegio electoral) me cayera o fatigara.

Sé el primero en comentar