El saco vacío,
Hasta hoy, doce de diciembre de dos mil dieciocho, para conceptuar alguien inepto, ignorante, torpe, se utilizaba la expresión fresca -con certera carga paradójica- “vaya lince”. Sin embargo, esta mañana, enzarzados en usual sesión de control al gobierno, he escuchado algo que me ha impresionado favorablemente.
Cierto interviniente afirmó: “Un saco vacío no se tiene en pie y usted, señor Sánchez, es un saco vacío”. Ampliando el paralelismo, PSOE y España son sacos vacíos ahora mismo; ninguno se tiene en pie. Sánchez se aferra a una retórica ineficaz, compensatoria, ante la inanidad que exhibe en su gestión gubernativa. Incluso la retórica clásica pretendía persuadir o disuadir al auditorio para convertirla en algo material, tangible, físico. Según López Eire, el retórico moderno prefiere lo teórico a lo prescriptivo. Como consecuencia, es imposible que el verbo de Sánchez se haga carne.
Tan excelente contribución lexicológica puede hacerse extensiva al Parlamento y, por ende, a políticos a granel, salvo contadas y honrosas excepciones. El presidente, pobre, centra con justeza cualquier maldad que encierre la reseña. No obstante, sería injusto si no agregara a tan alto protagonismo una comparsa privativa, asimismo aledaña. Últimamente la cosecha de vacuidades, buñuelos sabrosos y fantasías, viene generosa. Más, desde que populismo y demagogia se digieren sin ardores ni pasmos mentales pese al estigma que aparejan. Creo -constatado el delirio generación espontánea- en el papel estrella de los medios para diseñar tan “oportuno” escenario. Tal vez sean ellos quienes lo instauren mostrando también su saco vacío. A este paso, parece improbable localizar un colectivo -la ciudadanía ya se ve- cuyo embalaje sea firme, rígido, recio. Quizás fuera casualidad, pero inopinadamente Casado matizó (desde mi punto de vista) otro grave aspecto que está oprimiendo a España.
Cuantos estamos al corriente del acontecer nacional, conocemos personajes cuyas manifestaciones, aparte de inmorales e ignominiosas, pueden considerarse un tributo al disparate. Sobran ejemplos y entresacaré algunos edificadores. Certificado cum laude en tesis doctoral, ligereza y rectificación, nuestro presidente es un adelantado farsante. Ha vivido, presuntamente, a caballo entre artificio y enredo. La farsa, tal vez algo de sino providencial, le ha permitido salir indemne tras acreditar su insolvencia. Descubierto y apartado por una ejecutiva harta de evidencias, engaña a los afiliados y vuelve a la secretaría general inusitadamente. Al entrever que su andadura política vetaba colmar ambición propia y deleite conyugal, realizó un pacto tóxico para echar a Rajoy. Engatusó a independentistas, presentándoles viable lo imposible, mientras horrorizaba a propios que temían -pese a supuestos esplendores- la muerte anunciada de un PSOE vano, acomodado a los vaivenes frívolos de un Pedro Sánchez chulesco, insolidario, verdugo.
Su basamento, a la sazón, concluye con Podemos, un partido extremado, radical, cuyo objetivo -más allá de buenismos impostados- es erigir una dictadura comunista en loor y gloria de la nomenclatura (aún me pregunto por qué a los gerifaltes comunistas les gusta vivir tan bien, como esos capitalistas a quienes tanto censuran. En realidad, conforman un capitalismo intervenido). No obstante, Podemos y PSOE entre otros, etiquetan a Vox de ultraderecha. Desde luego, poco o nada tienen que ver con Marine Le Pen mucho más cercana a Podemos que a Vox. Podemos es un partido antieuropeista y rupturista, además de mantener diferentes “fobias” muy bien disimuladas, igual que Agrupación Nacional. Por lo tanto, aquí casa como anillo al dedo la sentencia: “Dijo la sartén al cazo: ¡Quítate que me tiznas!”. Podemos es un ejemplo notorio de saco agujereado, vacío.
Existe una cavidad sin determinar volumen y llenado (Ciudadanos) que intercambia pasiones con otra hueca e infecta, al decir mayoritario (PP). Esta, mientras alternaba gobernanza con PSOE, exhibía continuos complejos frente a una izquierda petulante, impostada. Llega Casado y trastoca los papeles. Ahora PP se siente seguro y Ciudadanos irresoluto, acomplejado. ¡Pues no dice que él no pacta con Vox! ¿De dónde saca esa hipersensibilidad? ¿PSOE puede concertar con Podemos y vosotros os negáis a hacerlo con Vox? ¿Acaso Valls, mi tocayo, ha enturbiado vuestro cerebro o de consuno pretendéis dilapidar un capital político generado con esfuerzo y cautela? Gente hastiada del PP os vota con la condición de que el PSOE muerda el polvo. Es costumbre nacional, y lo sabéis, votar a la contra. Votan al PP, en mayor medida, para derrotar al PSOE y viceversa. Podemos, Ciudadanos y Vox, hoy por hoy son partidos bisagra, pero deben andar con cuidado -hasta “sorpasso”- salvo empeño de muerte dulce. Albert Rivera se juega su futuro en Andalucía.
A mí, al contrario que Podemos, Vox no me genera insomnio, ni intranquilidad. Advierto en él un partido democrático, amén de que sus postulados doctrinales puedan considerarse bastante rigurosos. Creo que se ha sembrado la especie de que una democracia debe ser moderada, solidaria, justa, igualitaria. Estoy de acuerdo, en parte, sobre todo si estos principios afectan a quienes llevan sobre sus espaldas al Estado; es decir, cumplen con las Leyes y con sus obligaciones ciudadanas. Necesitamos siglas que expresen lo que miles de personas maduran al calor del hogar. Cierto que la élite política tiene argucias para escabullirse. Semejante marco me lleva a considerar vacío el saco social. Contando con individuos dogmáticos, miopes, perezosos e insensatos, nos movemos entre la indiferencia y el encono. Verdad es que los medios, igual de hueros, han terminado por contagiar al país entero configurando una conciencia colectiva infecta.
Catalanes y políticos constituyen un dueto singular. Les acompañan un alto porcentaje de individuos cuyas características no precisan vocablos específicos, pues sustancia y actos dibujan su encarnadura mejor que cualquier epíteto al uso. Llegados a esta fecha, cercana al “curioso” consejo de ministros en Barcelona, no es que haya sacos vacíos, no; es que un yute deslavazado, disperso, anárquico, cubre Cataluña atiborrada, en gran parte, de perturbados oriundos y decorativos políticos forasteros alimentados, como dicen en mi pueblo, de aire y tradición unos mientras otros lo hacen con brindis al sol.
Calvo -vicepresidenta insólita, prodigiosa- ha conseguido la “Binidad” de Sánchez, es decir la nada bipersonal en una exégesis. Cuando le preguntaron por qué el presidente había cambiado de opinión respecto al delito de rebelión en cuatro meses, respondió: “El presidente jamás dijo que los políticos catalanes cometieran delito de rebelión. Lo dijo Pedro, pero no Sánchez”. ¿Es, o no, una salida para enmarcar? Ocurre, asimismo, que la cantidad exuberante de frases chocantes desmerece una demanda ridícula, pero meollo hay. Sánchez no es el único saco vacío, desde luego.
Sé el primero en comentar