Noticias de Cantabria
Opinión 10-09-2020 07:00

El inhibicionista Pedro Sánchez, por Juan Goti Ordeñana

Una semana para empezar la escolaridad y el Gobierno sin marcar las directrices del próximo curso, y los padres no ven ninguna seguridad para enviar a sus hijos al colegio

      Después de dos años en los que si se ha mandado algo ha sido por decreto, comentaba Agapito Mestre en un artículo del 26 de agosto, que la última manifestación de Pedro Sánchez en la rueda de prensa del martes había sido: «no quiero gobernar». Nada extraño, era hora que lo reconociese, porque la voluntad que manifestó en un primer momento, fue, que su obsesión era disponer de la Moncloa, sin presentar ni hablar de ningún proyecto de Gobierno. Ha seguido con esa decisión de no tener ningún programa, ni siquiera en las elecciones que se han celebrado. Su forma de actuar ha sido siempre una logorrea sin tregua, sin ninguna orientación ni plan político, pero sí buscando publicidad. Se siente un orador por perorar hora y media sin decir nada para la población, aunque sí para darse un autobombo, que debe embobar a sus fans. De modo que tenemos al Estado paralizado.

      Asaltó el poder con una moción de censura discutible apoyándose en todas las fuerzas anómalas: de extrema izquierda, independentistas, inticonstitucionalistas, bildutarras, etc. Y una vez llegado al Gobierno no ha presentado ninguna acción para mejorar la sociedad española. La mentira ha sido la fuerza con la que ha triunfado. Todo el mundo recuerda cómo la extrema izquierda de Iglesias le quitaba el sueño, antes de las elecciones, pero una vez celebrado éstas, viene a acostarse con él en un Gobierno disparatado y extravagante. Extravagante en el sentido etimológico, porque anda vagando por insólitos territorios, sin descender a lo que es objetivo de una gobernación. Con lo cual se ve, que no hay en él ninguna decisión coherente, y que los miembros del Gobierno cada uno campea por territorios sin orden ni dirección.

       Su política es la del mentiroso trilero, que cree que con verborrea tiene asegurado el poder, sin tener en consideración lo que enseña una larga literatura política, que una cosa es mandar y otra muy distinta gobernar. Con el actual presidente es claro que manda mucho, pero que no gobierna nada. Así anda este Gobierno, como me dijo el portero de casa, manga por hombro.

       Hay muchas materias de las que se ha inhibido en su gobernación. El que está más en boga es la pandemia, que le ha venido en el momento en que debía mostrar su capacidad de dirigir la sociedad, y todo el mundo, que ha vivido estos momentos, sabe que ha intentado mostrar su inclinación a mandar. La primera reacción fue establecer «un mando único», de modo que sin ninguna limitación reunió todas las competencias en sus manos, después de no hacer caso a los avisos que había recibido con meses de antelación, y permitir por intereses personales de agradar a sospechosos grupos de arbitrarias políticas, y que fueron ocasión de una más rápida extensión de la pandemia. ¿Qué hizo en esas circunstancias? Confinar a toda la población en sus casas con limitación de Derechos Fundamentales, y paralización de toda la industria, sin advertir la ruina económica que suponía su decisión.

       ¿Cuáles fueron los resultados este encierro domiciliario? Examinado este mandato hoy día no hay quien considere que fue una decisión acertada, sino que fue una operación inadecuada, y jurídicamente insuficiente. La prueba es que no hay nadie en el mundo que haya obtenido peores resultados. Ahí están el número de muertos, el de sanitarios contagiados, y no digamos la consecuencia que ha supuesto esta gestión de la pandemia en la economía.

      El Gobierno durante este tiempo ha recorrido una interminable cadena de despropósitos, causando daños irreparables a la sociedad. El recurso del presidente ha sido inhibirse lavándose las manos y cargar toda la responsabilidad en las Autonomía y también a toda la población. No le ha supuesto ningún desasosiego mentir para ocultar los efectos de la realidad, por ello se han ocultado el número de fallecidos; encubierto que ha sido el país con más número de muertos por millón de habitantes; y disimulado el número de ancianos fallecidos en residencias, de las que Pablo Iglesias era el máximo responsable del cuidado de estas casas. Sobre lo que se presentó, en cierta ocasión, en rueda de prensa, como responsable y salvador, pero ante el mal resultado de los hechos se ha callado, ocultado y desaparecido. ¿Cómo no se ha tomado medida alguna de esta dejación de funciones? Se ha silenciado, también, el caos en aprovisionamiento de material sanitario por parte del Gobierno, donde cunde la sospecha de que todo ello fue un fraude. Los ciudadanos están, todavía, esperando que esta defraudación llegue a los tribunales, pues es necesario una aclaración. Y el personal sanitario, que fue víctima de la ineptitud del Gobierno, debería reclamar compensaciones por esta incapacidad de los que asumieron todas las competencias.

      Otra inhibición flagrante es el desconcierto que se ha producido en la enseñanza. Una semana para empezar la escolaridad y el Gobierno sin marcar las directrices del próximo curso, y los padres no ven ninguna seguridad para enviar a sus hijos al colegio. La enseñanza, sobre todo si es infantil, necesariamente ha de ser presencial y de comunicación con los compañeros, pero se está discutiendo si sólo parte de los alumnos va a asistir a clase. Los colegios andan desconcertados, pues con las normas de usar mascarillas y guardar cierta distancia no tienen forma de acomodar a todos los alumnos en los pupitres del aula. La solución del Gobierno es cargar con las responsabilidades a la Autonomías. ¿El presidente no tiene nada que ver en este desconcierto?

       Y también pretende el presidente inhibirse de toda responsabilidad en economía, echado la culpa a la oposición, que no le da el sí a algo que ni ha presentado, ni se ven orientaciones. La consecuencia más lamentable de la presencia del coronavirus es que la decisión de Pedro Sánchez produjo el parón de la industria con la enorme caída de la economía durante todo este año. España ha sufrido el peor impacto de todas economías desarrolladas, llegando a sufrir en el primer semestre una caída del 22,7% del PIB. Se trata de la mayor caída experimentada en los países que forman la OCDE, Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico. En el tiempo que lleva de presidente no ha aprobado ningún presupuesto, es urgente aprobar uno, como sea, para seguir, y como no se ven las cosas claras, la culpa la tiene la oposición de su incapacidad, porque no le presta un cheque en blanco.

      Estos son los temas que más han impactado y van a preocupar a la población española este año, y estando las cosas así, podemos calificar de un siniestro total. ¿Pero qué le preocupa al presidente del Gobierno? Tomar unas vacaciones, provechando las mejores fincas de que dispone el Estado, paralizando toda actividad durante el mes de agosto, mientras rebrotaba la pandemia, faltaban pocos días para empezar el curso de los estudiantes y cuando las noticias económicas que llegaban de Europa anunciaban una ruina económica. Para añadir a todo esto, el presidente dice a una selección de empresarios que en España hay más de dos millones de niños en pobreza extrema, y no se le acurre nada más que derramar montones de subvenciones a ONG de grupos de dudosa utilidad, pero nada para dar de comer a esos niños.

      Cuando ha llegado de vacaciones el presidente se ha liberado de toda responsabilidad, se ha inhibido totalmente de estos asuntos, como si no fueran con él y ha cargado solemnemente con las responsabilidades a las Autonomías para que resuelvan los problemas según su mejor saber y entender.

     En conclusión, el presidente del Gobierno, se ha inhibido pomposamente de toda responsabilidad, cuando estamos en el mayor caos que ha sufrido España en su historia. A él le basta y le sobre con disfrutar de todos los medios que dispone el Estado, pero sin ninguna responsabilidad, y para esto le aplauden y votan sus adeptos.

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